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11 momentos que cimbraron a la Copa del Mundo

En los 20 torneos ha habido toda una serie de momentos dramáticos y polémicos.
dom 24 junio 2018 07:05 AM

La de Rusia 2018 es la 21ª Copa del Mundo. En los 20 torneos anteriores ha habido toda una serie de momentos dramáticos y polémicos. CNN Sports eligió once que siguen dando de qué hablar hasta el día de hoy.

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1966: El polémico gol de Geoff Hurst. ¿Cruzó la línea?

El Mundial de 1966 ofreció una final caótica en Wembley, la casa espiritual del futbol. Alemania Occidental abrió el marcador. Inglaterra empató y luego tomó la ventaja.

SIGUE AQUÍ la cobertura del torneo: Rusia 2018. El valor del Mundial

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Alemania regresó valientemente con un empate tardío a dos tantos, con lo que el juego se fue a tiempos extra. Entonces ocurrió la controversia.

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nullTras recibir un pase de Alan Ball, Geoff Hurst, de Inglaterra, controló el balón e hizo un tiro alto que superó al arquero pero pegó en el travesaño. El balón rebotó hacia el suelo y fue prácticamente imposible saber si había cruzado la línea. Los jugadores de ambos equipos alzaron las manos y a ello siguieron varios minutos angustiantes.

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El juez de línea de la entonces república soviética de Azerbaiyán, Tofik Bakhramov, primero negó el gol y luego, tras consultar con el árbitro, se aceptó.

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Los alemanes occidentales, desilusionados y con las piernas agotadas, dejaron que Hurst corriera por la cancha mientras los aficionados ingleses, jubilosos, se metían desde las gradas. El comentarista británico, Kenneth Wolstenholme lo resumió en una famosa frase: "Hay algunas personas en la cancha. Creen que todo ha terminado". Hurst anotó un tercer tanto y luego un cuarto, tras lo que Wolstenholme concluyó: "¡Ahora sí!".

El cuarto gol dejó el partido definitivamente fuera del alcance de Alemania Occidental y definió a Inglaterra como ganador de la copa Jules Rimet en casa, por primera y única vez.

1970: La celebración alocada de Pelé marca la pauta contra Italia

Ésta bien podría ser la imagen más perdurable del Mundial. Es muy adecuado entonces que Edson Arantes do Nascimento, mejor conocido como Pelé —el que podría ser el jugador más relacionado con esta competencia— haya estado en el centro de todo.

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En la final contra Italia en la Ciudad de México, Pelé, que estaba jugando su tercera final de la Copa del Mundo, saltó para recibir un pase largo de Rivelino. Parecía que flotaba frente a la portería cuando hizo un poderoso remate de cabeza que culminó en tanto. Fue el centésimo gol de la Seleção en un Mundial y abrió el marcador en lo que terminaría en un 4-1 sobre Italia.

El número 10, a quien en general se considera el mejor jugador de todos los tiempos, dio vueltas de alegría, saltó por los aires y quedó envuelto en el abrazo de oso de Jairzinho.

En el aire, sacudió el puño tres veces mientras sonreía de oreja a oreja. Sus compañeros llegaron a felicitarlo porque había puesto al equipo de Brasil —al que también se considera uno de los mejores del deporte— en ruta hacia su tercera copa Jules Rimet. En el segundo tiempo, se sumaron los tantos de Gerson, Jairzinho y Carlos Alberto.

El legado de Pelé se había consolidado.

1974: La magia de "el Cruyff"

El futbol es un deporte de equipo, pero de cuando en cuando hay un momento de genialidad individual que deja sin aliento a un estadio… y al mundo entero.

Eso fue lo que ocurrió en Dortmund en 1974, en un partido de la fase de grupos contra Suecia. Johan Cruyff, el holandés impredecible, desconcertó a su oponente con una gambeta fabulosa que después adoptaría su nombre: el giro de Cruyff.

Tras recibir diestramente un pase elevado, el genio holandés se enfrentó al defensa sueco Jan Olsson, justo afuera del área. En un instante, engañó al sueco jalando el balón por detrás de su pierna de apoyo y giró alejándose del defensa hacia la portería.

