Los peligros de la tecnología, según el budismo
El abuso de la tecnología, conforme con Karam, puede ser muy detrimental para la salud mental y emocional de la persona, en el sentido de causar la ilusión de bienestar sin fundamento en la realidad.
“La tradición budista es muy enfática en que la tecnología, en todas sus diferentes manifestaciones, puede aportarnos bienestar hedónico, pero no genuino, y este último no depende de dispositivos, herramientas o estrategias tecnológicas, sino más bien del desarrollo óptimo mental”, precisa.
En este contexto, el budismo contempla la tecnología como una causa cooperativa del bienestar, pero advierte que no debe interpretarse como una causa sustancial del mismo.
“Porque la causa sustancial del bienestar genuino es interno y no depende de ningún factor externo”, asevera Karam.
Dicho de otra manera, para el budismo ningún dispositivo tecnológico es en sí bueno o malo, todo depende de cómo se utiliza; si favorece las causas del bienestar genuino, es positivo; si las degrada, es negativo.
“La gente debería de vincularse con la tecnología con mucha presencia mental y no depositar sobre ella una demanda de bienestar que no puede satisfacer”, aconseja Karam.
La tecnología, aunque actualmente se relaciona mayormente con gadgets y conectividad, comenzó desde hace miles de años, porque su definición general es simplemente el uso inteligente de herramientas de cualquier tipo, según Jonathan Zamacona, catedrático de medios digitales en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), quien comparte lo siguiente:
“La rueda está considerada como ese primer paso en la evolución de la tecnología, y ésta siempre tendría que emplearse para mejorar la calidad de vida del ser humano, así lo inculcamos en la academia; sin embargo, no siempre ocurre así porque en la realidad pesa mucho el interés económico por encima de lograr un bien social”.
Zamacona, al igual que Karam, no considera que la tecnología sea nociva en sí misma, pero percibe sus riesgos cotidianamente en estudiantes universitarios, quienes suelen distraerse con tabletas o teléfonos celulares.
“Entiendo que mis alumnos consideren los gadgets como extensiones de su cuerpo, por lo que no los prohíbo, sino que llego a un acuerdo con ellos para que los utilicen en clase con fines solamente académicos, con la intención de que tengan un mayor engagement entre lo que están aprendiendo en el plano físico (el aula) y lo que están consumiendo en el entorno digital”.