“Para los estudiantes, la preocupación principal tiene que ver con volverse demasiado dependientes (a la IA), además de meterse en problemas por no saber cuándo la pueden usar y cuándo no”, apunta Correa. “Eso responde a una necesidad de generar mayor conciencia en los profesores sobre qué tan aceptable es en sus aulas”.
A pesar de ello, el 85% de los encuestados en México se siente optimista sobre el impacto que la IA está teniendo en la educación y Correa apunta que el entorno educativo es consciente de que se necesita hacer más para realmente sacarle todo el provecho posible en el salón de clases.
¿Cuánta IA es aceptable en la escuela?
Los cuestionamientos en torno a qué tanta Inteligencia Artificial es aceptable dentro de las aulas todavía es una incógnita, de acuerdo con las cifras del estudio, pues si bien reveló que dos de cada tres profesores están de acuerdo con el uso de la herramienta, no han definido cuánto es mucho, poco o suficiente.
“Esto no necesariamente es negativo”, señala Correa, pues cada profesor asume la responsabilidad a su manera, pero acepta la necesidad de transitar de un nivel de uso a uno de apropiación de la tecnología, “en donde se utilice en los momentos adecuados sin que comprometa el aprendizaje, creo que ahí es donde estamos en ese punto de transición”.
Una vez que se alcanza este nivel, refiere, los docentes estarán en la facultad de establecer los límites de la tecnología con base en qué aspectos quieren evaluar sin la herramienta. “Hasta entonces el uso va a ser el deseado. Puede que en una asignatura otro profesor quiera evaluar más bien la voz auténtica del estudiante, o su capacidad de estructurar, de generar conclusiones y ahí no se debe usar la IA”, ejemplifica.
Francesc Pujol, profesor de economía y liderazgo en la Universidad de Navarra, España, explica al diario El País que la clave detrás del uso óptimo de la IA en las aulas no está en los resultados, sino en las tareas y los procesos que estas implican para llegar a un objetivo.
“Los resultados cada vez aportan menos información del conocimiento, aprendizaje o del esfuerzo de los alumnos porque son generados por un programa. Lo vital es hacer un seguimiento del proceso”, comenta en referencia a la necesidad de evaluar los procesos, algo que “te mete (como docente) al corazón de la pedagogía, porque debes replantear qué quieres que aprendan tus alumnos”.