Ahora, el trabajo ya no necesariamente se ve como el fin, sino como un mecanismo o medio para atender ciertas esferas de la vida, agrega. Por lo tanto, si están en un ambiente laboral que no los reta, que no les da oportunidades de crecimiento ni satisfacción personal prefieren irse.
“Existe una transformación importante sobre lo que las nuevas generaciones valoran en un trabajo, contra lo que las organizaciones ofrecen. En la transición y adaptación de las empresas a fortalecer la cultura, la diversidad e inclusión, el compromiso con el medio ambiente y la flexibilidad, existe un periodo de tiempo en el que los jóvenes no logran identificarse y esto contribuye en gran medida a la alta rotación”, dice Montserrat Soto, senior executive manager de PageGroup.
¿Qué valoran los jóvenes de las empresas?
Hoy día, ocho de cada 10 mexicanos se interesa por el salario emocional, es decir, factores relacionados con el ambiente laboral, las oportunidades de crecimiento, la calidad y empatía en el liderazgo, la cultura de inclusión y diversidad, hasta los beneficios y programas de compensaciones que recibe el trabajador y que contribuyen a que haya un mejor balance de vida.
Para Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias de Bienestar y Felicidad de Tecmilenio, el enfoque tradicional en las organizaciones es el que usa la reina de corazones de Alicia en el País de las Maravillas: "Qué le corten la cabeza".
Pero este enfoque no es del todo sustentable en el largo plazo, “la reputación de las empresas como marca empleadora e incluso el gasto constante en reemplazos está en juego, y además el alto costo del estrés laboral y la sensación de miedo en la salud ocupacional que genera ausentismo y rotación voluntaria es a lo que nos lleva”, advierte.
Para reducir la rotación de talento, Juan Pablo Murra Lascurain, rector de Profesional y Posgrado del Tecnológico de Monterrey, puntualiza que las empresas deben definir un propósito; ir más allá de generar recursos para los accionistas, a fin de crear un valor compartido que las ayude a resolver los grandes retos de la humanidad, como cambio climático o hambruna.
“Los jóvenes quieren permanecer y ser parte de algo que sea importante para su vida, porque ya no ven al trabajo como una fuente de sustento, sino como una manera de tener un impacto en la comunidad. No creo que estos cambios estén mal del todo, la capacidad de reinventarse y de cambiar de empresa es positivo para las personas, siempre y cuando sea por las razones correctas”, dice.
¿Falta de talento?
Hay un reto estructural en la formación. Las empresas dicen no encontrar a jóvenes con talento, los jóvenes no encuentran empleo y las universidades en general dicen que los están preparando para ofrecer valor a las organizaciones.
“Creo que las universidades debemos escuchar y estar muy cerca de las necesidades del mercado para indentificar las actuales y sobre todo las futuras, porque en cinco años los estudiantes ya salen obsoletos. Es un reto sistémico, complejo y que requiere de la colaboración de los propios jóvenes, empresas, organización civil, academia y gobierno”, enfatiza el rector.
Pero en este camino de la formación y el desarrollo todos deben poner de su parte, dice. Las empresas abrir más oportunidades, flexibilizar y dar los elementos que los jóvenes están buscando hoy día porque ellos ya no ven trabajar 40 años de 9 a 6 como algo bueno en su vida. Y por otro lado, los jóvenes deben entender que un trabajo conlleva una responsabilidad y un compromiso, aunque a veces la primera opción no necesariamente esté alineada del todo a su propósito de vida.