El romance de Van Gogh con Japón cambió la historia del arte

Aunque el pintor holandés solo descubrió esta forma de arte en los últimos años de su corta vida, incidió profundamente en su arte y dio lugar a muchas de sus más grandes obras.
Van Gogh pintó su propia versión de una impresión de estilo japonés, con la nieve en la cima de la montaña y las geishas vestidas de colores brillantes, en el fondo de su famoso 'Autorretrato con oreja vendada'. (Foto: Cortesía de Samuel Courtauld Trust / The Courtauld Gallery, Londres)

Vincent van Gogh suele ser llamado el artista más querido de todos los tiempos, y su obra infuyó en autores, cineastas, diseñadores e innumerables artistas que le sucedieron. Ahora, una gran exposición explora las ideas y el arte japonés que inspiraron al maestro.

La muestra Van Gogh y Japón, en el Museo Van Gogh en Ámsterdam, examina la conexión que el pintor sintió con Japón y sus grabados. Aunque solo descubrió esta forma de arte

, incidió profundamente en su arte y dio lugar a muchas de sus más grandes obras.

La exposición presenta 60 pinturas y dibujos del artista holandés junto con 50 grabados japoneses de la época, incluidos varios de la extensa colección privada de Van Gogh que acumuló en gran parte cuando vivió en París entre 1886 y 1888. Juntos, ofrecen un fascinante acercamiento a la visión y el arte de Van Gogh al tiempo que brindan la oportunidad de ver y comprender mejor la estética japonesa que tanto entusiasmó al pintor.

Especialmente notable es la inclusión de Autorretrato con la oreja vendada (1889) que, hasta ahora, no había salido del Reino Unido desde 1955. En el segundo plano de este poderoso autorretrato, Van Gogh pintó su propia versión de un grabado de estilo japonés, con la cima de una montaña nevada y geishas vestidas en colores brillantes, elementos adaptados de las obras de arte de su colección. Su aparición en un autorretrato sugiere hasta qué punto veía el arte japonés como parte de su propia identidad.

También parte de la exposición, el Retrato de Père Tinguy (1887) incorpora una furiosa y colorida variedad de motivos japoneses. Una copia de su pintura La cortesana también se puede ver en el segundo plano del retrato, ofreciendo una reinterpretación de un grabado de una geisha a la que el pintor frecuentemente regresaba en su trabajo.

Según el cocomisario de la exposición, Nienke Bakker, el amor de Van Gogh por el arte japonés era profundo.

"Admiraba a los artistas japoneses por la forma en que vivían en armonía con la naturaleza y el enfoque completo en sus trabajos", explicó en una entrevista en el Museo Van Gogh. "Él quería vivir así".

Creciente influencia

Lo japonés ya estaba de moda cuando Van Gogh, que entonces tenía 32 años, llegó a París. Las linternas, las pantallas y el lacado fueron especialmente populares entre los diseñadores de la ciudad. Los artistas también descubrieron la estética japonesa: Monet, Degas y otros coleccionaban grabados japoneses e incorporaban el llamado "Japonismo" en su trabajo.

por Katsushika Hokusai, un artista que inspiró en gran medida el arte de Van Gogh.

En esta etapa, Van Gogh ya conocía la estética japonesa. Había comprado sus primeros grabados en madera en 1885 mientras vivía en Amberes, describiéndolos en una carta a su hermano Theo como "muy interesantes". Empezó a fijar los grabados en la pared de su atelier, buscando inspiración y tratando de comprender su misterioso atractivo.

En París, parece haber desentrañado sus secretos. Mientras acumulaba una colección de unos 600 grabados japoneses (algunos para su propio placer, otros que esperaba vender para obtener ingresos adicionales), comenzó a pintar sus propias versiones de estas imágenes, como si tratara de introducirse en su espíritu estético.

Al principio prácticamente copiando las obras en madera, y con el tiempo adaptando e incorporando su estilo al suyo, integrando las superficies planas, el color brillante, las líneas fuertes y el tema: paisajes nevados, lirios y flores de cerezo.

le escribió a su hermano, reformuló sus ojos en este autorretrato de 1888 para darse la apariencia de un monje japonés.

"La composición es muy importante", explicó Bakker. "Al estudiar estos grabados obtiene nuevas ideas sobre cómo mirar la realidad, cómo enmarcar un paisaje o usar marcados diagonales".

Van Gogh incluso comenzó a pensar en sí mismo como un artista japonés, afirmó Bakker. De hecho, en un autorretrato de 1888, reconfiguró sus ojos para parecerse a un monje japonés, según sus cartas.

Otras convenciones del arte japonés también comenzaron a aparecer en las pinturas del holandés, como los contornos fuertes, la ausencia de sombras y el uso de una perspectiva no aérea.

Colorido y 'alegre'

Pero la calidad decorativa y los colores brillantes de las estampas japonesas parecen ser lo que más impresionó e influyó a Van Gogh, incluso más que el trabajo de sus contemporáneos neoimpresionistas.

"Los grabados japoneses realmente le mostraron un nuevo camino", dijo Bakker. "Él creía que el arte debía ser colorido, debía ser alegre".

presenta motivos que se encuentran comúnmente en el arte japonés de la época, como las montañas cubiertas de nieve.

"Esta es la exposición más colorida sobre Van Gogh que hemos hecho hasta ahora, porque se trata de cómo trabajó con el color y cómo los grabados lo empujaron a hacer cosas atrevidas. Por eso es una exposición muy colorida, muy poderosa, muy jovial".

Después de todo, fue el propio Van Gogh quien escribió en una de sus muchas cartas a su hermano que "no es posible estudiar arte japonés... sin ser mucho más felices y alegres".

Bakker parece estar de acuerdo. "Creo que la exposición también hace eso", señaló. "Y creo que también lo hará para las personas que vengan a verla".

"Van Gogh & Japan" estará en el Museo Van Gogh de Ámsterdam hasta el 24 de junio.