La exposición de demanda por chips Blackwell
          
          En la era de la IA, los chips son el nuevo oro. Todo modelo impulsado por esta tecnología, desde ChatGPT hasta los sistemas que entrenan autos autónomos o analizan secuencias genéticas, requieren un poder de cómputo masivo. Y esa capacidad se concentra hoy en las unidades de procesamiento gráfico (GPU) desarrolladas por Nvidia.
          Durante la última década, la compañía transformó sus chips, originalmente pensados para videojuegos, en motores de cómputo acelerado que permiten entrenar modelos de IA con miles de millones de parámetros, Con esa ventaja tecnológica, Nvidia controla actualmente cerca del 80% del mercado mundial de chips para IA.
          Su generación de procesadores Blackwell ha sido clave en su carrera de ascenso, pues son una pieza crítica para los centros de datos. Nvidia y TSMC, el gigante taiwanés que fabrica la mayoría de los semiconductores avanzados del planeta, anunciaron a mediados de octubre la primera oblea de chip Blackwell producida en territorio estadounidense, en Arizona.
          El hecho no es menor, simboliza el regreso parcial de la manufactura de chips de alto rendimiento a Estados Unidos, un tema central en la agenda tecnológica del presidente Donald Trump.
          Los centros de datos de Amazon, Microsoft, Google y Meta compiten por adquirir sus GPUs, y los fabricantes de automóviles, telecomunicaciones y biotecnología se suman a la demanda.
          Alianzas estratégicas
          
          La expansión de Nvidia no se limita a vender chips, pues está construyendo el ecosistema completo que hace posible la IA moderna y para ello crea alianzas.
          Entre sus asociaciones destaca la colaboración con Oracle y el Departamento de Energía de Estados Unidos para desarrollar Solstice, la supercomputadora de IA más grande del país. Este sistema, que contará con 100,000 GPUs Blackwell, se destinará a la investigación científica de seguridad, energía y descubrimiento de nuevos materiales.
          Nvidia también anunció siete nuevos sistemas de supercomputación en laboratorios nacionales y universidades de Estados Unidos como parte de un programa para reforzar la infraestructura tecnológica del país.