OPINIÓN. 'Round tres': nocaut técnico para Hillary Clinton
Nota del editor: Horacio Vives Segl es Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Belgrano (Argentina). Es profesor del Departamento Académico de Ciencia Política del ITAM y Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Puedes seguirlo en Twitter, @HVivesSegl . Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.
(Expansión) – Para el tercer y último debate entre los candidatos presidenciales de Estados Unidos en Las Vegas, la tendencia de las últimas tres semanas se fue afianzando.
En el sitio Fivethirtyeight.com, Hillary Clinton incrementó su aplastante mayoría de 87.3% contra 12.6% de Trump, mientras que en Realclearpolitics.com, Clinton aventajaba por 6.5% (48.6% contra 42.1 del republicano). Las estrategias estaban claras: para Clinton, administrar su ventaja y no caer en las provocaciones de su adversario; para Trump, desestabilizar el discurso de Clinton y tratar de apelar a los votantes indecisos.
Los principales temas del debate fueron: nombramiento de ministros de la Corte, migración, Rusia, Irán, libre comercio, portación de armas, aborto, matrimonio igualitario, combate al terrorismo, programas sociales, y —de manera muy significativa para nuestro país—, la visita de Trump a México y la construcción del muro fronterizo . Clinton tuvo ahí uno de sus mejores momentos, al señalar que Trump evadió el tema de edificación del muro en la infausta visita, para después retar en un intercambio ridículo por mensajes de Twitter al presidente mexicano sobre su construcción y pago
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Los dos Trump
Para sorpresa de algunos, en una primera parte, Trump se vio un poco más sereno y estructurado para exponer sus ideas y ligeramente más contenido en sus ataques. Pudo incomodar a la candidata demócrata con el multicitado tema de los correos borrados y los recursos de la Fundación Clinton. Pero solo eso.
Trump cerró el segundo debate con la amenaza de meter presa a Clinton en caso de llegar a la Presidencia. En los días que transcurrieron entre ese debate y el de ayer, el candidato republicano tuvo un despropósito aún mayor. Señaló que el proceso electoral podría estar amañado, lo cual generó un repudio instantáneo. Y al preguntársele en el debate sobre la actitud que asumiría frente al resultado electoral, cometió el error garrafal, irreversible, de dejar en el ambiente la duda sobre si aceptará o no el resultado.
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Una cosa es que durante la campaña haya podido asumir con cierto éxito posiciones anti-establishment que se entendieran por el desgaste del gobierno o la impopularidad de alguna política pública, y otra muy distinta descalificar las reglas del juego democrático, en un país con un elevado apego a la cultura de la legalidad. Ahí cavó su tumba.
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Por si no hubiera sido suficiente, el factor misógino le volvió a jugar en contra. No solo descalificó las declaraciones de su propia esposa, sino fiel a su irascible temperamento, interrumpió e insultó a su contrincante. El “you are such a nasty woman” fue el epitafio que escribió en su lápida. Adicionalmente, se le vio cansado y abatido, a diferencia de los dos primeros debates.
Clinton, frialdad y eficacia
Como indica el manual de quien va arriba en las preferencias, Hillary mantuvo la misma estrategia de los debates anteriores. Estuvo certera y equilibrada. Arriesgó y fue un poco más agresiva. Atacó y se defendió bien.
Se siguió viendo sólida y cerró con la confianza de saber que tras tres rondas de debates tiene una cómoda ventaja. Los primeros resultados refrendan ese desempeño. La encuesta de CNN dio el triunfo en el debate a Clinton con 52%, contra 39% de Trump.
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¿Ya ganó Hillary?
Todo parece indicar que sí. En muy pocas elecciones en Estados Unidos, que suelen ser bastante cerradas, un candidato tiene, como ahora Clinton, una ventaja mayor a 5 puntos porcentuales. En condiciones normales, los 19 días que separan al día de hoy de la jornada electoral serían insuficientes para revertir la ventaja demócrata, a menos, por supuesto, que ocurriera una catástrofe en el tramo final de la campaña.
Eso sí, el riesgo está en que pronósticos y encuestas hayan sido levantadas de forma inadecuada. Si bien los entrevistados tienden a no ser del todo sinceros al manifestar sus preferencias electorales —aunados a los todavía indecisos—, un desafío adicional para los encuestadores reside en calcular acertadamente el “factor vergüenza” de no reconocer la intención de votar por Trump. Ya el voto populista generó sorpresas en el Brexit y el referéndum por la paz en Colombia. Esperemos no se repita el 8 de noviembre.
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