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Lo sexy vende (y la IA lo sabe): el algoritmo del deseo

La IA no tiene valores, no es humana, ni pretende serlo. ¡Tiene métricas! simplemente analiza datos y responde a lo que funciona.
lun 08 septiembre 2025 06:02 AM
La IA abre la puerta a una gestión proactiva de la reputación empresarial
Las redes sociales hoy funcionan como un espejo interactivo: reflejan nuestros deseos y vulnerabilidades, pero también los amplifican y estandarizan. Lo que empezó como un acto de expresión personal se transformó en un comportamiento condicionado por el algoritmo, apunta Ronald Meneses.

Abrir cualquier red social es entrar en una pasarela infinita de cuerpos esculturales, miradas seductoras y movimientos ensayados. No importa si es en TikTok, Instagram o incluso LinkedIn. Sí, hasta ahí han llegado. ¿Casualidad? Para nada. Es el algoritmo, impulsado por Inteligencia Artificial (IA), haciendo su trabajo: mostrarte lo que más te atrapa, retenerte… y convertir cada segundo de tu atención en valor para la plataforma.

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Meta, TikTok y otras redes son máquinas de atención que monetizan cada minuto que pasamos en ellas. Y si algo logra mantenernos pegados a la pantalla es el contenido con alto sex appeal. No porque la tecnología sea “libertina” o “perversa”, sino porque los datos fríos muestran que genera más clics, likes, shares, reproducciones y, sobre todo, tiempo de permanencia: el oro de la economía digital.

Siempre les digo a mis clientes: “El algoritmo no juzga: solo optimiza.” La IA no tiene valores, no es humana, ni pretende serlo. ¡Tiene métricas! simplemente analiza datos y responde a lo que funciona.

La sensualidad no fue inventada por el algoritmo, pero lo que sí es nuevo es su sistematización. No solo detecta qué contenido funciona: lo amplifica, lo refina y lo entrega de forma constante y estratégica. ¿Su objetivo?: captar atención, retener y generar valor.

Todos consumimos este tipo de contenido. Pero las audiencias adultas lo hacen con un enfoque más aspiracional o sofisticado.

La lógica es simple, si millones de personas interactúan con cierto tipo de contenido, por ejemplo, una modelo en bikini bailando o un entrenador fitness mostrando su transformación física, el sistema reconoce ese patrón, combina variables (como música, piel, hashtags, duración y hora de publicación), y lo potencia para alcanzar a más usuarios. Para la IA la lógica es simple: si genera atención = el algoritmo lo multiplica.

Todo esto nos obliga a preguntarnos: ¿Estamos moldeando las redes sociales o ellas nos están moldeando a nosotros?

¿Podemos hablar de diversidad de contenidos si el modelo de éxito es cada vez más predecible y estandarizado? ¿Y el futuro?

Las redes sociales hoy funcionan como un espejo interactivo: reflejan nuestros deseos y vulnerabilidades, pero también los amplifican y estandarizan. Lo que empezó como un acto de expresión personal se transformó en un comportamiento condicionado por el algoritmo. El usuario “educa” al sistema con cada acción: qué mira, cuánto tiempo se queda, qué comenta, guarda o comparte. Incluso el simple hecho de cuánto tardas en hacer scroll se convierte en una señal de interés.

El algoritmo responde dándote más de lo que cree que te engancha, porque su objetivo es maximizar tu permanencia en la plataforma. Sin embargo, no todo lo decides tú: hay un sesgo de diseño. Las redes priorizan contenidos que estadísticamente funcionan mejor: emocionales, aspiracionales, polémicos o sensuales; porque garantizan atención inmediata. Esto explica por qué, aunque nunca busques “contenido sexy”, la IA puede mostrarte algunos: porque sabe que ese estímulo retiene a la mayoría.

Es una danza de influencia mutua, pero desigual. Tú educas al algoritmo, pero el sistema también te educa a ti. Esa retroalimentación, estudiada en la psicología del consumo, hace que si consumes fitness, veas más fitness; si te interesa la política, se refuerce esa línea. La diversidad de contenidos existe, pero la visibilidad es otra historia: el algoritmo privilegia los estímulos universales: rostros atractivos, música pegajosa, narrativas aspiracionales; que producen dopamina rápida. Esto no elimina la creatividad, pero sí condiciona su alcance masivo, obligando a los creadores a combinar fórmulas de éxito con su sello personal para destacar.

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El futuro apunta a una personalización aún mayor: cada usuario recibirá versiones de contenido adaptadas a sus sesgos cognitivos y emocionales. La sensualidad seguirá presente, pero con matices hipersegmentadas. El reto ya no es evitarla, sino gestionarla con responsabilidad. La clave estará en educar audiencias conscientes y en que las marcas apuesten por narrativas auténticas, inclusivas y con verdadero valor.

Competir en este ecosistema no significa simplemente “hacer contenido sexy”, sino entender qué emociona a tu audiencia, cómo lo mide la plataforma y hasta dónde estás dispuesto a jugar en ese terreno. Porque lo sexy vende, sí, pero hoy lo verdaderamente atractivo es lo que emociona, retiene y convierte.

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Nota del editor: Ronald Meneses es Fundador y CEO de RM – Your Marketing Partners, es consultor internacional en marketing estratégico y digital. Ha trabajado con marcas en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Colabora como columnista en Orlando Business Journal y Florida Realtor. Escríbele a ronald@ronaldmeneses.com Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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