La lectura es fundamental para la felicidad familiar
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(CNN) — Hace un par de años, cuando mi hija mayor tenía ocho años, nos informó amablemente (a mi esposa y a mí) que ya era demasiado grande como para que le leyéramos en voz alta. No tratamos de disuadirla ni de enumerar los muchos beneficios de leerles a los hijos en voz alta (pese a que ya puedan hacerlo solos). Nos sentimos decepcionados, pero respetamos su decisión.
Cuando era pequeña, empezamos un ritual casi diario llamado "Leche y Libros". Pronto se volvió la mejor parte de un día cualquiera porque devorábamos toda clase de libros, desde las hilarantes poesías de Shel Silverstein hasta los recuerdos campiranos dramáticos de Laura Ingalls Wilder. Algunos de los libros eran de los escritores predominantes de nuestra niñez (E.B. White, Roald Dahl, Virginia Lee Burton, Dr. Seuss, Kay Thompson) y otros provinieron de la lista creciente de grandes contemporáneos (Mo Willems, Jon Muth, Kate DiCamillo, Andrew Clements).
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Cuando nuestra hija declaró que ya estaba demasiado grande para participar en nuestro ritual familiar, sospeché que algún compañero de clase la había hecho sentirse avergonzada; tal vez hubiera sido un niño cuyos padres dejaron de leerle en voz alta. Pero no le pregunté por qué quería que paráramos ni revelé mi tristeza. Le encanta leer, así que tal vez nuestra labor estaba concluida, pensé. Me consolé con la idea de que tenía años de recuerdos felices y más años de L&L por disfrutar con su hermana menor.
A dos semanas de haber puesto fin a nuestras lecturas nocturnas, mi hija mayor nos pidió que las retomáramos. Las disfrutaba demasiado como para abandonarlas. Como nos explicó más tarde, "a todos les gusta que les lean, incluso a los adultos". Desde entonces, no las hemos interrumpido. En este momento estamos bien metidos en La brújula dorada, de Philip Pullman.
El valor de leerles a nuestros hijos (tanto para ellos como para nosotros) se refuerza con las cada vez más abundantes investigaciones al respecto. Apenas la semana pasada se publicó un análisis de 19 estudios en el boletín Pediatrics, en el que se descubrió que leer en voz alta era considerablemente benéfico para los niños y sus padres .
En la mayoría de los estudios, en los que participaron más de 3,000 familias, evaluaron tanto a los padres como a los hijos. Al parecer, leer en voz alta fortalece la sensación de competencia de los padres, mejora la calidad de su relación con sus hijos e incluso reduce el estrés o la depresión parental.
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Leer en voz alta a los niños mejora el desarrollo cognitivo de los cerebros jóvenes (el pensamiento, la resolución de problemas, la toma de decisiones) y reduce los problemas conductuales, según las investigaciones.
Como ocurre con los juegos de mesa, leerles en voz alta incrementa los periodos de concentración y de atención. Leer en voz alta tiene mejores resultados que las conversaciones cuando se trata de expresar vocabulario y promover la alfabetización de los niños.
Pese a todo, somos muchos los que dejamos de hacerlo antes de que los niños lo pidan. En Australia, más de una tercera parte de los niños de entre seis y once años, cuyos padres dejaron de leerles en voz alta, quieren que les sigan leyendo .
Mejorar las habilidades de lectura y la capacidad cognitiva de un niño es importante para que tenga éxito en la escuela, en el trabajo y en la vida. Se dice que Roald Dahl dijo: "Si quieres llegar a alguna parte en la vida, tienes que leer muchos libros".
Las conversaciones que los niños entablan sobre temas e ideas contenidas en los libros les ayudan a darle sentido al mundo. Además, es una forma alegre de crear una conexión y de acercarte a tu hijo. Mientras leemos en la cama, mis hijas y yo nos acostamos juntos, a veces apoyados unos en otros. Nos reímos, nos sorprendemos y entablamos conversaciones profundas inspiradas en las novelas. Es el mejor tiempo de calidad de todos.
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Como leer en voz alta es agradable, los padres y los maestros refuerzan el hábito de la lectura en los niños porque se crea una asociación positiva. Es uno de los círculos más virtuosos de ser padre o maestro.
Mi primer trabajo, luego de salir de la universidad, fue como maestro de lectura en una secundaria, a través del programa público Teach for America. En la primera semana de clases, mis alumnos me dijeron que mi labor no tenía sentido porque ya sabían leer. No tenía experiencia ni estaba preparado, así que frecuentemente creía que tenían razón en que no tenía sentido. Pero uno de los rituales que mis estudiantes llegaron a amar —incluso los que lo criticaron al principio— fue dedicar los primeros quince minutos de la clase a leerles en voz alta. Les leía cuentos cortos de Stephen King, de S. E. Hinton y de J. D. Salinger. A diferencia de Matemáticas, Ciencias y Lengua, los estudiantes rara vez llegaban tarde a mi clase. No sé cuánto hice bien, pero leerles en voz alta fue un gran acierto.
Implementar o recuperar el ritual de leer en voz alta
Hacer de la lectura un ritual es tan sencillo como la repetición en cierto momento o situación. Leerles a los niños antes de dormir es popular porque la rutina sirve para que la cuestión de acostarse sea más fácil. ¡Oferta doble!
Pero una vez que están enganchados, no los amenaces con dejar de leerles como castigo. Hubo un lapso breve en el que mi esposa y yo usábamos la hora de leer para forzar la cooperación con las rutinas para acostarse. Amenazábamos con no leerles porque sabíamos que les importaba. Pero siempre nos pareció incorrecto y contraproducente, como castigarlas con no servirles su verdura favorita en la cena. Queremos leerles tanto como ellas quieren que les leamos, así que lo olvidamos.
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Si dejaste de leerles a tus hijos y crees que esa época quedó atrás, no la des por perdida para siempre. Trata de recuperarla. Tal vez no tenga que ser un ritual en este caso. Pregúntales si puedes leerles algo breve (y gracioso también, por qué no) de vez en cuando. Trata de hacerlo discretamente. Tal vez puedas aprovechar cuando enfermen para leerles el libro que han estado leyendo por gusto o por encargo de la escuela. También puedes leerle a tu pareja y hacerles notar que, como dijo mi hija, "a todos les gusta que les lean".
¡Leer en voz alta es como tener un audiolibro personalizado! No hay nada pueril en ello. De hecho, le ayuda a mi esposa a dormir muchas veces. También puedes pedirles que hagan una excepción con un libro que tengas muchas ganas de leerles. Tengo un par de esos, tales como Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, o Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith. En el caso de mi esposa, es La isla de los delfines azules, de Scott O'Dell y La bruja de Blackbird Pond, de Elizabeth George Speare.
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Cuando mi hija nos pidió que dejáramos de leerle, hace dos años, le pregunté si podríamos hacer una excepción con un libro que quería leerle si se enfermaba y tenía que faltar un par de días a la escuela. El libro es La princesa prometida, de William Goldman, y lo leímos el año pasado. Compartir ese libro fue tan mágico como esperaba.
Cuando mis hijas me digan que de verdad es hora de dejar de leerles, me sentiré triste de que ese capítulo termine. Sin embargo, no me arrepentiré de no haber pasado tanto tiempo de calidad como pude con ellas y con los libros que amamos.
David G. Allan es director editorial de CNN Health, Wellness and Parenting. También escribe sobre la aplicación de la filosofía en nuestra vida diaria en The Wisdom Project . Puedes suscribirte aquí .