Olsson se quedó clavado en donde estaba, tratando de mantenerse en pie. Sin duda pensaba lo que seguramente pensaban todos los espectadores: "¿Qué diablos acaba de pasar?".

La jugada terminó en nada, pero definió la genialidad de un equipo holandés cuya filosofía del "futbol total" revolucionó el deporte.

Cruyff anotó tres tantos en el Mundial de 1974: dos contra Argentina, en la segunda ronda, y luego contra Brasil en un 2-0 que catapultó a Holanda a la final, en donde cayeron ante el anfitrión, Alemania.

1982: La falta de Schumacher contra Battiston

El Mundial puede darnos momentos de belleza sublime, pero también puede haber muchas cosas feas.

Uno de estos momentos ocurrió en 1982, en la semifinal entre Francia y Alemania Occidental. El partido se recordará por siempre por el momento discordante en el que el francés Patrick Battiston, quien había entrado de cambio, cayó por el embate del arquero alemán, Harald Schumacher.

A la mitad del segundo tiempo, Battiston se dirigía a la portería tras recibir un pase de Michel Platini. Iba solo contra Schumacher cuando lo planchó el cancerbero alemán , quien salió del arco para atrapar el balón.

Tras la colisión en el aire, el galo quedó tirado en el pasto, inconsciente. El balón pasaba por fuera del poste mientras los jugadores corrían a asistirlo. Tuvieron que sacarlo en camilla.

El teutón, quien evitó la tarjeta roja y que ya expió su culpa en el incidente, se hizo a un lado para estirarse mientras el carrito de asistencia sacaba al francés del campo. Los aficionados franceses se pusieron furiosos por la aparente falta de interés del portero alemán en el bienestar de su oponente y cada vez que intervenía en una jugada, la afición lo abucheaba.

El partido terminó 3-3 en una noche estridente en Sevilla. Alemania avanzó a la siguiente fase tras derrotar con un penal a un contingente francés aún perturbado por el terrible choque.

1986: La "mano de Dios" de Diego… y el "Gol del Siglo"

Incluso los apóstatas del juego bonito saben del infame incidente de "la mano de Dios".

En el Mundial de México, en un momento en el que hervían las tensiones entre Argentina e Inglaterra por el conflicto de las islas Malvinas, las condiciones eran ideales para un encuentro feroz.

Si a eso sumamos la genialidad rimbombante de Diego Maradona y un partido de cuartos de final contra los ingleses, era evidente que habría muchos incidentes. Y así fue.

Tras un primer tiempo frenético y rudo, en el que ambos equipos desaprovecharon las oportunidades, Maradona tuvo una oportunidad unos minutos después de comenzado el segundo tiempo. Un pase fallido volaba a las manos del portero inglés, Peter Shilton, cuando el diminuto 10 de Argentina, que iba a toda velocidad, saltó para alcanzar el balón y lo empujó con el puño hacia la red .

El equipo inglés, horrorizado, rodeó al árbitro tunecino Ali Bin Nasser, pero el polémico tanto se mantuvo. Minutos después, casi como para redimirse de la trampa descarada, Maradona se quitó a gran parte de los jugadores ingleses y rodeó a Shilton en una demostración sublime de habilidad que, hasta el día de hoy, se considera el mejor gol del Mundial.

Inglaterra logró anotar un tanto, pero fue demasiado tarde. Los dos goles tan diferentes de Maradona llevaron al equipo albiceleste a la semifinal y después, a la gloria del Mundial.

1990: El festejo de Roger Milla

El de Italia en 1991 fue uno de los Mundiales con más clase y definitivamente se benefició de las danzas de festejo llenas de estilo de la leyenda camerunesa, Roger Milla.

Antes de sus danzas alegres, en la zona de tiro de esquina o frente a los aficionados, los festejos de los goles solían ser un asunto salvaje y sin estructura.

Pero en los cuatro goles que hizo en el campeonato —una racha que llevó a los africanos a los cuartos de final, lo más lejos que había llegado un equipo africano hasta entonces—, Milla inyectó clase y humor con su interpretación personal del tango.

