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La mujer que quería ser astronauta, fue cabildera y hoy es directora en Bayer

Durante más de 19 años, Laura Tamayo ha trabajado en el sector público y privado. Antes de unirse a Bayer, conoció a su peor enemigo: el síndrome del impostor.
jue 17 agosto 2023 01:18 PM
Laura Tamayo
En su rol, es responsable de la relación y posicionamiento de la compañía con sus diferentes audiencias y tomadores de decisión; así como de crear un impacto positivo en la confianza y reputación corporativa.

Tan sólo era una niña. Pero Laura Tamayo tenía claro que de grande quería ser astronauta y portar un traje espacial. “Un súper cliché”, dice la actual directora de Asuntos Públicos y Sustentabilidad en Bayer México. Sin embargo, ése era su gran sueño.

Con los años cambió de idea: ahora quería ser doctora, aunque para su suerte no contó con profesores que la motivaran a estudiar medicina y de ser la estudiante estrella en matemáticas terminó padeciendo los números. “Así no podrás ser doctora”, le decían.

En algún momento de su adolescencia también coqueteó con ser actriz de teatro y estar tras bambalinas, pero en su familia y círculo de amigos no había nadie que se dedicara a eso, así que jamás lo contempló en su plan de carrera. “Faltó alguien que me escuchara, que me guiara, o yo no dije lo que quería lo suficientemente fuerte”, expresa.

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Las conversaciones lideradas por su padre en casa giraban en torno a la política, lo que hizo que la joven estudiara Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Iberoamericana.

“Creía que si era política podía hacer algo para contribuir al país, pero en México no hay una carrera para ser político, uno estudia para ser politólogo y analizar la política desde un foco académico; eso no lo sabes cuando entras a la escuela”, señala.

Pese a ello, Tamayo sí que se enamoró de la carrera. Antes de egresar, obtuvo su primer empleo en el Infonavit. La enviaron a la embajada de Chile para saber más sobre el sistema de pensiones y poder implementarlo en México. En 1997, cuando se graduó, entró al área de Comunicación de la Presidencia de la República, con Ernesto Zedillo al mando.

Luego se movió a la Secretaría de Medio Ambiente y trabajó con Julia Carabias, sin imaginar que ahí nacería su amor por la sustentabilidad. Recuerda que en ese tiempo nadie hablaba del tema y la bióloga trabajó para que se crearan políticas públicas a favor del medio ambiente en el país.

“En esa época se empezaron a formar las áreas de cabildeo del Gobierno Federal y yo caí en una de esas porque del equipo era la única politóloga que sabía sobre el congreso, así que me tocó cabildear, en representación de la Secretaría del Medio Ambiente, para que se concretara la ley de las áreas naturales protegidas”, afirma.

La experiencia fue un parteaguas en su carrera. Decidió estudiar la maestría en Asuntos Públicos en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, donde descubrió que sí es buena para la matemáticas e incluso consideró cursar un doctorado en Estadística.

“Tuve profesores extraordinarios y un mentor que me hizo ver que yo no estaba tan güey como creía, que tenía una esencia y un lugar ganado por mis propios méritos. Cuando estás en tu país tienes nombre y apellido y tu barrio te respalda. En el extranjero eres una chava de México y te encuentras con gente de todo el mundo”, cuenta.

“Una parte de mí se sentía insegura y me cuestionaba: ¿Y si soy una tonta? ¿Y si estoy aquí porque tuve mucha suerte? ¿Y si no llego a los niveles que trae esta gente a mi alrededor? Fue una experiencia de construir mi confianza y de ver que sí, me gané ese lugar en esa universidad que pertenece a la prestigiosa Ivy League”.

