Como primera impresión, se trata de un modelo que tiene plasmada la imagen de Xiaomi por donde se vea, pues entrega su ya tradicional forma de cápsula. La pantalla ocupa más área útil, lo que facilita la navegación sin errores táctiles. El brillo alcanza 1,500 nits, lo que mejora la legibilidad bajo el sol.
La correa ofrece buen ajuste. No me incomodó ni al trabajar, ni al dormir, ni al hacer ejercicio. Esto es clave para que el sensor mantenga contacto estable con la piel y registre correctamente la frecuencia cardiaca y el movimiento.
Probé la pulsera en sesiones de carrera, caminatas y actividad física libre (este equipo cuenta con 150 modos de ejercicio). Comparé la distancia registrada por la Smart Band 10 con el GPS de mi teléfono y las lecturas sobre distancia fueron bastante precisas y no detecté desviaciones en los recorridos.
Xiaomi mejoró los sensores y algoritmos en esta generación, lo que se nota en la interpretación del movimiento. Para quienes buscan un control básico de pasos y distancia, la Smart Band 10 cumple bien. Además, mantuvo la resistencia al agua, lo que permite usarla en actividades como la natación y duchas sin problemas.
La compañía detalló que la Smart Band 10 puede alcanzar hasta 21 días de autonomía dependiendo del uso. En mi experiencia, con muchas notificaciones, sincronización con el teléfono, medición de actividad diaria y uso deportivo regular, la pulsera no llegó a los 21 días, pero sí a los 18, por lo que considero que cumple con su promesa de una batería de larga duración.
Una mejora destacada está en el monitoreo del sueño. La pulsera detectó fases, estimó la eficiencia y me ofreció un plan de mejora de sueño de 21 días basado en mis datos. Aunque no sustituye un estudio clínico, sí aporta una herramienta útil para el seguimiento personal.