Dilma Rousseff y Michel Temer, como el agua y el vino
Una fue guerrillera, con fama de dura e inaccesible; el otro es un veterano político de hábil muñeca para transitar por los laberintos del poder. Dilma Rousseff y Michel Temer, improbables aliados durante casi seis años, parecen salidos de planetas distintos.
En las calles o redes sociales prevalecen las visiones extremas. Según de qué lado se observe, la presidenta destituida es una "guerrera", "valiente" y "digna" mujer o una "incapaz" que destruyó la economía brasileña, líder de una banda de corruptos que quiere "convertir a Brasil en Cuba".
Con el nuevo presidente, Michel Temer, sucede lo mismo: es un "golpista traidor", que llegó al poder sin votos, o un respetado profesor de Derecho Constitucional que, armado de su experiencia, traerá orden al país después de meses de crisis política.
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"Es una persona con gran capacidad de diálogo, que sabe conversar y sobre todo escuchar; es muy humilde en ese sentido. Y ésa es una gran diferencia con Rousseff", asegura a la AFP la senadora Simone Tebet, del mismo partido PMDB de Temer, a quien conoce desde sus años de estudiante.
"No se los puede comparar", establece por su lado la senadora Gleisi Hoffmann, militante del Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff, de quien fue jefa de gabinete.
"Temer no tiene legitimidad ni firmeza. Un hombre que traicionó a su compañera de fórmula no tiene cómo gobernar el país", declara a la AFP.
De 68 años, la izquierdista Rousseff fue destituida este miércoles por el Senado, acusada de manipular las cuentas públicas. En su lugar asumió Temer, de 75, que era su vicepresidente desde 2011 pero saltó a las filas de la oposición para tejer su caída.
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En sus trayectorias, tuvieron la dudosa suerte de encontrarse cara a cara y de ser los protagonistas de uno de los momentos más dramáticos de la democracia brasileña.
Sin rastros de carisma
Pero es mejor evitar la construcción de estereotipos en blanco y negro, advierte el analista político André César, que sigue de cerca a los gobernantes en Brasilia.
"Porque también podemos hablar de semejanzas: tanto Rousseff como Temer tienen poquísimo carisma y son muy malos oradores", asegura.
"No consiguen expresar plenamente un mensaje ni son simpáticos; ambos tienen dureza en el trato aunque quizás Dilma sea un poco más punzante. Pero ahora que asumió de manera definitiva, quizás Temer también se ponga más severo, sin esa 'timidez' de cuando estaba como interino", añadió.
Un mesero que trabaja hace casi 20 años para la Presidencia en el palacio de Planalto cuenta a la AFP que "ninguno de los dos es simpático, aunque Temer un poco más".
"Como fue diputado sabe tratar a la gente, saluda más", dice en uno de los salones del palacio, bandeja en mano recogiendo tazas de café.
Como el agua y el vino
Punto para las diferencias: Rousseff es economista y se formó políticamente en la clandestinidad de la dictadura militar (1964-1985). Fue guerrillera, estuvo detenida y torturada en los calabozos del régimen.
"Es una historia de vida bella y dramática, que yo admiro mucho. Y esa historia moldeó su carácter y su impronta política. Como presidenta, era más bien inaccesible", relata César.
La senadora Hoffmann complementa: "Es una mujer fuerte, determinada y perseverante. Puede ser dura y tener un carácter difícil, pero no es muy distinta a otras personas que tienen altos cargos de responsabilidad, aunque como es mujer la critican más".
"Pero sí, le hizo falta esa paciencia que hay que tener para la política", reconoce.
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Temer se formó en el mundo académico y entró a la vida pública a inicios de los años 1980 con el PMDB, partido de centro por excelencia, que ha estado en las altas esferas del poder desde el fin de la dictadura en 1985.
"Llegó a ser tres veces presidente de la Cámara de Diputados y eso le dio una experiencia de negociación muy distinta. Sabe conversar con el Legislativo, no así Dilma, y ésa fue una de las razones centrales que provocó su caída", argumenta César.
Ni Rousseff ni Temer parecen sentirse a gusto ante las cámaras y comparten bajos niveles de aprobación en las encuestas. También se muestran como personas cariñosas con sus familias y son amantes de la literatura: Rousseff es una ávida lectora y Temer ha publicado hasta libros de poesía.
"Pero son muy distintos, son como el agua y el vino", asegura la senadora Tebet.