El riesgo de dejar que los demás decidan qué ven tus hijos en sus pantallas
Nota del editor: Go Ask Your Dad es una serie de consejos de crianza con un enfoque filosófico, basada en las exploraciones de un padre respecto a qué queremos de la vida, para nuestros hijos y para nosotros, a través de paradigmas útiles y prácticas eficaces. Comparte tus experiencias en la página CNN Parenting en Facebook .
(CNN) — Hace unos meses, mi hija —que entonces tenía nueve años— se presentó ante mí y mi esposa para pedirnos permiso para descargar la aplicación Musical.ly , que estaba muy de moda entre sus compañeros de clase.
Básicamente te permite compartir tus propios videos de canciones populares. Mi hija me aseguró que podía limitar el público con el que compartía a "solamente amigos". Conforme la describía, la aplicación sonaba creativa y le parecía divertida, y a mí me parecía segura.
Además, agregó, "todos la tienen".
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No es el argumento más convincente de un niño, pero suele ser efectivo en esta era de saturación de contenidos visuales y de toma de decisiones de crianza que se dejan en manos de los demás.
Pero aún no estaba convencido. Le dije que tenía que investigar la aplicación y comencé con el sitio Common Sense Media . Desde que empezamos a dejar que nuestra hija viera películas, cuando tenía cuatro años, he confiado en las reseñas que esta organización no lucrativa hace de los medios visuales. (Revelación total: ahora soy parte de la junta de asesores de Common Sense News y, de vez en cuando, CNN publica contenidos de Common Sense).
El sitio clasificó a Musical.ly como apto para "mayores de 16 años" , además de que destaca que es, en esencia, una red social y que "algunas familias han encontrado material sexual explícito pese a las configuraciones y controles disponibles en la aplicación".
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Normalmente, eso bastaría para decirle que no a mi hija, pero ella ya había argumentado que el sitio se equivocaba al decir que nueve años era demasiado poco. Había entrado a Musical.ly en los teléfonos de sus amigos y no había visto nada que la hiciera sentir incómoda. Confío en su criterio, así que busqué más información. Leí otros comentarios en internet, me suscribí a la aplicación y seguí probándola después de que ella se fuera a dormir.
En cuestión de minutos, vi imágenes sexuales en perfiles, en videos caseros y en comentarios, lo que me dio la impresión de que el sitio es demasiado maduro para mi hija.
Como sentí que tenía que defenderme porque estaba a punto de negarle algo a mi hija por cuestiones de crianza, decidí explicarme en Facebook.
"Esta es la razón por las que dije 'no' a esta cosa popular que, al parecer, todos los niños de la edad de mi hija están viendo", escribí, y aduje tres razones: encontré contenido sexual en los perfiles de los usuarios y en los videos, sin tener que esforzarme demasiado. Era fácil estar directamente expuesto a desconocidos. Desconocidos adultos. Además, no encontré una forma de filtrar esas dos cosas, ni siquiera con las configuraciones de privacidad activadas. Al parecer, las configuraciones de privacidad solo reducen otros riesgos.
Para ser justos con Musical.ly, los términos y condiciones de la aplicación lo indican. Para suscribirse, es necesario que los usuarios tengan 13 años o más, pero los usuarios son los responsables de decir qué edad tienen y los padres solo pueden restringir la descarga de las aplicaciones en los dispositivos.
Tras investigar un poco más, descubrí que la razón por la que existe ese límite de edad, aparentemente arbitrario (y común entre los sitios web y las aplicaciones), es una ley estadounidense de 1998, titulada Ley de Protección a la Privacidad de los Niños en Línea , en la que se detalla la responsabilidad de los desarrolladores de proteger la privacidad y la seguridad en línea de los niños menores de 13 años. Los operadores de sitios web reducen su responsabilidad incluyendo ese límite de edad en sus términos y condiciones.
Me puse en contacto con Musical.ly para preguntarles qué medidas están tomando respecto al contenido inadecuado que encontré y me dirigieron a su página de preguntas frecuentes para padres , en donde se explica que optar por una cuenta privada significa que solamente puedes recibir mensajes de personas de quienes aceptas una solicitud de seguimiento. En cuanto a las fotos explícitas de los perfiles de las personas que envían dichas solicitudes, o de las imágenes en videos públicos o en los comentarios de dichos videos, en la página de ayuda para padres se explica que se pueden reportar para que se revisen y se retiren, en su caso.
Ya sabía que existían estas medidas de seguridad y creí que no eran lo suficientemente buenas para mi hija. Decidí seguir el consejo de Musical.ly y no dejar que mi hija menor de 13 años usara la aplicación.
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Se entristeció cuando le di el veredicto al día siguiente, durante el desayuno. Me explicó que la raíz de su tristeza era que no podría contribuir a las conversaciones sobre la aplicación durante el almuerzo. Mi corazón se encogió un poco cuando agregó, llorando: "lo único que puedo hacer es repetir lo poco que sé al respecto". Simplemente quería encajar. Sin embargo, le expliqué que parte importante de mi labor como padre es hacer todo lo que pueda para mantenerla a salvo. Y como ella sabe que la apoyo en todo, mi permiso para usar las redes sociales lleva aparejado el supuesto de que es seguro para ella.
Es mi trabajo decidir si hay que abrir o no la puerta a cierta experiencia, o mantenerla cerrada por el momento. Musical.ly no fue la primera vez —ni será la última— que mi esposa y yo decidimos qué puerta abrir. Además, no lo haremos toda la vida. Pronto ella será quien tome la mayoría de las decisiones por su cuenta.
Sé que no puedo filtrar todas las cosas potencialmente dañinas, confusas o inadecuadas para su edad a las que está expuesta (tampoco puedo dejarlo en manos de software o de filtros de búsqueda, como nos recuerda un artículo que se publicó hace poco en el New York Times). Sin embargo, ahora tengo la oportunidad de ser consciente de esas decisiones y de mostrarle cómo las tomo y qué es importante para mí. Cuando sea momento de que ella se haga cargo, al menos tendrá un parámetro. Eso es más importante para su bienestar, a la larga, que un par de almuerzos incómodos en la escuela.
Es difícil estar al día en lo que respecta a la tecnología con la que nuestros hijos interactúan. Si leyera todos los términos y condiciones que he aceptado, tendría poco tiempo para otras cosas. Además, conforme cruzamos esta frontera, tenemos poca sabiduría generacional e histórica en qué basarnos, así que tenemos que confiar en nuestro criterio. Tenemos que estar presentes para saber en qué andan.
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Además, podemos pedirle ayuda a nuestros amigos (y, afortunadamente, a sitios como Common Sense Media) para sortear esta situación. Todos tenemos ideas diferentes de lo que es adecuado, pero lo importante es el diálogo y la deliberación. Además, las redes sociales nos dan un foro excelente para ello.
Un par de días después de que le diera la mala noticia respecto a Musical.ly, le pregunté a mi hija cómo estaba. Los padres de algunos de sus amigos habían borrado la aplicación de sus teléfonos (tal vez porque leyeron cierta publicación en Facebook). Eso era noticia de ayer. Ahora estaba pidiendo permiso para una diferente: Animal Jam. Un año antes, llegué a la conclusión de que los controles de privacidad eran insuficientes, pero el desarrollador había mejorado las protecciones, así que le di luz verde.
Hasta que algo más se presente, ella usará Animal Jam felizmente y a salvo, sabiendo que la apoyo.
David G. Allan es director editorial de CNN Health, Wellness and Parenting. Además, escribe The Wisdom Project , que trata sobre la aplicación de la filosofía en nuestra vida diaria. Puedes suscribirte aquí .