OPINIÓN: La importancia de no “humanizar” las decisiones de inversión
Nota del editor: Alberto Herrera Gómez es director de Producto de GBMfondos, empresa a la que llegó en 2009. Es Licenciado en Economía por parte del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y cuenta con estudios de posgrado en Finanzas en la Universidad de California, Berkeley. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.
(Expansión) — Es una realidad que experimentar de manera positiva cualquier servicio que requerimos en determinado momento de nuestra vida, establece una referencia en nuestra forma de valorar servicios similares a lo largo del tiempo.
Es decir, pareciera siempre lo más “racional” y mejor para cada persona, preferir más a menos beneficios en cualquier actividad y servicio que participa o adquiere.
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El mundo de las inversiones puede no estar ajeno a esta percepción sobre la racionalidad en el actuar de los individuos en su interacción con los mercados financieros, académicos como el premio Nobel de economía en 2013, Eugene Fama, quien lo ilustra con sus trabajos sobre la defensa de la racionalidad de los mercados, considerando que los activos financieros en cada momento incorporan en su cotización toda la información disponible de los elementos que los impactan, llevando a la existencia de mercados eficientes.
Sin embargo, de manera paralela, hemos visto surgir ideas donde no necesariamente la conducta denominada “racional” de los inversionistas, y comportamiento de los mercados, han otorgado los más adecuados resultados en beneficios incluso para ellos mismos.
De ahí el surgimiento de ideas desde el campo de la academia, donde el análisis sobre factores psicológicos, sociológicos y culturales son también considerados para explicar el comportamiento de los mercados, siendo Robert Shiller, otro premio Nobel de Economía, uno de los principales referentes sobre el concepto de “irracionalidad” que se experimenta por los inversionistas al llevar a los precios de activos financieros a niveles ilógicos o generación de burbujas derivadas por motivos psicológicos como los sentimientos de euforia.
En este sendero de lo que se conoce como las finanzas y economía conductual, cada vez más van trascendiendo al mundo real. Existen más representantes que mediante sus investigaciones han robustecido este camino, tal es el caso del actual premio Nobel de Economía 2017, Richard Thaler, cuyo trabajo en materia de inversiones ha coincidido, entre otros resultados, con la idea de que la forma en como el individuo percibe e involucra sus emociones al invertir puede influir su toma de decisiones, llevando a resultados en ocasiones desfavorables, como por ejemplo la preferencia por una mayor importancia al sentimiento negativo de un posible resultado de perdida que de una ganancia, llevando con esto a una sobre reacción al momento de actuar.
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Las investigaciones de Thaler, junto a Daniel Kahnemann, también laureado con el Premio Nobel de Economía por su teoría de las “perspectivas”; Meir Statman, con su consideración sobre la importancia del autocontrol y el “arrepentimiento” como factor determinante en el retraso de la toma de decisiones; así como Veron Smith por darle relevancia a la exploración de las demostraciones empíricas, cuando menos en igual forma que a las demostraciones lógicas, coinciden sobre la importancia en considerar por parte de los inversionistas dejar fuera a las emociones de sus decisiones de inversión.
Sin duda, esta forma de “humanizar” las decisiones de inversión, así como sus hallazgos, son de suma importancia para aprender y redefinir la experiencia de invertir por parte de los individuos.
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Actualmente, la transformación digital que ésta viviendo el sistema financiero lleva a la tecnología a jugar un papel de suma importancia dentro de esta dinámica a nuestro favor, trascendiendo a generar facilitadores en brindar experiencias que ayudan a mitigar decisiones contrarias a nuestro propio interés, mediante la búsqueda de un mejor entendimiento de nosotros mismos, nuestros objetivos, contabilidad mental y actitud hacia la inversión en lo particular.
El ejemplo más común que plasma las ideas previas y se encuentra presente en todo el mundo bajo una dinámica de crecimiento, son los denominados Robo-advisors, plataformas que utilizan algoritmos para gestionar recursos de clientes mediante procesos que son dinámicos y flexibles, acompañando al cliente en todo momento priorizando la disciplina, seguridad y congruencia de las decisiones previamente tomadas por el individuo, algo que se traduce en una opción más de la experiencia en invertir al alcance de los seres humanos.
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