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Al Dalai Lama le gusta la tecnología y el budismo es software mental: Tony Karam

Desde la rueda hasta el metaverso, se han desarrollado herramientas. El presidente de Casa Tibet México analiza sus implicaciones más allá de su función evidente de resolver problemas cotidianos.
sáb 22 octubre 2022 07:48 AM
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El budismo es considerado como una especie de metaprogramación que corrige la percepción distorsionada de la realidad.

La figura de un monje es antagónica a la de un geek; no obstante, en el caso del Dalai Lama los opuestos se unen.

De acuerdo con Tony Karam, presidente de Casa Tibet México, a dicho líder espiritual le atraen los avances de la modernidad.

“El Dalai Lama es muy afecto a la tecnología. Desde una edad muy temprana mostró una gran afinidad por el hobby de la relojería y, en consecuencia, pasaba parte de su tiempo desarmando y armando relojes, lo cual fue progresando a diferentes tipos de máquinas. Es una persona muy curiosa y constantemente trabaja investigando todo tipo de mecanismos; además, le interesa mucho la ciencia y la importancia que la tecnología tiene en el desarrollo del bienestar humano en general”, expresa Karam.

Sin embargo, para el budismo, cúmulo de creencias y prácticas espirituales fijadas por el príncipe Gautama a fines del siglo VI a.C., la tecnología también puede convertirse en un obstáculo para el desarrollo pleno del ser humano.

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Los peligros de la tecnología, según el budismo

El abuso de la tecnología, conforme con Karam, puede ser muy detrimental para la salud mental y emocional de la persona, en el sentido de causar la ilusión de bienestar sin fundamento en la realidad.

“La tradición budista es muy enfática en que la tecnología, en todas sus diferentes manifestaciones, puede aportarnos bienestar hedónico, pero no genuino, y este último no depende de dispositivos, herramientas o estrategias tecnológicas, sino más bien del desarrollo óptimo mental”, precisa.

En este contexto, el budismo contempla la tecnología como una causa cooperativa del bienestar, pero advierte que no debe interpretarse como una causa sustancial del mismo.

“Porque la causa sustancial del bienestar genuino es interno y no depende de ningún factor externo”, asevera Karam.

Dicho de otra manera, para el budismo ningún dispositivo tecnológico es en sí bueno o malo, todo depende de cómo se utiliza; si favorece las causas del bienestar genuino, es positivo; si las degrada, es negativo.

“La gente debería de vincularse con la tecnología con mucha presencia mental y no depositar sobre ella una demanda de bienestar que no puede satisfacer”, aconseja Karam.

La tecnología, aunque actualmente se relaciona mayormente con gadgets y conectividad, comenzó desde hace miles de años, porque su definición general es simplemente el uso inteligente de herramientas de cualquier tipo, según Jonathan Zamacona, catedrático de medios digitales en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), quien comparte lo siguiente:

“La rueda está considerada como ese primer paso en la evolución de la tecnología, y ésta siempre tendría que emplearse para mejorar la calidad de vida del ser humano, así lo inculcamos en la academia; sin embargo, no siempre ocurre así porque en la realidad pesa mucho el interés económico por encima de lograr un bien social”.

Zamacona, al igual que Karam, no considera que la tecnología sea nociva en sí misma, pero percibe sus riesgos cotidianamente en estudiantes universitarios, quienes suelen distraerse con tabletas o teléfonos celulares.

“Entiendo que mis alumnos consideren los gadgets como extensiones de su cuerpo, por lo que no los prohíbo, sino que llego a un acuerdo con ellos para que los utilicen en clase con fines solamente académicos, con la intención de que tengan un mayor engagement entre lo que están aprendiendo en el plano físico (el aula) y lo que están consumiendo en el entorno digital”.

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La frontera entre la realidad y el espejismo

Cuando los contenidos digitales se vuelven inmersivos con ayuda de gafas de realidad aumentada, la experiencia es todavía más cautivante. Se convierte en una especie de universo alterno donde no solamente los estudiantes interactúan, sino también los profesionistas.

En esto consiste el metaverso, una de las cumbres del desarrollo tecnológico. En 10 años se estima que esté disponible en la vida cotidiana de todos los usuarios digitales, de acuerdo con Caroline Souza, ejecutiva comercial de Workplace, en Meta Latinoamérica.

La idea es proporcionar al ser humano la oportunidad de poder migrar a mundos digitales cuando y como quiera, al esquivar las barreras físicas que, a veces, impiden la comunicación cercana.

“Se trata de brindar esa sensación de presencia, de conexión real, pero en espacios virtuales”, apunta Souza.

Caroline es testigo de ello, pues aunque nació y vive en Brasil, actualmente hace trabajo remoto desde una oficina de la Ciudad de México, donde cuenta con la infraestructura física básica como escritorio, mesa, silla, lámpara y cafetera, pero también dispone de gafas de realidad virtual con las que, de modo inmersivo, ingresa a reuniones o cursos junto con personas situadas en su país natal.

“A menudo la gente cree que el futuro va a ser completamente digital y que vamos a quedarnos encerrados en nuestras casas, aislados, pero no es así, porque siempre podremos convivir con otras personas cuando exista la posibilidad de estar físicamente en la misma oficina”, aclara esta ejecutiva.

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El budismo es un software mental

Cada vez es más imprescindible conferir la justa utilidad a los entornos virtuales inmersivos, para que éstos no adquieran un rango de influencia desproporcionado.

“El metaverso puede convertirse en un factor adicional de alienación del entorno social, en un incentivo para que el ser humano se divorcie de su realidad inmediata y de la responsabilidad que tiene con el mundo”, explica Tony Karam.

En este dilema de saber discernir entre la realidad y los espejismos, el budismo parte de un planteamiento simple: sufrimos porque no vemos el mundo con claridad; por tanto, la causa primaria del bienestar consiste en enmendar esa alteración interpretativa, de manera similar a un programa que, cuando se instala y echa a andar, hace funcionar adecuadamente una computadora.

“El budismo es un software muy sofisticado para la mente humana, una especie de metaprogramación que tiene como objetivo corregir la percepción distorsionada que tenemos del mundo y sustituirla por un modelo cognitivo que permite ver las cosas como son”, afirma Karam.

El príncipe Gautama propuso la doctrina del camino medio después de haber escuchado el sonido de un violín desafinado por tener las cuerdas o muy tensas o muy flojas. El sonido agradable (la percepción no distorsionada de la realidad) se escuchaba solamente cuando las cuerdas estaban en el punto medio entre esos extremos disonantes.

Y en esto convergen Karam, Zamacona y Souza: la tecnología es benéfica para el ser humano siempre y cuando se sitúe lejos de la estridencia de las exageraciones perniciosas.

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