Esta isla colombiana se queda sin espacio

Existe el temor de que Santa Cruz del Islote sea víctima del aumento del nivel del mar, ya que experimenta inundaciones frecuentes y se cree que algún día desaparecerá bajo la marea.
De acuerdo con los lugareños, en la isla no hay delitos aquí, por lo que no necesitan cuerpos policiacos.

Nota del editor: Lucy Sherriff es una periodista multimedia independiente radicada en Bogotá que cubre temas de medio ambiente, viajes y género.

Santa Cruz del Islote, Colombia (CNN) - Desde la distancia, es difícil determinar qué es Santa Cruz del Islote. Sobre mar, la isla, una de las más densamente pobladas del mundo, parece estar flotando.

De hecho, Santa Cruz, ubicada en el archipiélago de San Bernardo en el Golfo de Morrosquillo, se asienta sobre una combinación de lecho marino elevado y coral. Es una de las 10 islas en el archipiélago.

Cuenta la leyenda que pescadores de las islas cercanas pasaron una noche en Santa Cruz y decidieron

cuando se dieron cuenta de que no había mosquitos. Los lugareños atribuyen el entorno libre de mosquitos a la ausencia de manglares y playas.

Santa Cruz no es un destino isleño convencional. No hay ningún lugar para que los visitantes pernocten. Los turistas a menudo pasan la noche en el hotel Punta Faro en la vecina isla de Múcura, y viajan a Santa Cruz en lancha rápida para explorarla por unas horas.

Es como entrar en una novela de Gabriel García Márquez. Santa Cruz presenta una forma de vida inocente y onírica (no hay policía en la isla), y las coloridas casas se heredan de generación en generación, por lo que todos los residentes son nativos.

Algunas estimaciones le dan 1,200 habitantes a la isla, que es aproximadamente del tamaño de dos campos de fútbol. Pero algunos dicen que la población es más pequeña.

Lee: 'Distrito Salvaje', la serie sobre un guerrillero colombiano llega a Netflix

Compacto. Santa Cruz del Islote es del tamaño de dos campos de futbol.

Juvenal, un sexagenario que ha vivido en Santa Cruz toda su vida,

unos 900. "Nos molestamos porque los medios siempre dicen que la isla está más poblada de lo que está", se queja quien parece actuar como líder de la comunidad, guía turístico y portavoz, todo en uno.

Cual sea la población (que se desconoce ya que no se ha llevado a cabo ningún censo durante décadas), Santa Cruz está apretujada. Alrededor de 115 casas están apelotonadas entre sí, los hombres mayores de ojos amables y rostros curtidos se sientan en sus sillas a beber cerveza, los adolescentes en las calles bailan al ritmo de la champeta y las jóvenes madres charlan en las tienditas de la esquina.

Juvenal entra y sale de los sinuosos callejones y señala los diversos atractivos de la isla -una iglesia aquí, una escuela allá- y habla sobre la vida pacífica y relajada. "No hay delitos aquí", dice con una sonrisa orgullosa. "No tenemos policía y tampoco la necesitamos".

Se detiene en una pequeña plaza, marcada por una gran cruz blanca. Es un buen lugar para una sesión fotográfica, explica, ya que esta cruz le da su nombre a la isla.

Una reciente asociación con el hotel Punta Faro ha resultado en la creación de un pequeño acuario

en Santa Cruz.

Antes los lugareños trataban a las tortugas de la misma manera que a las gallinas, las mataban por su carne. Ahora, desenredan con cuidado a las tortugas atrapadas en sus redes de pesca y las cuidan hasta que el equipo de conservación del hotel las recoge.

Los turistas pueden pagar una pequeña tarifa para ingresar al acuario, que también alberga pequeños tiburones, rayas y peces.

Salvo eso, Santa Cruz está lleno de casas. Los isleños han tenido que comenzar a construir hacia arriba, ya que el espacio se ha agotado en el suelo.

"Es una preocupación para el futuro", admite Juvenal. "Nos estamos quedando sin tierra, y no sé cuál es la respuesta. No podemos seguir construyendo arriba y arriba".

Pero

de Santa Cruz no quieren tu lástima. "Somos felices", dice Juvenal. "¿En qué otro lugar del mundo no hay necesidad de policía? ¿Dónde más puedes tener una isla solo para tu pequeña comunidad?

"Todos los días me despierto con el sonido y la vista del mar. No me gustaría vivir en ningún otro lugar".

El problema del espacio. Las casas se transmiten de generación en generación en Santa Cruz y los isleños se están quedando sin espacio.

Visitar Santa Cruz

Los visitantes deben pagar 3,000 pesos colombianos (un dólar) al llegar a la isla. En los últimos años la afluencia de mochileros ha crecido, ellos toman fotos de los isleños como si estuvieran visitando un zoológico.

"Fue muy irrespetuoso", dice Juvenal. "Ahora cobramos algo, y les hacemos un recorrido, para que los turistas se den cuenta de que no solo estamos aquí para ser observados, sino que pueden aprender sobre nuestra cultura".

El dinero de los recorridos se destina a los esfuerzos de conservación y al funcionamiento diario de la isla, como la compra de agua potable, que un barco lleva una vez cada pocas semanas.

Existe el temor de que la isla sea víctima del aumento del nivel del mar. Alejandro Alzate, gerente general y copropietario de Punta Faro, dice que Santa Cruz experimenta inundaciones con regularidad y que

bajo la creciente marea.

"Pero los lugareños no quieren saber de esto", suspira. "No quieren escuchar, pues significa que con el tiempo tendrán que mudarse. Y la vida en Santa Cruz no es algo que puedas encontrar en otro lado”.

"La gente se enorgullece de vivir allí. Es más que solo una comunidad, es una cultura, una forma de vida. No quieren irse a ningún otro lugar".

La vida en la isla puede parecer confusa, pero es un caos organizado, y para los isleños, funciona estupendamente.