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La crisis existencial de una maestra: ¿moriría por sus alumnos?

Rebecca Field asegura que no tiene por qué tomar esa decisión, particularmente porque significa elegir entre ser maestra y ser madre. Si da la vida por sus alumnos, deja a sus hijos sin madre.
mar 06 marzo 2018 04:00 PM

Rebecca Field está furiosa. Ella no está dispuesta a esto.

Esta mujer de Virginia, Estados Unidos, quiso ser maestra para enseñar Historia del Arte, no "para que me destroce una lluvia de balas procedentes de un rifle semiautomático".

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No se equivoquen, ella daría su vida por salvar a sus alumnos. Sin embargo, resiente que vivamos en una época en la que los maestros tengan que tomar una decisión así.

Field escribió una carta dirigida a los funcionarios electos; es una carta poderosa en la que deja salir todo lo que siente sobre cómo están las cosas y su frustración por las razones:

Al final de mi contrato, dice que ejecutaré "otras tareas que se me asignen". No interpreto estas palabras como "morir desangrada en el piso de mi salón".

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Una responsabilidad enorme

Field le dijo a CNN que sintió el impulso de escribir la carta y publicarla en el sitio web Medium cuando leyó sobre Scott Beigel, un maestro de Geografía de la preparatoria Marjory Stoneman Douglas que murió mientras detenía la puerta para que sus alumnos escaparan.

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Imagino que si alguien estuviera tratando de matar a mis alumnos, intentaría salvarlos con todo mi ser. Probablemente saltaría encima de una alumna para salvarle la vida. Y sí, tal vez me vuelva una de esas maestras heroicas a las que los medios les rinden tributo tras su muerte.

Sin embargo, agregó:

En vez de volver santos a los maestros muertos, protéjanlos mientras siguen vivos.

Hay muchas cosas que le molestan. Los maestros están explotados y mal pagados. Tienen la responsabilidad asombrosa de educar a la siguiente generación de estadounidenses responsables. Y lo hacen con gusto.

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"Cuando lees estos artículos, estas personas parecen héroes. Pero yo nunca me ofrecí como voluntaria para morir", dijo a CNN. Dijo que le aterra que le pidan a ella y a otros que acepten esta responsabilidad, una responsabilidad "mucho más grande de lo que puedo aceptar racionalmente".

En el regreso a clases, hago un pacto silencioso con los padres de familia a través de la mirada. "Te estoy dando la parte más preciada de mí sabiendo que cubrirás el cuerpo de mi hijo con el tuyo si fuera necesario". Me lo dicen con la mirada. Acepto esta responsabilidad y hago un juramento silencioso e inviolable ante ellos. Así como les digo que le enseñaré a su hijo sobre los 20,000 años de historia del arte en el mundo, también estoy accediendo a morir.

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Una decisión demasiado difícil

Field dijo que no tiene por qué tomar esa decisión, particularmente porque significa elegir entre ser maestra y ser madre. Si da la vida por sus alumnos, deja a sus hijos sin madre.

¿Cómo se atreven a obligarme a elegir entre mis propios hijos y los niños a los que les doy clase? ¿Cómo se atreven a permitir que unos adultos poderosos que aman las armas sean más importantes que una generación de niños que crecen con miedo? No quiero pasar la mañana memorizando la ropa de mis hijos para poder identificarlos después.

Los ataques del 11 de septiembre ocurrieron en su primer año como maestra. Los simulacros de seguridad se han vuelto más intensos. "Siempre estoy preocupada de que haya un tiroteo en mi trabajo", dijo. "Pero como madre, me preocupan más mis hijos… el miedo de que les pase algo o de que crezcan sin mí".

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Una solución escurridiza

Field escribió la carta a mediados de febrero. Una semana después, Donald Trump, presidente de Estados Unidos, propuso que una forma de garantizar la seguridad en las escuelas es armar a los maestros . Fields se preguntó cómo funcionaría eso. "Tengo que preocuparme de que me roben el bolso; ¿también tengo que preocuparme de que me roben el arma?", dijo a CNN.

Dijo que los oficiales de policía aprenden a disparar su arma cuando sienten que su vida corre peligro. "Por eso, cuando los niños salen, lo hacen con las manos en alto. ¿Cómo sabrá la policía a quién dispararle si todos tienen un arma?".

Para ella, lo más frustrante es que hay muchas otras soluciones. "Necesitamos contratar más maestros, más consejeros, más trabajadores sociales para poner más atención a los estudiantes". En su salón tiene 30 alumnos. Serviría de mucho reducir la cantidad a 20 para poder ponerles más atención. Pero eso no ha ocurrido. Esa es la realidad con la que los maestros como ella tienen que vivir.

