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'House of Cards' trata se salir adelante sin Kevin Spacey, ¿lo logrará?

La última temporada de la serie de Netflix eleva a Claire Underwood, interpretada por Robin Wright, al estatus de Comandante en Jefe.
vie 02 noviembre 2018 06:57 PM
Dos estilos.
Dos estilos. Claire aporta un poco más de sutileza al proceso de gobernar, pero no es menos hábil que Frank Underwood.

(CNN)- House of Cards y Roseanne no tienen mucho en común, pero sus nuevas temporadas enfrentan una situación nada envidiable: tratar de seguir adelante sin su protagonista, cuya salida fue desencadenada por una controversia fuera de pantalla.

Lidiando con esa mala racha, los escritores de House of Cards han respondido con una temporada final truncada, en la que se eleva el personaje de Robin Wright (Claire Underwood) al estatus de Comandante en Jefe, mientras se sigue ofreciendo una ventana al mundo de las luchas políticas.

Una queja inicial sobre la serie fue que el personaje de Kevin Spacey, Frank Underwood, siempre parecía estar jugando un ajedrez tridimensional, mientras que el resto parecía estar jugando damas. No es de extrañar que sus oponentes políticos cayeran ante él, mientras rompía la cuarta pared para narrar ansiosamente su desesperación a la audiencia.

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Spacey, sin embargo, se ha ido tras unas acusaciones de mala conducta sexual. Esto hace más alto el foco en la esposa de Underwood, Claire, que aporta un poco más de sutileza al proceso de gobernar, pero no es menos hábil al manipular a aquellos que la rodean.

Eso está bien, en la medida de lo posible, pero solo si los giros proporcionan suficiente resistencia para mejorar el drama subyacente.

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La nueva temporada de House of Cards (de la que fueron previsualizados cinco de los ocho episodios antes de su estreno) le da a Claire antagonistas sacados de los titulares de prensa, como los multimillonarios hermanos Koch: interpretados por Greg Kinnear y Diane Lane.

Aunque el poder de la estrella es impresionante, el juego que están jugando —muy transparente— se siente un poco menos así.

La búsqueda de una explicación por la ausencia de Frank no se siente exactamente orgánica en la narrativa, pero le agrega un poco de diversión a la trama. Al menos, la historia trae varias posibilidades dramáticas en juego, incluso aunque sea difícil dejar escapar el sentimiento de que esto no hubiera sido así si Spacey no hubiera tenido que salir de la manera en que salió.

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Más ampliamente, la serie siempre operó entre una versión exagerada de la política, uniendo ecos de escenarios del mundo real (una exprimera dama que asciende a la Oficina Oval, rusos viles y miembros del gabinete rebeldes) con los espléndidos escenarios de una novela.

Quizás es por eso que los presentadores de noticias y los expertos siguen ansiosos por aparecer en los cameos, incluso si la mayoría de ellos demuestra que son más adeptos en sus tareas diarias que en la actuación.

Wright ciertamente proporciona una presencia dominante en el centro de la vorágine demostrando, de nuevo, una mezcla de agallas y crueldad que hacen a Claire tan malvada como Frank. Aún así la situación de Spacey no es el único evento fuera de cámaras que se entrometió en las florecientes imaginaciones del show, con el gobierno de Trump habiendo hecho todo lo posible para que incluso los dramas políticos más exagerados puedan competir por su dinero.

Como una cuestión práctica, es fácil ver por qué aquellos asociados con House of Cards querían mantener la serie a flote, aunque solo fuera para proporcionarle a esta serie exclusiva —que junto con Orange is the new Black, ayudó a Netflix a tener un lugar en el mapa— un cierre satisfactorio.

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Dicho esto, no se puede escapar a la incomodidad que rodea esta sexta y última temporada, una inevitable consecuencia de tener que barajar las cartas, creativamente hablando, después de descartar uno de sus ases.

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