El origen del concepto
El término pyme surgió en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, cuando era necesario diferenciar a las grandes corporaciones industriales de las empresas familiares que requerían políticas específicas de financiamiento y capacitación. En América Latina apareció en los años 60 y 70, aunque en México no se institucionalizó con fuerza hasta los 90, con los programas de la entonces SECOFI (hoy Secretaría de Economía).
Actualmente, las pymes mexicanas representan el 99.8% de las unidades económicas, generan el 70% del empleo formal y aportan cerca del 50% del PIB, según el Inegi. El reto no está en su peso estadístico, sino en su competitividad: se trata de millones de negocios atomizados, con bajo acceso al crédito y limitada adopción tecnológica.
Lecciones internacionales: pymes como catalizadores del PIB
La experiencia global confirma que el fortalecimiento de las pymes impulsa el crecimiento sostenido:
Estados Unidos. Tras la posguerra, las pequeñas empresas absorbieron mano de obra y facilitaron la transición hacia una economía de consumo masivo. Hoy representan el 99.9% de las compañías, generan el 44% del PIB y el 46% del empleo privado, según la Small Business Administration (SBA). Además, tienen acceso a un sistema de financiamiento profundo y competitivo: más del 50% obtiene crédito bancario o de mercado, complementado con programas federales de garantía y capital de riesgo.
Alemania. El Mittelstand —empresas medianas y familiares que dominan nichos industriales— explica más del 60% de las exportaciones y consolidó a Alemania como potencia exportadora entre 1970 y 1990. Su fortaleza radica en la cercanía con el sistema bancario local: alrededor del 70% de las pymes accede a crédito a través de las Sparkassen (cajas de ahorro regionales) y la banca de desarrollo.
España. Tras su entrada a la Comunidad Económica Europea en 1986, las pymes recibieron financiamiento y modernización tecnológica, respaldadas por fondos europeos y la banca comercial. En la década de 1990, este acceso al crédito impulsó un crecimiento cercano al 3.5% anual, con fuerte dinamismo exportador.
Corea del Sur. Entre 1965 y 1990, el "milagro coreano" se apoyó en pymes proveedoras de manufactura que contaron con financiamiento dirigido por el Estado y la banca de desarrollo. Esta política facilitó su integración a conglomerados y cadenas globales, sosteniendo un PIB con tasas superiores al 7% anual.
En todos estos países, las pymes no solo crearon empleos: también innovaron, exportaron y elevaron la productividad nacional, siempre respaldadas por sistemas financieros profundos y accesibles.
La foto actual: economías avanzadas vs. Latinoamérica
El contraste es evidente. En Estados Unidos y la Unión Europea, las pymes no solo generan casi la mitad del PIB y del empleo, sino que más del 40% accede a financiamiento formal. En Alemania o España, la cifra supera incluso el 60%.
En Latinoamérica, por el contrario, el acceso al crédito sigue siendo la excepción. En México, menos del 15% de las PyMEs obtiene financiamiento bancario (CNBV), en Brasil apenas llega al 20% y en Argentina ronda el 12% (CEPAL). La consecuencia es que, aunque en México aportan la mitad del PIB y el 70% del empleo, su contribución es mucho menos eficiente: predominan sectores de baja productividad, alta informalidad y escasa innovación.
En otras palabras, la diferencia no está en cuántas empresas existen, sino en la calidad de su contribución: mientras en economías avanzadas las pymes se financian, innovan y exportan, en nuestra región sobreviven con recursos propios, lo que limita su escala y competitividad.