OPINIÓN: Cómo fue que mi laptop y yo viajamos en la era de Trump
Nota del editor: Frida Ghitis escribe sobre asuntos internacionales para el diario estadounidense The Miami Herald y fue productora y corresponsal de CNN. Las opiniones expresadas en esta opinión son exclusivas de la autora.
(CNN) — Estaba en los Emiratos Árabes Unidos cuando el gobierno estadounidense anunció las nuevas restricciones al transporte de aparatos electrónicos a bordo de ciertos vuelos de Medio Oriente a Estados Unidos.
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Cuando se dio a conocer la noticia, mis amigos y mis colegas tratamos de descifrar los detalles. Una de mis amigas hizo una pregunta que reveló el nuevo escepticismo con el que se reciben las decisiones de Washington en estos días: "¿Esto es cosa de Trump?".
Mis dudas sobre las razones por las que se había implementado esta medida cedieron cuando supe que las autoridades británicas habían impuesto restricciones similares. Pero no era muy reconfortante pensar que la orden había surgido de una preocupación legítima por un atentado terrorista contra un avión en el que yo viajaría.
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"Tienes pasaporte estadounidense", señaló uno de mis amigos, "así que no tendrás que documentar tu computadora". Eso es incorrecto. La nacionalidad del pasajero no es factor, pero sí lo es la nacionalidad de la aerolínea. La prohibición no se aplica a las aerolíneas estadounidenses, pero sí se aplicaba a mi vuelo en Emirates.
Royal Jordanian, una de las aerolíneas afectadas, presentó una campaña desenfadada para anunciar las nuevas medidas. Propuso "12 actividades para un vuelo de 12 horas sin laptop ni tableta electrónica", tales como hablar con el pasajero del asiento de al lado y apreciar el milagro del vuelo.
También publicaron en Twitter : "Sigan sintonizándonos para seguir divirtiéndose" y "Cada semana, una prohibición nueva", frase con la que relacionan implícitamente las restricciones al transporte de aparatos electrónicos con la prohibición controvertida a la entrada a Estados Unidos de personas procedentes de países mayoritariamente musulmanes, a la que muchas personas se refieren como "prohibición a los musulmanes".
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Cuando mi vuelo despegó por fin de Dubái en un día raro por tantas cancelaciones y demoras por mal tiempo en la región del golfo Pérsico, y volábamos por los cielos turbulentos, lo que me preocupaba no era una bomba terrorista, sino mi laptop.
Desde el principio me pregunté cómo le iría a la máquina y a sus muchos componentes diminutos si los estibadores arrojaban la maleta, la ponían debajo de otras maletas más pesadas y la exponían al aire frío del contenedor de carga. Me preocupaba que se la robaran y me pregunté si alguien podría hackearla o incluso sembrarle un virus. El hackeo es una preocupación particular de los periodistas que viajan por el mundo.
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Hice lo más posible para minimizar estos riesgos. Envolví mi laptop y mi iPad en varias capas de papel burbuja. Después de eso apenas pude cerrar la maleta y escuché como estallaban las burbujas cuando la cerré.
Luego, en el aeropuerto, usé un servicio de embalaje de equipaje, de los que enrollan las maletas con plástico transparente. Siempre pensé que eso servía para evitar el contenido se desbordara de una maleta demasiado llena, pero de repente me di cuenta de que también podía servir para disuadir a los ladrones.
En el mostrador de la aerolínea conocí a algunos viajeros de negocios que habían hecho viajes cortos y tuvieron que comprar una maleta para poder documentar. Chantal Musa, una de las pasajeras de mi vuelo, que vive en Chicago y en Jordania, me dijo que estaba convencida de que la prohibición no tenía nada que ver con la seguridad y sí con el negocio, que era un esfuerzo de Donald Trump para castigar a las aerolíneas de Medio Oriente y ayudar a las estadounidenses. Destacó una reunión que Trump tuvo recientemente con los directivos de las aerolíneas.
nullEmirates ofreció un servicio de empaque de computadoras portátiles y aparatos electrónicos en las puertas de embarque. John Jundos, agente de servicio al pasajero de Emirates, me dijo que nuestro vuelo era "el primer vuelo del día" al que se le aplicaba la prohibición. Parecía que todo marchaba bien.
Unos cuantos pasajeros estaban perturbados porque les dijeron, erróneamente, que algunos aparatos, tales como los audífonos grandes, estarían permitidos. Pero hubo pocas quejas. Después de varios años de soportar la engorrosa revisión de seguridad aeroportuaria, la mayoría de los pasajeros estaba resignada.
Descubrí que no llevar la laptop a bordo es una buena excusa para relajarte. A pesar de que era un vuelo de 15 horas, el aburrimiento casi no fue problema. La mayoría de las aerolíneas ofrecen un amplia gama de opciones de entretenimiento a bordo.
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Además, Royal Jordanian tiene razón, hay que pensar en el milagro del vuelo. Yo sigo sorprendiéndome a pesar de que rebasé la marca del millón de millas de vuelo hace muchos años. Puedo confirmar que Groenlandia sigue siendo una maravilla de blanco gélido y que el horizonte visto desde el aire es tan asombroso como siempre.
Pero entonces te encuentras con la realidad en tierra.
Al llegar a Chicago, una ciudad que originalmente no estaba en mi itinerario, esperé en la banda de equipaje a que llegara mi maleta. Parecía intacta. Luego, tras pasar la aduana, la volví a entregar a la aerolínea y corrí por el aeropuerto a tomar mi vuelo de conexión. Llegué apenas, pero no puedo decir lo mismo de mi maleta.
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Tras un largo día, casi 13,000 kilómetros de viaje y después de más de 24 horas de haber salido de mi hotel en Dubái, llegué a mi destino final. Esperé junto a la banda de equipaje y vi cómo las maletas rebotaban por la rampa; imaginaba que adentro había una laptop rebotando junto con el resto de sus contenidos. Esperé y esperé… y mi maleta nunca llegó.
Exhausta, presenté un reporte de equipaje extraviado. La aerolínea determinó que mi maleta seguía en Chicago. Mi maleta llegó a mi casa finalmente al día siguiente. La envoltura de plástico estaba rota y el seguro de plástico también. Venía envuelta en una cinta blanca con el logotipo de la Administración de Seguridad en el Transporte, con letras enormes que indicaban que el equipaje estaba INSPECCIONADO.
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Alguien había revisado el contenido de mi maleta. Adentro había una tarjeta en la que se me informaba que la inspección había ido más allá de la ruptura del plástico.
Ahora estoy escribiendo este artículo en esa laptop que ha viajado tanto. No se la robaron. No la rompieron. Eso es todo lo que sé.
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