Aunque la inteligencia artificial avanza con rapidez y ya amenaza con el fin de algunas habilidades en los próximos cinco años, Clelia García asegura que este tipo de tecnología no tiene neuronas espejo, no siente y por lo tanto no logra comprender el sufrimiento como lo haría una persona.
Ese límite entre lo que detecta una aplicación y lo que requiere intervención real se vuelve crítico cuando se habla de riesgos como la autolesión. En el trabajo de campo que realiza Mercer Marsh Beneficios, Víctor García Silva ha detectado que cerca de 2% de los trabajadores ha tenido pensamientos o conductas de autolesión, según los tamizajes aplicados en empresas formales.
"Es una cifra que incomoda, pero que existe”, apunta el Subdirector Health Consulting & Data Analytics. Y aunque algunas plataformas pueden ayudar a identificar señales de alerta, se necesita más que eso.
“No estamos hablando de algo menor. Hay personas que realmente están sufriendo, pero muchas veces la empresa no tiene claridad sobre cómo responder. Hay miedo a involucrarse”, advierte García Silva. La inteligencia artificial puede arrojar riesgos, pero no ofrece contención ni solución. “Es útil, mas no terapéutica”.
Los especialistas consultados han visto que algunas personas terminan hablando con una máquina porque no encuentran en su entorno personal y laboral alguien que escuche sin juicio. Según datos de Terapify, seis de cada diez empleados con estrés laboral no piden ayuda, y no es porque no la necesiten. Lo evitan por miedo, por desconfianza o porque sienten que hablar de eso sigue estando mal visto.
Las líneas de apoyo que algunas empresas ofrecen tampoco siempre funcionan. “Aunque han ganado espacio, muchas veces se sienten frías, impersonales y lejanas. La mayoría las asocia con emergencias, no con una herramienta para enfrentar el cansancio, la ansiedad o el desánimo”, asegura García.
Pero el problema también es estructural. De acuerdo con estimaciones internas de Terapify, menos del 20% de las empresas en México cuenta con un equipo de salud mental. Hay transnacionales que llegan al 50%, pero la mayoría, sobre todo las Pymes, no tienen presupuesto para eso. Apenas cumplen con lo básico que pide la NOM-035 y, en general, no invierten en prevención, mucho menos en acompañamiento cuando ya hay un problema.
En ese sentido, el uso de estas herramientas requiere preparación. “Si vas a aplicar una herramienta que detecta depresión, y luego no sabes qué hacer con esa persona, mejor no la uses”, afirma el subdirector, pues detectar es apenas el primer paso, lo que sigue exige sensibilidad, protocolos específicos y respaldo institucional.
Además de los casos de autolesión, Clelia García advierte que hay otras condiciones que no pueden abordarse solo con tecnología. La depresión, los trastornos de ansiedad generalizada, el trastorno bipolar y cualquier situación con ideas suicidas requieren intervención directa de un profesional de la salud mental.
También el burnout, cuando deja de ser un cansancio momentáneo y se vuelve una constante que afecta la motivación, el rendimiento y el bienestar general. “En estos casos la atención clínica no puede sustituirse con recomendaciones automatizadas ni con herramientas que no evalúan el contexto completo”, comenta la directora.
¿Cuándo sí ayuda la IA en salud mental?
La inteligencia artificial puede ser una aliada cuando se usa con enfoque preventivo, educativo y como parte de una estrategia integral. José Antonio Marsico, CEO de Body Systems, señala que estas herramientas solo funcionan cuando están diseñadas desde la salud y su impacto real ocurre cuando se combinan con el acompañamiento de profesionales que puedan traducir los datos en acciones personalizadas.
Uno de los mayores beneficios está en la detección temprana de síntomas como estrés o ansiedad, a través de tamizajes automatizados que permiten identificar tendencias generales en ciertas áreas de la empresa.
Sin embargo, Marsico advierte que esta información es solo una parte para poder hacer mejoras, ya que los resultados colectivos ayudan a identificar dónde hay más carga emocional o dolencias, pero no explican qué necesita cada persona. Por eso, es importante que las empresas ofrezcan también la opción de hablar con un especialista, alguien que escuche y dé seguimiento.
Las plataformas también pueden promover hábitos saludables con retos de autocuidado, como los de 21 o 28 días, que invitan a dormir mejor, a meditar, a comer de forma más saludable o manejar el estrés. Y a eso se suman los recordatorios que fomentan pausas activas, ejercicios de respiración o momentos breves de desconexión durante la jornada laboral.
“Otro punto fuerte es el acceso inmediato a contenidos educativos sobre bienestar emocional, disponibles de forma constante y sencilla. Toda esa información recabada en una plataforma digital ayuda a normalizar el autocuidado y a crear una cultura más abierta sobre la salud”, dice.
Marsico está convencido de que el rumbo de la salud mental en los próximos años irá hacia modelos integrados que aborden lo emocional, lo físico y lo social al mismo tiempo, con ayuda de la inteligencia artificial. “Las soluciones aisladas perderán fuerza si no están conectadas con la experiencia diaria de las personas”, apunta.