La cultura
PICSELIN
El corazón de esa cultura se llama PICSELIN, un acrónimo que resume los principios que guían la operación diaria: productividad, integridad, confianza, servicio, equipo, lealtad e innovación.
La filosofía incluso tiene su propia botarga, un símbolo de identidad que acompaña a los colaboradores durante la convención anual donde se refuerzan cada uno de esos valores.
La estrategia busca que los principios no se queden en el discurso y para lograrlo, cada año los equipos participan en Conexión PICSELIN, una jornada dedicada a aterrizar los valores en acciones concretas. Así, la integridad o la confianza dejan de ser conceptos abstractos para convertirse en conductas que se reflejan en el trabajo cotidiano.
El modelo también se ve en la forma de evaluar al personal. Además del desempeño, Compusoluciones mide la coherencia entre los valores y las acciones de cada colaborador. La evaluación se centra en cómo se construye confianza, se fomenta el trabajo en equipo o se promueve la innovación.
Otra herramienta que refuerza la cultura interna es Aros, el arte de reconocer al otro. Cuatro veces al año, los colaboradores entregan un aro a quien mejor haya representado un valor dentro de la empresa.
“El reconocimiento se acompaña de un mensaje personal y puede canjearse por beneficios como horas libres o días de descanso. Con este programa, la empresa fomenta una práctica poco común en el entorno laboral mexicano que es reconocer entre pares el trabajo bien hecho”, detalló.
Para Medina Mora Icaza, la motivación no se logra con discursos ni con bonos, requiere estructuras que generen compañerismo, orgullo de pertenencia y confianza.
Esta última se construye, afirma, a partir de credibilidad, respeto y justicia. Cumplir lo prometido, tratar con dignidad a cada persona y actuar con imparcialidad son las bases para mantener un ambiente sólido.
Esa idea de justicia también se aplica al compartir resultados. Hoy, 138 colaboradores y excolaboradores son accionistas de Compusoluciones. El esquema nació para fortalecer el sentido de pertenencia y demostrar que el éxito compartido puede traducirse en productividad y compromiso.
El lenguaje interno es otra muestra de coherencia. “En la empresa ya no existen empleados, sino colaboradores. Los jefes son facilitadores y el área de recursos humanos se llama desarrollo de talento. Son cambios que parecen sutiles, pero refuerzan la idea de que las empresas no solo pertenecen a los accionistas, sino también a quienes las hacen posibles”, comentó.
Esa filosofía se puso a prueba durante una etapa de contracción en ventas. En lugar de reducir personal, la compañía lanzó una convocatoria para recibir ideas de ahorro. Cada propuesta debía generar economías de al menos veinte pesos diarios. En los primeros noventa días llegaron 1,194 ideas. La participación masiva permitió identificar ajustes operativos y reducir gastos sin despedir a nadie.
Eficiencias con rostro humano
De ese ejercicio nació Estructuras Mínimas, una metodología en la que cada área imaginó cómo operaría con menos personal y rediseñó procesos para eliminar desperdicios. La estrategia mejoró la eficiencia y mantuvo la plantilla completa. “Si despedimos a quien trabaja bien, el que se queda empieza a preguntarse cuándo le tocará”, compartió Medina Mora Icaza durante su ponencia.
La empresa también impulsa un desarrollo integral del talento. Promueve el crecimiento intelectual, físico, social y espiritual de sus colaboradores. En Colombia, por ejemplo, un grupo de empleados participó en la construcción de viviendas con la organización Techo. La experiencia reforzó el sentido de propósito y demostró que el compromiso con la comunidad puede fortalecer la conexión con la empresa.
Con el paso de los años, Compusoluciones ha comprobado que la motivación no depende de incentivos económicos, sino de estructuras coherentes con un propósito compartido.
Su modelo combina desarrollo humano con rentabilidad y ofrece una lección práctica para las organizaciones que buscan sostener resultados sin perder el compromiso de su gente.
Medina Mora Icaza suele decir que las empresas no trascienden por sus edificios ni por sus nombres, sino por las personas que ayudan a formar. En Compusoluciones, esa frase se convirtió en estrategia.