El reto detrás del 'síndrome del impostor'

Clelia García, directora del área clínica de Terapify, subraya cómo este síndrome conocido como el impostor se manifiesta en la incapacidad de una persona para internalizar sus éxitos y logros, persistiendo la sensación de que cualquier reconocimiento obtenido es meramente un producto del azar. "Cuando una persona sufre el síndrome del impostor, puede estar recibiendo evidencia de su capacidad, de su inteligencia y habilidades, y aún así no se siente acreedora de algún mérito", señala.

Los factores contextuales desempeñan un papel crucial en la génesis de este síndrome. García identifica dinámicas familiares perfeccionistas, estereotipos de género arraigados, autoexigencia implacable y autoestima disminuida como elementos clave que contribuyen a este sentimiento de ser un impostor en su propia vida. "La creencia de incapacidad de obtener logros, y si se obtienen, la creencia de que éste fue un error y que cuando se descubra, quedará en evidencia la incapacidad de la persona", explica.

El diagnóstico del síndrome del impostor implica una evaluación de la autoestima, así como la identificación de síntomas como el temor constante de ser descubierto, la pérdida de seguridad personal, la depresión y la ansiedad. García menciona que el tratamiento más efectivo hasta la fecha ha sido la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), respaldada por investigaciones sólidas en el campo.

Sin embargo, no descarta la eficacia de enfoques humanistas y otras corrientes psicoterapéuticas en el tratamiento de este síndrome. La recomendación primordial de García es que las personas que experimentan estos sentimientos busquen ayuda profesional a través de la psicoterapia, complementada con un enfoque integral de bienestar que incluye una alimentación saludable, ejercicio regular, buenos hábitos de sueño y la promoción de relaciones sociales y autoestima positiva.

Al regresar a México, Tamayo no tenía empleo. Con ayuda de un amigo empezó a trabajar con el subsecretario Ramón Martín Huerta, en la Secretaría de Gobernación, cuando Santiago Creel era gobernador en el sexenio de Vicente Fox. “Para mí, Ramón Martín Huerta fue un hombre honrado hasta la médula, que ya para un político en este país es desafortunadamente bastante”.

No obstante, se dio cuenta de que no quería ser política, porque para eso hay que tener alianzas con partidos políticos, donde no necesariamente la meritocracia es lo que sirve y ella se define como una mujer de meritocracia. “Hubo un momento en el que me sentí súper frustrada porque dije: si no me afilió a un partido no voy para arriba, y dos, si no me alineó a un grupo político, pues tampoco”.

Así que quiso tocar puertas en el sector de telecomunicaciones o energía, hasta que Fernando Lerdo de Tejada le dijo que había una posición de cabildeo en el Consejo Nacional Agropecuario (CNA). “¿Y eso qué es? ¿Pollos? ¿Vacas? ¿Maíz? Pero tenía que pagar la renta y comer, así que acepté”.

Para su sorpresa se encontró con un sector vanguardista, con historias de éxito y a la vez situaciones del campo mexicano muy complicadas en términos de pobreza. “Es como un mini país con sus complejidades. Ahora cada vez que alguien dice ¿Vacas? ¿Pollos?, salgo a hablar de todo lo que hay detrás del sector; somos los que damos de comer a las personas y ni Google, ni Facebook, ni TikTok, ni los cohetes espaciales podrían suceder si la gente no comiera”, enfatiza. Actualmente, Tamayo ocupa la Vicepresidencia de Comunicación del CNA.

El salto a la iniciativa privada

Su experiencia con el mundo agro la llevó a trabajar en 2004 con la multinacional Cargill, donde estuvo casi por seis años en la empresa dedicada a este sector. Después quiso probar la adranalina de los camiones en Daimler y luego aceptó ser la VP de Asuntos Públicos y Comunicación Corporativa de Coca Cola México.

Por dos años fue muy feliz en esta posición, pero ella buscaba un cargo regional que le permitiera dar otro paso en su carrera profesional y sin salirse del mundo sustentable. En 2014, Monsanto le dio la oportunidad de ser la directora a nivel Latam y Tamayo no dudó en cerrar su ciclo en la refresquera.

