A raíz de la colisión con el teórico protoplaneta bautizado Theia, una enorme cantidad de materiales livianos, como silicatos, fue lanzada al espacio y en órbita, bajo el influjo de la gravedad, se aglutinó y formó la Luna.
El núcleo más denso y pesado de Theia, de hierro y níquel, se hundió hacia la profundidad de la Tierra, lo que explica la diferencia de densidad entre el planeta y su satélite.
A pesar de décadas de esfuerzos, los científicos no han podido encontrar ninguna evidencia de Theia.
Pero ahora una investigación liderada por científicos de Estados Unidos y publicada en la revista Nature sugiere que las pruebas son las dos burbujas, de material diferente a su entorno, enterradas a 2,900 kilómetros de profundidad, cuya existencia se conoce desde hace cuatro décadas pero que nadie había podido explicar.
Estas burbujas, muy aplastadas y con forma de lágrimas, cada una de ellas del tamaño de un continente, se ubican en el límite entre el manto y el núcleo terrestre, una bajo Africa y la otra bajo el Océano Pacífico.
Los científicos determinaron que las burbujas son mucho más calientes y densas que la roca circundante, pero casi todo sobre ellas sigue siendo un misterio.
La nueva investigación sugiere que ambas son "reliquias enterradas" de Theia.
Qian Yuan, investigador de geodinámica del Instituto de Tecnología de California y autor principal del trabajo, dijo a AFP que era "muy extraño" que no se hubiese encontrado evidencia del impacto de Theia.