Pero hay otras donde los estudiantes no tienen acceso a este tipo de cosas. La pandemia evidenció, sobre todo en los países latinos, brechas digitales, rezagos educativos, desigualdad y falta de oportunidades. “Es una realidad que la calidad en algunos aspectos sí se ha visto impactada”.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en 2020 los estudiantes de todos los niveles educativos perdieron 1.5 años de escolaridad por el Covid-19.
En teoría, los alumnos de entre los 18 y 24 años estarían mejor preparados que los millennials porque nacieron con la tecnología, dice Tomás Rosales Mendieta, profesor titular de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En la práctica, uno de cada cinco jóvenes no contó con los recursos para tomar clases en línea.
Durante el Octavo Congreso Internacional de Innovación Educativa 2021, David Garza, rector del Tecnológico de Monterrey, aseguró que los problemas socio emocionales en los jóvenes no nacieron con el coronavirus, pero sí se aceleraron.
“Al final del día el estudiante está creciendo en diferentes dimensiones: la intelectual, la emocional, la social, etcétera. Y todos esos elementos se vieron afectados, de modo que hoy la salud mental y el bienestar es uno de los retos que vamos a enfrentar desde la academia”.
De hecho, abandonar o posponer la universidad por salud mental sí fue una opción para varios jóvenes. Según la Unicef, el 73% de los latinos de 13 a 29 años sintió la necesidad de pedir ayuda con relación a su bienestar. Los problemas más comunes fueron desesperación, dificultad para dormir, incapacidad para concentrarse, soledad, depresión, agotamiento mental y emocional.
En este escenario, ¿qué es lo que quieren los universitarios? En una encuesta que Times Higher Education (THE) Through students’ eyes hizo el año pasado a 2,217 estudiantes y prospectos de educación superior en el mundo halló que el 82% de los futuros estudiantes prefieren que la universidad que eligieron anuncie que impartirá clases presenciales y no 100% en línea.
La otra cara de la moneda
La académica de la Anáhuac comparte otra lectura. En el proceso de adaptación para impartir ciertas asignaturas a través de Zoom o Teams reafirmó que las nuevas generaciones son nativos digitales que tienen la habilidad para manejar cualquier plataforma. Y aunque la mayoría de los futuros educandos se muestra optimista ante la idea de tener clases presenciales, lo cierto es que también hay un sesgo por la educación híbrida.
Hace tres años, era impensable que los empleados estuvieran lejos de la oficina y los estudiantes fuera de las aulas, dice José María Pertusa, co director de la empresa de reclutamiento automatizado Apli. “Ahora, un tanto por obligación a causa de la pandemia, nos damos cuenta que nada de ello era absoluto y que, de hecho, hay muchísimas ventajas en el trabajo y en la educación en modo remoto”.
Los expertos consultados coinciden que la tendencia a seguir es encontrar un balance en el que la educación continúe de manera remota o híbrida, pues estos esquemas tienen grandes ventajas en términos de efectividad y ahorro de tiempo, sin dejar de lado la organización de actividades presenciales para recuperar y fomentar la conexión humana y la adopción de habilidades sociales.
Estrella Vázquez, directora general de la consultoría Factor RH y especialista en desarrollo de capital humano, afirma que aprender en línea aporta competencias digitales que hoy son muy valoradas entre los reclutadores.
Por otra parte, para obtener un empleo no suele haber distinción de si el postulante a una vacante estudió en línea o presencial porque en estos procesos se pretende no solo asegurar los conocimientos técnicos, sino también la alineación con la cultura, valores y competencias para el cargo. Pero todo depende de la empresa empleadora.
Recientemente, en Apli crearon un algoritmo para la contratación de desarrolladores de software en los que el aprendizaje a distancia o presencial fue uno de los factores que se evaluaron en el modelo de selección, ya que el empleador buscaba a una persona autodidacta. “Es un ejemplo muy concreto, en la mayoría de los casos la modalidad de aprendizaje no es un factor predictivo para la selección de los mejores candidatos”.
A Vázquez tampoco le ha ocurrido este tipo de distinción. Lo que la experta sí ha visto es que hay un paradigma de que los recién egresados son moldeables y las empresas los hacen a su forma. “No es que sean moldeables, son personas que tienen mucho qué aportar justo por la energía que traen, vienen muy frescos y les emociona tener ese primer contacto laboral. Por eso el engagement que puedes hacer con este talento es enorme”.
No obstante, la especialista advierte que los reclutadores deben fijarse muy bien en el nivel de compromiso de los nuevos talentos, ya que para ellos la flexibilidad no es negociable. También influye mucho el tipo de compañía, dice. “Algunas siguen creyendo que traer talento joven es traer ‘talento barato’. Y eso está súper mal porque ahí se ve que no estás queriendo desarrollar, sino que solo buscas a alguien te haga la chamba”.