El equipo inició la fase de grupos derrotando al campeón defensor, Argentina, y luego a Colombia en octavos de final. En ese partido, Milla, la estrella indudable del equipo camerunés —si no es que de todo el Mundial— venció a otro personaje inolvidable del torneo, el portero René Higuita, con el segundo tanto en tiempos extra.

1994: El fatídico autogol de Escobar

Otro recordatorio de que en el Mundial es posible vivir el dolor junto con la alegría es el autogol del colombiano Andrés Escobar, en el torneo de 1994. Este error provocó la eliminación de su equipo y a final de cuentas, su muerte. Fue una consecuencia trágica del emocionante torneo en Estados Unidos.

El 2 de julio, tras solo seis días de haber regresado a su país, Escobar fue abatido en las calles de Medellín. Ésta bien podría ser la hora más oscura del futbol colombiano. El asesinato se relacionó con narcotraficantes que habían perdido apuestas cuantiosas por la descalificación de Colombia en la fase de grupos, pero nunca pudo demostrarse.

Humberto Castro Muñoz, guardaespaldas del cártel, confesó el asesinato. Sin embargo, muchos especulan que no actuó solo y que lo contrató un cártel que había perdido mucho dinero en apuestas en Colombia.

Incluso en la edición más reciente del Mundial, en Brasil, hubo tributos de parte de sus familiares, de sus fans y de sus antiguos compañeros de equipo.

"Andrés Escobar, siempre en nuestro corazón", tuiteó Carlos Valderrama, seleccionado colombiano y antiguo compañero de Escobar. "Nunca olvidaremos tu amabilidad, tu humildad y tu lucha. Te extraño, hermano. Te extraño".

1988: El momento de genialidad de Bergkamp

El escenario: los cuartos de final. El partido: Holanda contra Argentina en el estadio Vélodrome de Marsella. Van 1-1 y el silbatazo final está cerca. Cuando parece que los tiempos extra son inminentes, Frank de Boer lanza un pase largo y alto desde el fondo del área holandesa que el maestro holandés, Dennis Bergkamp, alcanza hábilmente con el pie derecho dentro del área. La leyenda del Arsenal mata el balón y lo pasa a su pie izquierdo mientras esquiva a Roberto Ayala.

Con su tercer toque, con el pie derecho, supera al arquero Carlos Roa. Tres toques perfectos para transformar un pase especulativo desde el fondo de la cancha en uno de los momentos de destreza más magníficos que se hayan visto en un Mundial. Sigue siendo el gol casi matemático favorito de Bergkamp en una carrera larga y variada. Aun años después pudo narrarlo en detalle en una entrevista para la revista de futbol FourFourTwo .

"¿Que cómo lo hice? Primero, hice contacto visual con Frank de Boer, él iba a pasar el balón. Luego, arranqué y me alejé del defensa seis yardas. El balón venía sobre mi hombro. Corrí en línea recta, salté para alcanzar el balón y lo bajé. Con el segundo toque lo metí para asegurarme de deshacerme de Ayala y tener un mejor ángulo de tiro. Apunté al poste izquierdo y le di efecto".

Por su frialdad en el campo cuando jugó para el Arsenal y para Holanda, Bergkamp se ganó el apodo de "el hombre de hielo", nada que ver con el entusiasmo con el que un comentarista holandés narró la espectacular jugada de ese día: "¡Dennis Bergkamp! ¡Dennis Bergkamp! ¡Dennis Bergkamp! ¡Dennis Bergkamp! ¡Aaaaaaaaah!".

2006: El coup de boule

Ocho años después de su triunfo en París, los franceses estaban nuevamente en la final. Pero esta vez, terminaría de forma diferente.

Zinedine Zidane, héroe del torneo de 1998, estaba envejeciendo y declaró públicamente que el partido en Berlín, esa tarde de julio, sería el último. Hacía poco se había retractado de su compromiso de retirarse.

Igual que en la final de la Eurocopa de 2000, el rival de Francia fue Italia. El partido se puso interesante cuando Zidane se acercó al manchón penal para cobrar una falta contra su compañero Florent Malouda. Con un tiro desenfadado, derrotó a Gianluigi Buffon y abrió el marcador.

