¿De verdad eres disruptivo?
Esa tienda de helados de yogurt está vendiendo mucho. Seguro es porque su modelo es “disruptivo”. Casi se podría sustituir en esta frase cualquier actividad económica. Parece que cualquier empresa que empiece a crecer es una empresa disruptiva. Pero abusar de la palabra puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas. Hacer algo nuevo o diferente no es hacer disrupción.
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El abuso de la palabra disrupción empieza a desesperar precisamente al investigador que puso de moda ese concepto, hace exactamente 20 años. En 1997, Clayton Christensen publicó “El Dilema del Innovador”, en el que exponía cómo una industria es cambiada por la innovación disruptiva. Desde entonces, se puso de moda en las empresas preguntar: “¿y cuándo va a llegar alguien a hacer disrupción en tu mercado”.
¿Qué significa la disrupción? En diferentes conferencias, Christensen explica la disrupción con el ejemplo de los radios de transistores. Dice que cuando él era joven, en los años 60, en las casas de clase media había aparatos de sonido a base de bulbos, que tenían una gran calidad de sonido, pero que eran muy caros y por eso estaban prácticamente prohibidos para los adolescentes.
nullEsas “consolas” servían para oír la música de los grandes, no para escuchar a los músicos de “la nueva ola”. De Japón llegaron los aparatos de radio de transistores. Tenían una calidad de sonido mucho menor que las consolas tradicionales, pero estaban al alcance de los jóvenes, que empezaron a comprarlos y a llevarlos a todas partes.
Los fabricantes de consolas de sonido siguieron mejorándolas, dándoles más calidad en la reproducción de la música y haciendo sus diseños todavía más lujosos. En cambio, los jóvenes, cuando querían oír a los Beatles, usaban un radio Sony. Los transistores terminaron por hacer disrupción en toda la industria de aparatos de sonido.
Primero los adoptó un segmento de la población que no estaba siendo atendido por la tecnología existente hasta el momento. Después se fueron generalizando, y a medida que más gente los adoptaba, fueron mejorando su tecnología.
¿Hay empresas disruptivas así en México? Difícilmente. Lo que ha sucedido en México es que se sigue la innovación incremental. Es decir, grandes compañías introducen sus productos y después les van haciendo algunas mejoras y adaptaciones, pero hasta el momento no se ha visto que una pequeña empresa, que se atreva a romper con el status quo, ponga a temblar a toda una industria porque encontró una manera más eficiente de atender a segmentos desatendidos, primero, y después a todo el mercado.
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Hay otro ejemplo clásico de disrupción, y es el de los dispositivos de almacenamiento de memoria para las computadoras. Cuando se generalizaron las computadoras personales se abrió la competencia para ofrecer discos de memoria más baratos, aunque no siempre de mejor calidad.
También podría darse otro ejemplo, el de la llegada de la industria del fast fashion. Gracias a una nueva forma de pensar la logística, la cadena de tiendas de ropa Zara empezó a renovar su oferta varias veces al año y no solo en los cambios de temporada tradicional. Con ello, empezó a atender a un segmento desatendido, el de los adultos jóvenes que querían ropa práctica y a la moda, a menor precio, y de ahí fue conquistando todo el mercado.
La disrupción de Zara no desplazó por completo a las cadenas tradicionales de tiendas de departamentos, pero sí cambió el modelo de la industria de la moda. A principios del siglo 21, Zara abrió el camino para las tiendas de moda rápida, que tomaron una parte del mercado estadounidense.
¿Hay disrupción de ese tipo en México? La respuesta corta es no. Según Álvaro Rodríguez Arregui, director del fondo de capital Ignia, en México todavía no hay un caso concreto de disrupción exitosa de algún sector de la economía, porque no hay el suficiente capital para arriesgarse con nuevas tecnologías o nuevas formas de hacer las cosas.
null“Los fondeadores no tienen tolerancia al riesgo y para hacer las cosas realmente innovadoras se requiere de mucho fondeo y ese fondeo no existe”, dice Rodríguez Arregui.
Sin embargo, el inversionista da una clave para que en México se generalice la innovación disruptiva: “el emprendedor necesita que la cancha esté pareja”. Es decir, para competir con las grandes empresas establecidas, necesita que haya capital. Ignia ya está apostando a algunas empresas que pueden hacer innovaciones disruptivas en México. Pero el punto todavía está en el verbo “poder”. “Son empresas que pueden ser disruptivas” pero que todavía no lo son, reconoce.
Por ejemplo, hay grandes oportunidades en el sistema de pagos en México, que todavía no permiten que bajen los costos de las transferencias internacionales. ¿Cómo podría hacerse una disrupción en el sistema? Ignia está apostando a empresas que utilizan las nuevas tecnologías de Bitcoin para abaratar las transferencias. Si esta empresa fondeada logra atender a segmentos desatendidos, y hacer que ese proceso se generalice después en la industria, entonces tendremos una empresa disruptiva en México.
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Puede ser que haya más empresas disruptivas en el país. Ahí está por ejemplo Weex, una compañía de telefonía virtual, que permite a sus usuarios incluir en el plan de telefonía el uso de las apps que ellos quieran y no solo algunas apps seleccionadas por el área de mercadotecnia de la compañía, como hacen las celulares tradicionales. Es un ejemplo que pone Fernando Lelo de Larrea, fundador de la empresa de capital de riesgo All Venture Partners, y que según él va a crear una disrupción en la telefonía móvil en México.
La intención de esta primera serie de Diálogos Expansión es encontrar a las compañías y las instituciones que están facilitando la innovación disruptiva en México. A lo largo de este especial, el lector podrá encontrar nuevas ideas para que la disrupción se abra paso en el país. Y para que se entienda que no cualquier cosa que vende más es disrupción.