OPINIÓN: Macron demuestra que no hay que ser populista para ser popular
Nota del editor: John McTernan es director de prácticas políticas en PSB, una empresa de consultoría en investigaciones estratégicas. Escribía los discursos del ex primer ministro británico, Tony Blair, y fue director de comunicaciones de la ex primera ministra australiana, Julia Gillard. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(CNN) — ¿Los políticos necesitan ser populistas para ser populares? Esta ha sido la duda que ha acechado a la política europea desde que se eligió a Donald Trump como presidente de Estados Unidos y desde que se votó la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Con el triunfo de Emmanuel Macron en la primera ronda de las elecciones presidenciales de Francia, parece que ya tenemos la respuesta. Hay una ruta a seguir para que los políticos de centro sean populares y sigan siendo fieles a sí mismos.
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Yo lo llamo "centrismo de fuerza". ¿Pero cuáles son sus rasgos distintivos?
Primero, se trata de política con pasión. Macron tiene razón al decir que la segunda ronda de las elecciones en Francia es una batalla entre patriotas y nacionalistas. Con esto no se pretende degradar a los electores franceses que apoyaron a Le Pen. En una democracia, esa clase de condescendencia es un error.
También es un desafío directo a Le Pen, quien afirmó que hay que salvar a Francia y que ella es la única que puede hacerlo.
Desmentir esa afirmación con todo vigor es clave para que el centro tenga éxito. Hay que compararlo con la falta de pasión de la campaña de Clinton, que terminó como una versión política de los "colores unidos de Benetton".
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Esto nos lleva al segundo punto: el centro tiene que tener confianza para triunfar.
Macron sabe cuáles son sus principios y sabe exactamente cuál es su postura política; sabe además que gran parte de la sociedad francesa tiene la misma postura política.
nullNo le asusta la extrema izquierda ni la extrema derecha. A veces, la fortaleza del centrismo se percibe como algo negativo, que no es ni un extremo ni el otro, así que en el mundo hiperpartidista en el que aparentemente vivimos, no cuaja.
Sin embargo, es su fortaleza profunda y duradera la que puede alcanzar tanto a la izquierda como a la derecha y devolverle la voz a la mayoría tradicional. Para los políticos moderados, el peligro del populismo es que polariza el debate.
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Eso nos lleva al punto final. El plan de un centrista exitoso será realista, no modesto. Esto es importante porque suelen confundirse ambas nociones.
Macron solía quedar aislado en los debates. Su plan presupuestario fue más modesto que el de otros de los principales candidatos. Su reducción a los trámites burocráticos o al tamaño del gobierno es más pragmática. Si se tratara de una guerra de ofertas, esa no sería una mano ganadora. Pero los electores están eligiendo a un líder, no actuando como porristas.
¿La victoria de Macron es exclusiva de Francia? No. Puede verse en la victoria del hoy primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, o en la popularidad del Partido Laborista australiano, al mando de Bill Shorten.
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Sin embargo, este no es solo el terreno de la centro-izquierda. En esto se basó la reelección del primer ministro de derecha, Mark Rutte, en Holanda y esto es lo que da energía a la líder conservadora escocesa, Ruth Davidson, para desafiar con éxito el dominio del Partido Nacional Escocés.
El éxito de la tercera vía en el caso del expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, del excanciller de Alemania, Gerhard Schroeder, y de Tony Blair, ex primer ministro británico, fue tan grande que los políticos de derecha, entre ellos David Cameron en Reino Unido y John Key en Nueva Zelandia, la adoptaron triunfalmente.
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Pero hasta ahora, no ha habido un sucesor. Tal vez ahora lo haya. ¿El "centrismo de fuerza" será la cuarta vía?
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