La percepción que se tiene, y que ha sido respaldada por investigaciones académicas y estudios de instituciones como McKinsey & Company o el Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección (CIMAD) del Ipade, es que las mujeres son mejores administradoras en los contextos laborales.
Entre sus talentos también está la capacidad de organización y de gestionar distintas tareas de manera eficiente, algo relevante para la administración de recursos y proyectos complejos, según Irma Pérez Cancino, docente de la Escuela Bancaria y Comercial (EBC).
“Los hombres son más enfocados y racionales. El cerebro de la mujer, en cambio, está dividido en varios aspectos; eso es una gran ventaja en los negocios porque nos permite tener una visión más amplia y no estar enfocadas en solo un aspecto”, menciona Pérez Cancino.
La comunicación efectiva y la atención al detalle son otras cualidades destacadas en las mujeres, y que contribuyen a una gestión más cuidadosa y precisa de los recursos financieros y materiales. Para Meljem Enríquez, la orientación hacia estrategias sostenibles y a largo plazo puede conducir a decisiones más estables de cara al futuro.
En el caso de Claudia Sheinbaum como primera presidenta de México, las académicas subrayan que estas habilidades pueden traducirse en varios beneficios. La capacidad para organizar y gestionar recursos de manera eficiente será fundamental en un país con desafíos financieros.
Asimismo, la empatía y las habilidades interpersonales pueden facilitar la creación de un ambiente de trabajo colaborativo dentro del gobierno, promoviendo la inclusión y la participación activa de diversas voces en la toma de decisiones. La atención al detalle y capacidad de comunicación efectiva serán muy importantes para liderar y guiar a un equipo de trabajo.
Cierre de brechas
En una entrevista previa, Valentina Ibarra, socia en McKinsey & Company México, refirió que la diferencia más grande de representatividad de las mujeres se encuentra en los puestos de liderazgo y de alta dirección, con una escasa participación de 21% en cargos de vicepresidencia.
Adicional, enfatizó que solo una de cada 10 CEO es mujer. En cuanto a la brecha salarial, la diferencia se acentúa mientras más alto es el nivel de jerarquía. En los puestos de niveles de entrada, las mujeres ganan 7% menos que sus colegas hombres y 17% menos a nivel Comité Ejecutivo.
“La paridad en puestos ejecutivos tardará 100 años, si seguimos como hasta ahora”, puntualizó. “La rentabilidad de las empresas que tienen a mujeres en responsabilidades senior y de toma de decisiones tienen un mejor desempeño financiero que las empresas que no tienen mujeres en estas posiciones”.
Pérez Cancino sugiere que una presidenta en México podría acelerar la paridad de género en todos los aspectos. Para ello, es fundamental crear redes de apoyo e inclusión económica. Históricamente, la economía ha sido dominada por hombres, pero hoy muchas mujeres están emprendiendo y logrando éxito económico. Una presidenta podría impulsar programas para reforzar esta inclusión y reducir las brechas salariales.
Sin embargo, es crucial que el liderazgo no se limite a cumplir cuotas de género, sino que se enfoque en el talento adecuado para cada posición. Martha Rivera, miembro del Consejo del CIMAD, enfatiza que un liderazgo efectivo debe ser inclusivo, aprovechar la diversidad, el complemento del talento femenino y masculino y promover un liderazgo de servicio.
Este tipo de liderazgo se caracteriza por escuchar, trabajar en equipo y construir en conjunto, en lugar de ser autocrático. Además, la cultura machista comienza en la familia, y el cambio cultural requiere que los hombres también se involucren en la problemática para lograr una verdadera transformación.
Rivera considera que promover un liderazgo de servicio, donde todos los líderes, tanto en la política como en las empresas privadas, adopten un enfoque basado en el servicio, es esencial para cambiar la perspectiva y avanzar hacia una mayor equidad de género. “Con Claudia Sheinbaum qué va a pasar? Pues no va a pasar nada, cambiará si hace un buen papel”, apunta.
“Es un cambio cultural donde la mujer va a aportar cosas distintas y ojalá se vea en el próximo estilo de gobierno. Ojalá que sea un liderazgo donde haya un mejor trabajo en equipo, que no sea autocrático, que sepa escuchar diferentes puntos de vista y que construya, yo creo que eso estamos esperando todos”, concluye Enríquez.