Marco Materazzi consiguió el empate unos minutos después. El marcador se quedaría así hasta el final de los 120 minutos. Pero el goleador italiano fue el que puso en marcha una serie de eventos que llevaron a la expulsión del talismán francés, Zidane.

Cuando regresaban al centro de la cancha, el italiano le dijo algo al capitán francés. Zidane avanza, pero evidentemente hace una pausa para pensar en su reacción. Se da la vuelta y entonces, inclinando la cabeza como un toro, embiste al italiano en el pecho . Materazzi se deja caer y se contorsiona. Zidane recibe una tarjeta roja en su último partido.

Italia ganó la serie de penales 5-3.
Tristemente, la imagen del torneo oscila entre el momento del impacto y la imagen de Zidane, indudablemente el mejor jugador de su generación, pasando a un lado de la Copa del Mundo que nunca más volvería a alzar en sus manos.

2010: Suárez y su jugada de balonmano

A veces tienes que hacer lo que sea para ganar. Si no, pregúntenle a Maradona. Otra mano infame que pasó a la historia de los Mundiales en la edición del 2010 fue la del partido entre Uruguay y Ghana, en los cuartos de final en Sudáfrica.

Conforme el partido se acercaba a los tiempos extra, en un coro incesante de miles de vuvuzelas, la estrella uruguaya, Luis Suárez, se enfrentó cara a cara con un gol casi seguro del ghanés Dominic Adiyiah en una jugada en la que el balón rebotó por el área luego de un tiro libre. ¿Qué hizo el delantero? Parado en la línea de meta, estiró la mano instintivamente y empujó el balón a las manos de Fernando Muslera, el portero uruguayo. Pese a que se encogió de hombros e hizo como si él no hubiera hecho nada, Suárez sabía que lo habían agarrado con las manos en la masa y aceptó su expulsión.

Salió de la cancha y dejó a la escuadra uruguaya con un hombre menos, pero lo más importante, sin un gol de desventaja. Asamoah Gyan, distraído y nervioso, falló el penal mientras Suárez celebraba desde el túnel, como si hubieran ganado en los tiempos extra

Después de eso, los ghaneses perdieron la concentración. Se les notaba que se sentían traicionados y no pudieron hacer más que mirar cómo los uruguayos los superaban en la ronda de penales para avanzar a la siguiente ronda.

2014: El derrumbe de Brasil

Cuando Brasil ganó la sede del Mundial de 2014, se suponía que sería la celebración del jogo bonito. Tras 64 años, el futbol finalmente regresaría a casa.

Sin embargo, el torneo provocó una gran resistencia en las calles de la sede: los ciudadanos protestaban por el costo de un torneo extravagante en un país muerto de hambre, con pésimos servicios públicos.
Ese malestar llegó hasta la cancha.

Tras un inicio prometedor en su primer partido contra Croacia, la Seleção no logró adoptar un estilo llamativo. Ni siquiera la victoria 4-1 sobre Camerún tuvo la elegancia y la fluidez que los brasileños esperan de su selección. Sin embargo, bajo el mando de Luiz Felipe Scolari, llegaron afanosamente a la semifinal contra Alemania.

Allí fue donde todo se derrumbó. El gol con el que Thomas Müller abrió el marcador en el minuto 11, en el estadio Mineirão de Belo Horizonte, fue un mal augurio. Doce minutos después, iban 2-0. Luego, 3-0. Luego, 4-0.

Brasil estaba noqueado y después de 30 minutos, el marcador era increíble: 5-0 . Los brasileños no podían entender qué estaba pasando cuando entraron dos goles más, cortesía de André Schürrle.

El gol de la honra, de parte de Oscar, cayó en el tiempo adicional, pero para entonces, el daño al equipo y al estado de ánimo del país estaba hecho.

Era de esperarse que cuatro días después, los jugadores, devastados, capitularan en el partido por el tercer lugar contra Holanda. Su humillación, en su propia casa, estaba completa al fin.

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