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El poder de las empresas para transformar al país

La productividad es un factor esencial para el desarrollo económico y continúa siendo una materia pendiente en México. Las empresas poseen un poder clave para liderar el cambio.
jue 05 junio 2025 05:59 AM
El poder de las empresas para transformar al país

La productividad laboral en México se encuentra en 30 dólares por hora, en contraste con los 60 dólares por hora que promedian las economías avanzadas. De hecho, el crecimiento de la productividad en México continúa siendo uno de los grandes desafíos del desarrollo económico, ya que lleva estancada 25 años, con un crecimiento anual promedio de apenas 0.2%. Como referencia, América Latina en su conjunto, a pesar de ser la región del mundo con menor crecimiento de productividad, logró un aumento anual del 0.8% en el mismo periodo.

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En este escenario, el informe más reciente del McKinsey Global Institute (MGI), The power of one: How standout firms grow national productivity, nos muestra que las empresas tienen el poder de acelerar la productividad nacional. Lo logran mediante acciones estratégicas y ambiciosas que mejoran sus propios resultados, convirtiéndose luego en mejores prácticas dentro de sus industrias, lo que genera un impulso económico. En México, este efecto en cadena es crucial para superar el estancamiento productivo y activar un ciclo virtuoso de empleo, inversión y crecimiento.

El poder de las acciones ambiciosas ya es reconocido por algunas grandes empresas; sin embargo, muchas otras —grandes, medianas y pequeñas— podrían no ser conscientes de que lo tienen. Desbloquear este potencial en más empresas podría potenciar tanto la productividad como el crecimiento. En otras palabras, México necesita que las empresas lideren con acciones estratégicas para incrementar su productividad.

Según el Banco de México, el crecimiento de la productividad es esencial para mejorar el nivel de vida de la población y mantener la competitividad del país en el mercado global. Además, permite producir más con los mismos recursos, lo que se traduce en mayores ingresos, mejores salarios y una mayor capacidad de inversión en innovación y desarrollo. La productividad también genera beneficios directos para los consumidores, al aumentar el excedente del consumidor a través de mejores productos, precios más bajos y mayor variedad.

En México, la dispersión de empresas grandes y medianas es significativa, con más del 90% siendo micro, pequeñas y medianas empresas. Estas empresas son el motor de la economía, ya que generan una gran parte del empleo y del Producto Interno Bruto (PIB) nacional.

Hablar de productividad en México es más urgente que nunca, especialmente porque el bono demográfico, que durante años impulsó el crecimiento económico, tiene ahora fecha de caducidad. La tasa de fecundidad en el país, de 1.9 hijos por mujer, está por debajo de la tasa de reemplazo, lo que implica que en tan solo cinco años —para 2030— habremos alcanzado el máximo porcentaje de personas en edad de trabajar.

Entendiendo esto, es importante destacar que, según nuestro informe, la productividad no es un fenómeno constante y gradual, sino que se activa en ráfagas, provocadas por acciones audaces que introducen nuevas formas de crear y escalar valor.

Este fenómeno ha permitido que un pequeño número de empresas líderes redefina la productividad y su propio crecimiento. Para dimensionar su impacto, basta señalar que solo una docena de las empresas más destacadas podría haber duplicado el crecimiento de la productividad en todo su país. En Estados Unidos, por ejemplo, el 5% de las empresas evaluadas concentraron el 23% del empleo y generaron el 78% del crecimiento positivo en productividad.

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Ante esta nueva forma de entender el crecimiento de la productividad, se requiere adoptar una estrategia centrada en analizar los logros de quienes realmente marcan la diferencia. Las empresas pueden seguir el ejemplo de estos líderes, adaptar estas lecciones a sus propios contextos y, eventualmente, generar sus propias ideas capaces de propiciar nuevas reacciones en cadena. Esto implica identificar y escalar modelos de negocio exitosos, invertir en tecnologías que mejoren la eficiencia y crear un entorno que fomente la innovación y la creatividad. Parte de esta estrategia también debe incluir la creación de condiciones para atraer empresas líderes del extranjero, cuyo talento, capital y experiencia pueden fortalecer el ecosistema local.

Esta ambición empresarial, cuando se traduce en decisiones concretas y se acompaña de los aliados adecuados, puede tener un impacto sistémico: mayor productividad, generación de empleo, atracción de inversión y formalización del mercado laboral. En conclusión, una economía nacional más fuerte, con una proyección de crecimiento escalable y sostenible.
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Nota del editor: Olivia White es socia Senior y directora del McKinsey Global Institute. María Jesús Ramírez es senior Fellow del McKinsey Global Institute. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a las autoras.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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