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El texto completo de la carta

Estimado funcionario electo:

En ninguna parte de mi contrato dice que si fuera necesario, tengo que cubrir a los estudiantes de las balas con mi propio cuerpo. Si así fuera, no lo habría firmado. Me encanta mi trabajo. Amo a mis alumnos. También tengo dos hijas estupendas y un esposo maravilloso. Tengo un perro al que adoro. No quiero morir defendiendo a los hijos de otras personas; quiero inculcar amabilidad y responsabilidad… y enseñar Historia del Arte.

Eso es lo que se supone que tengo que hacer todos los días. ¿Bloquear balas? No se supone que tenga que hacer eso. Imagino que si alguien estuviera tratando de matar a mis alumnos, intentaría salvarlos con todo mi ser. Probablemente saltaría encima de una alumna para salvarle la vida. Y sí, tal vez me vuelva una de esas maestras heroicas a las que los medios les rinden tributo tras su muerte. Pero me pone furiosa tener que hacer ese sacrificio. Me indigna que mis propios hijos pierdan a su madre porque decidió ser maestra.

Decidí ser maestra sabiendo que la mayor parte de los días no podría ir al baño antes de las cuatro de la tarde. Decidí ser maestra sabiendo que estaría calificando trabajos todo el fin de semana y trabajando más horas de las que estipula mi contrato. Decidí enseñar aunque eso significara que me perdería todas las asambleas de premiación y las excursiones de mis hijas. Incluso he estado dispuesta a esperar en la oficina del consejero, con una adolescente en mi regazo, abrazándola mientras solloza por un ataque de ansiedad. He estado dispuesta a preguntarle a un alumno si está pensando en suicidarse y luego a dar la información terrible a sus padres. Parece que es mucho que aceptar, pero de verdad sabía en lo que me metía.

No estoy dispuesta a que me destroce una lluvia de balas procedentes de un rifle semiautomático. Al final de mi contrato, dice que ejecutaré "otras tareas que se me asignen". No interpreto estas palabras como "morir desangrada en el piso de mi salón". La ira que me recorre el cuerpo después de un tiroteo en una escuela en este país viene acompañada de pánico puro. Primero que nada, me aterra que mis propios hijos mueran en la escuela, pero también me aterra que la responsabilidad que recae en mí como maestra es mucho más grande de lo que puedo aceptar racionalmente. En el regreso a clases, hago un pacto silencioso con los padres de familia a través de la mirada. "Te estoy dando la parte más preciada de mí sabiendo que cubrirás el cuerpo de mi hijo con el tuyo si fuera necesario". Me lo dicen con la mirada. Acepto esta responsabilidad y hago el juramento silencioso e inviolable ante ellos. Así como les digo que le enseñaré a su hijo sobre los 20,000 años de historia del arte en el mundo, también estoy accediendo a morir. Cuando estoy en el lugar de los padres, en la escuela de mi hija, les pido lo mismo a sus maestros. Este maestro podría ser lo único que se interponga entre una bala y la cabeza de mi hija.

Estoy furiosa. ¿Cómo se atreven a obligarme a elegir entre mis propios hijos y los niños a los que les doy clase? ¿Cómo se atreven a permitir que unos adultos poderosos que aman las armas sean más importantes que una generación de niños que crecen con miedo? No quiero pasar la mañana memorizando la ropa de mis hijos para poder identificarlos después. No quiero pasar horas de desarrollo profesional aprendiendo a salvar unas cuantas vidas más montando barricadas. A veces, cuando un niño está volviéndome loca en clase, me pregunto: "¿Moriría por ti? ¿Lo perdería todo para salvarte del daño?". Hay momentos en los que sacudo la cabeza y dijo "NO".

En vez de volver santos a los maestros muertos, protéjanlos mientras siguen vivos. Hagan lo posible para que las escuelas tengan salones con menos alumnos para poder conocerlos mejor y estar atentos a quienes necesitan ayuda. Contraten más consejeros, enfermeras, trabajadores sociales y psicólogos para que haya mucha gente cuidando de cada niño. AYÚDENNOS a prevenir esto. Quítenle las armas a la gente que nos asesinará. Dejen de recibir dinero de la NRA [Asociación Nacional del Rifle, por sus siglas en inglés] y de demostrar lo desalmados que son. Manténgannos a salvo para que pueda hacer mi trabajo. ¿Cómo se atreven a ponerme en peligro constante solamente para reelegirse? ¿Cómo se atreven a elegir entre salvar a niños o dejar a mis propios hijos sin madre? ¿Cómo se atreven a volverme una heroína cuando lo único que quiero es dar clases?

Por Rebecca Berlin Field

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