Lo que nunca vio venir es que la gente cambiaría con ella. “La mística de Coca-Cola es lo que daba un empuje a mi vida social. En Monsanto el presupuesto y el equipo era mucho más limitado, pero de ser la VP en Coca, una empresa con la que todos se maravillaban, pasé a estar en una compañía que la gente no conocía y ponía cara de ¿Qué es eso?”.

Monsanto desapareció como marca después de que Bayer la adquirió por 66,000 millones de dólares en 2018. Tamayo pasó a ser la directora de Asuntos Públicos y Sustentabilidad en Bayer México y su trabajo consiste en defender la marca y también promoverla, desde el compromiso social que tiene la compañía. En ese lapso también presidió la Comisión de Inclusión y Diversidad del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

“Yo represento un mercado, un interés desde el punto de vista privado, pero eso no significa que esté peleado con el interés público. Estamos ahí para abonar y para que a la gente le vaya mejor. Hace mucho tiempo estaba muy dividido lo que era el negocio y la parte social, hoy las empresas no viven para ganar dinero, sino que tienen un propósito en el cual vive la sustentabilidad y los valores de la compañía”, dice.

El corazón de un negocio

La mexicana está convencida de que no puede haber innovación si no hay sustentabilidad. “Tú no debes sacrificar a las generaciones futuras en nombre de la innovación, es todo lo contrario. Si tú sacas un medicamento, pero no ahorras agua, no cuidas el medio ambiente o testeas con animales, no importa si se trata de un gran producto”.

Entre los casos de éxito que han ocurrido durante su papel a bordo de Bayer está el desarrollo de Vitala. Es una semilla que no fue modificada genéticamente, pero que llevó más de 10 años de investigación y creación a través de hibridación. Produce una planta de máximo 1.40 metros de altura, ya que los maíces convencionales de hasta 3 metros suelen caer con vientos fuertes, dando como resultado una merma en la producción. La Vitala resiste ráfagas de viento de hasta 50 kilómetros por hora y su sistema de raíces verticales permite mayor captación de humedad de la tierra que significa un ahorro de agua del 30%. Otra característica es que el productor tiene mayor visibilidad de su campo, y eso habla de precisión a la hora de usar pesticidas, lo que se traduce en ahorros de 15 y 20%.

Otro proyecto que Tamayo tiene en la mira es sobre la restauración de los ecosistemas para detener y revertir la degradación del suelo. Bayer México realizó un estudio con una ONG que estudia los movimientos del agua. En Chihuahua, las cuencas riegan los campos de Sinaloa y Sonora, de ahí se genera alrededor del 50% de los alimentos.

“Desafortunadamente cuando baja la cuenca hay mucha deforestación, con drones estamos aventando la semilla para recuperar el suelo vegetal. En menos de dos años hemos recuperado casi el 80% del suelo en la zonas en las que estamos trabajando”, detalla la directora.

El modelo de restauración reduce las horas de trabajo y los costos ya que el uso de drones permite, en un sólo día, dispersar semillas de diferentes especies vegetales propias de cada ecosistema, en un área equivalente a la que reforestarían 10 personas en un mes de la manera tradicional.

Si Tamayo mira hacia atrás, el mayor desafío en su carrera no ha sido aprender de semillas e innovaciones sustentables, sino vencer el síndrome del impostor. “Es muy complicado superar años de programación en los que hay miles de voces que te dicen que no eres suficiente o que es muy probable que no logres algo que quieres y eso a la hora de tomar decisiones te genera un freno”.

“Yo construí mi confianza con el tiempo y a través de la guía y ayuda de otros para reconocer mis logros. Uno de ellos fue mi mentor, por eso hoy una de mis pasiones es el mentoring y una de mis misiones es alzar la voz para que las mujeres, sobre todo, sepan que sí son capaces de lograr lo que se propongan y de ser lo que quieran ser y hacer”, concluye Tamayo.

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