Pero una crisis se sumó al terror que vivieron los habitantes de ambos lados del planeta: la falta de comunicación.
“Mi hija se fue a Acapulco el día previo a que sucediera lo del huracán. Más tarde vi las noticias de que se estaba poniendo muy feo el clima y me puse nerviosa. Le escribí por WhatsApp y le pedí que se cuidara. Ella me respondió que todo estaba bien.
“Pero esa noche ya no pude dormir. Más tarde le mandé otro mensaje para saber cómo seguía y ya no tuve respuesta. A partir de ahí vinieron las horas de mayor angustia de mi vida. Estaba muy desesperada porque no sabía cómo estaba mi hija”, cuenta Elena, quien consternada veía desde la Ciudad de México que el clima se agravaba en Acapulco.
Lejos, pero no en la circunstancia, desde Palestina se vivía la misma crisis de incomunicación.
“No podemos llamar a las ambulancias y no dejan de bombardear a nuestro alrededor”, denunciaba Motaz a través de sus redes sociales, quien afligido y horas más tarde de varios intentos por comunicarse con sus seguidores narraba que solamente las personas con una e-sim podían acceder a internet desde las zonas más altas. El problema es que poca gente cuenta con esa tecnología.
Sin conexión, no existes fuera
Chuck Noland, ese empleado de FedEx, interpretado por Tom Hanks en la película Náufrago, nos regala una escena que no es para menos en estas historias cruzadas. Desde el privilegio y la comodidad de una casa enciende y apaga la luz de una lámpara con solo apretar un botón. Ese movimiento, tan simple, es imposible desde una isla, pero también desde cualquier zona de desastre, como Acapulco o Palestina.
Así lo pueden testificar los más de 504,000 usuarios (casi 203,000 de Guerrero) que se quedaron sin el servicio de electricidad en las zonas afectadas por el huracán Otis. Y sin luz tampoco hay agua, teléfono, internet, literal, no hay nada.
Datos del gobierno de México refieren que 47.7% de las viviendas en Acapulco tienen internet, en 29.2% de ellas disponen de una computadora y en 87.3% cuentan con un dispositivo celular.
En la franja de Gaza las cifras de afectados por la falta de servicio de telecomunicación son más dramáticas, cuatro veces superiores a las de México. Unos casi 2 millones de palestinos tampoco tuvieron servicios para conectarse y menos para comunicarse. Allá la población con acceso a internet es de 74.6% y la de telefonía móvil, de 77.6%.
“Fui a trabajar a Acapulco, pero a mi familia no le dejé datos del hotel en el que me iba a hospedar ni más detalles sobre mi destino. No tenía ni idea de lo que iba a venir después. Antes de que entrara el huracán alcancé a mandar un mensaje a mi hermano para decirle dónde estaba, pero le pedí que no le dijera nada a mi mamá para no angustiarla. Después de eso se fue la luz, el internet, los datos y entonces la desconexión total, yo calculo que por 12 horas.
“Luego vino el momento de más intensidad del huracán y yo solo sentía como el hotel se movía como si fuera un temblor. No supe en qué momento se rompieron las ventanas de mi habitación porque se me reventó un oído. Yo solo quería que aquello terminara porque estaba en la oscuridad total”, cuenta Martha.
La siguiente escena fue de terror. Lo que los ojos de la hija de Elena vieron fue un desastre inexplicable, un hotel irreconocible, tejas tiradas por todas partes, palmas en el suelo y mucha gente atemorizada, pero lo peor, la incomunicación total. “Mi angustia era escribirle a mi mamá para decirle que yo estaba bien”.
En la franja de Gaza las imágenes son también espantosas. Las noticias hablan de familias que se acurrucan en sus casas esperando que los bombardeos ensordecedores terminen. La gente intenta dormir, pero es imposible con los estruendos, y aunque el cansancio del cuerpo los parece doblar, un nuevo proyectil les recuerda que no se puede escapar de esa guerra.
Cuando por fin llega la calma, no hay mucho que ver, el denso polvo no permite mirar al horizonte y el hedor a pólvora es tan penetrante que lo mejor es volver a casa. En ese momento lo que urge es avisar a la familia que todo está bien, pero también preguntar cómo están los demás. Es imposible, las comunicaciones están muertas.
Reconectando cables se reconectan personas
Aunque ambas tragedias son distintas, reflejan la necesidad de estar conectados. Fueron 504,340 personas afectadas por el huracán Otis, que representan 36.7% de los usuarios totales en el estado de Guerrero. Y uno de los héroes encargados de volver a conectar los cables, y con ellos a la gente, fue Israel Hernández, un ingeniero en fibra óptica de una empresa de telecomunicaciones.
“Dijeron que teníamos que ir a apoyar. Y ya sabíamos más o menos que íbamos a ver una devastación total. Pero cuando llegamos, no sabíamos ni por dónde empezar”, dijo. Hernández llegó a los pocos días del desastre y lo primero que hizo fue ubicar los postes de luz de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y de ahí empezar a conectar.
Las zonas por las que empezaron fueron las menos dañadas, donde los postes de luz no estaban tirados. “Fuimos a restablecer lo que más se pudiera (...) lo que más se pierde cuando no hay internet es la esperanza, la tranquilidad”. Por ello, aunque Israel tiene una enfermedad en la piel que no le permite estar bajo el sol mucho tiempo, durante todo el fin de semana restableció conexiones. Al 4 de noviembre, la CFE ya había restaurado la infraestructura eléctrica en 93%.
Del otro lado, Mirna El Helbawi también estaba conectando personas. Cuando se enteró que Farid Sami, un palestino con familiares en Gaza, no podía tener noticias de ellos para saber si estaban vivos o muertos a causa de los bloqueos de internet, conectividad y luz en Gaza, la activista comenzó una campaña llamada #ConnectingGaza.
Cuando se dio cuenta que las e-sims (sims virtuales que pueden ser instaladas en los dispositivos electrónicos) funcionaban ahí a pesar del desastre, comenzó la campaña para reconectar a familias, donde recibió la donación de más de 7,000 e-sims en menos de 10 días y, hasta ahora, van 14,000 personas que ha logrado reconectar.