Su comentario abrió un tema del que pocas compañías hablan con honestidad. La brecha no surge por falta de voluntad, surge porque nadie enseñó a las empresas cómo hacerlo. Moviik encontró un camino que hasta ahora les ha funcionado.
Todas sus entrevistas y procesos de ingreso son remotos, así como la modalidad en ciertas posiciones. Este modelo les permite sumar talento que antes quedaba fuera por barreras físicas o de movilidad. “La tecnología ha facilitado que muchas personas se conviertan en colaboradores capaces y valiosos sin tener que trasladarse”, comentó.
“Tuvimos que buscar un lugar para la fiesta de fin de año donde hubiera rampa y acceso. Son cosas que cuando no tienes este acercamiento, no sabes qué hacer como empresa. Muchas son muy inflexibles… estos espacios para citas médicas o ajustes siguen siendo un tema complicado”, añadió.
El caso de Fermín Cárdenas, colaborador con discapacidad motriz, deja ver cómo la flexibilidad cambia trayectorias profesionales. Fermín trabajó como cloud architect para un cliente en Monterrey sin abordar un avión. Desde su casa cubrió todo el proyecto. “Nunca tuve inconvenientes para trabajar remoto y el cliente quedó satisfecho”, dijo.
Sin procesos adecuados
Para Sandoval, la historia de Fermín es un ejemplo de lo que sí puede ocurrir cuando el entorno se ajusta a la persona y no al revés. Impact Click, fundación que capacita a personas con discapacidad en habilidades digitales, observa dos fuerzas que chocan.
Por un lado, empresas que quieren abrir espacios. Por el otro, procesos internos que no están listos. “Las empresas sí tienen voluntad, pero el problema es el desconocimiento. No saben cómo incluir ni qué ajustes deben hacer”, aseguró Laura Figueroa, su CEO.
La organización ha detectado un patrón repetido. La apertura casi siempre empieza en la dirección general, pero el freno aparece cuando la conversación baja a recursos humanos. “Cuando hablamos con el CEO siempre hay apertura, pero cuando pasamos a recursos humanos es cuando dicen que no están listos”, afirmó Figueroa. El mensaje fluye arriba, pero no aterriza en quienes manejan los procesos de contratación.
Hay historias que muestran que el puente sí puede construirse. Brittany Pérez, de 28 años, trabaja en CleverClick después de recibir una beca de Impact Click para capacitarse en marketing digital. Antes de eso, la joven vivió discriminación educativa.
“Desde chiquita hubo rechazo. Había escuelas que me decían que no podían darme clases porque no estaban preparados para una persona como yo”, recordó Brittany durante la entrevista.
Después de esa etapa de rechazo en la infancia, Brittany sí logró continuar con sus estudios. Entró a estudiar Psicología en el Colegio Universitario del Valle de México y avanzó hasta la mitad de la licenciatura.
A partir de ahí su camino se movió más hacia el trabajo práctico y creativo. Antes de su empleo actual, trabajó cinco años como asistente en un consultorio dental y después se incorporó a una fundación ligada a FAD y Vida Independiente, donde fue instructora sobre uso de silla de ruedas y facilitadora en pláticas de empoderamiento para mujeres con discapacidad.
En paralelo hizo una carrera en actuación y modelaje. “Desde los 3 años tuve mi primer llamado que era para Suavitel, y lo retomé después porque quería estudiar comunicación y periodismo. Luego hice todo el shooting para Saba, la publicidad de redes sociales fue con mi imagen y salía con la silla de ruedas”, detalla. También ha tenido proyectos con Food Netflix, Sony y Disney.
Su transición al área digital llegó después. Vio en redes sociales que Impact Click ofrecía becas en habilidades digitales, hizo los exámenes y obtuvo una certificación en marketing digital. Tras sus prácticas, CleverClick la contrató formalmente para el área de email marketing, donde trabaja medio tiempo desde casa.
“A donde he ido a trabajar me incluyen, pero también yo busco incluirme. Si veo algo que no está adaptado, lo pido. La gente se da cuenta y me ayuda”, dijo.
Beneficios fiscales que casi nadie conoce
Para las empresas, además, existe un incentivo claro que pocos conocen. La Ley del ISR permite deducir entre 70 y 80% de los impuestos asociados a un trabajador con discapacidad, siempre y cuando cuente con certificado oficial.
También es deducible cualquier adecuación realizada en oficinas o incluso en el hogar de la persona, desde rampas hasta modificaciones de accesibilidad. “Si las empresas conocieran todos los beneficios fiscales, tendríamos un despunte enorme. El problema es que casi nadie sabe que existen”, reiteró Figueroa.
Los casos muestran que el talento existe y que las empresas también necesitan cubrir vacantes. Lo que falta es el puente que los conecte, ya que la inclusión no depende solo de voluntad, depende de información, procesos y una cultura que entienda lo que implica recibir a una persona con discapacidad en un equipo de trabajo.