Empresas que crean riqueza en la comunidad… y en sus reportes financieros
Ganar-ganar. Este es el objetivo de las estrategias de valor compartido (shared value) de las empresas, un modelo conocido también como negocios inclusivos y que implica incluir a la población de menos recursos en las cadena de valor de las empresas, ya sea como consumidor, distribuidor o proveedor.
“Se trata de generar beneficios a las empresas y un impacto positivo a la comunidad”, explicó Robert Kaplan, profesor emérito de la escuela de negocios de Harvard. “Son proyectos con impacto, que son medidos para poder replicar su modelo”.
El especialista, que participó en el Harvard Business Review (HBR) Summit, que se celebra por tercer año consecutivo en México, en colaboración con el IPADE, explicó que ante los retos que presenta el capitalismo, como la desigualdad, la pobreza y las fallas en el sector público en materia de educación y salud -factores que pueden afectar a la productividad de las empresas- el sector privado debe tomar un papel para presentar soluciones.
No se trata de proyectos filantrópicos y es un paso más allá de la responsabilidad social corporativa. “Queremos que la empresa no solo comparta su reporte financiero, también su impacto en la comunidad”, afirmó.
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La clave está en medir los beneficios, porque si la empresa no tiene resultados financieros, no va a invertir. Y sobre todo, crear puentes con el sector público y las organizaciones no gubernamentales, para poder acercarse a las comunidades donde se desarrollan los proyectos.
Estos son dos casos analizados por HBR que han demostrado resultados positivos:
1. Productores de maíz en Uganda. De un lado, en el país africano 70% de la población vive de la agricultura de subsistencia, con cultivos poco productivos. Del otro, la principal cervecera del país y la región, Nile Brewery United, importaba sus insumos de maíz de Latinoamérica y otras latitudes y tenía el objetivo de incrementar su producción.
En 2009, la consultora Palladium recibió fondos de la USAID, la agencia de cooperación al desarrollo estadounidense, para crear una cadena de suministro en el país africano. A través de una firma local, AgroWays, se negoció con la cervecera para financiar el proceso de modernización y tecnificación de los cultivos. Además, implementó un programa de educación y salud.
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Como resultado, hoy 27,000 agricultores (52% de ellos mujeres) son proveedores de la cervecera y han incrementado en 30% el precio de sus productos por tonelada. La empresa, por su lado, sustituyó parte de sus importaciones y obtuvo un proveedor a menor precio y con mayor calidad. AgroWays incrementó sus ventas en 480 toneladas por año.
2. El Salvador: en un país con solo 38% de su población con estudios universitarios y 300,000 jóvenes en riesgo de exclusión social, las empresas tienen serios problemas para encontrar personal calificado. Para disminuir el problema, las organizaciones no gubernamentales y las consultoras de cooperación al desarrollo trabajaron con compañías de retail, hotelería y mantenimiento aéreo para crear un programa de capacitación adaptado a sus necesidades.
Como consecuencia, en dos años Walmart ya había contratado a 380 jóvenes participantes de esta iniciativa. Además, redujo su rotación de personal en 30% y en 15% su costo de entrenamiento.
"La base para crear un ecosistema sustentable es identificar las oportunidades de transformar un sistema ineficiente en uno que genere riqueza. Para ello, hay que buscar fuentes de financiamiento y co-inversionistas potenciales", señaló Kaplan. Estos pueden ser las agencias de cooperación y los organismos multilaterales. Contar con un socio local, una organización no gubernamental ya en el terreno, para construir relaciones con la comunidad impulsará el éxito, que siempre debe ser medido y ser monitoreado.