¿Un nuevo comienzo para Trump tras sus cambios de gabinete?
El reinicio de la presidencia de Donald Trump comienza hoy, en su día 193 en el cargo. O al menos eso espera.
Trump está saliendo de la peor semana de su presidencia, siete desastrosos días en los que las peleas internas que él atizó se volvieron públicas, falló el intento del Senado de revocar y reemplazar el Affordable Care Act y Trump mismo atacó a su propio fiscal general y pronunció discursos fuertemente políticos que dejaron clara su creciente frustración con su posición actual, y expulsó a su jefe de gabinete Reince Priebus.
La decisión de separarse de Priebus y colocar al jefe del Departamento de Seguridad Nacional John Kelly como jefe de gabinete —todo lo cual fue anunciado por Trump a través de Twitter el viernes por la tarde—, fue presentado por los aliados del presidente como un reajuste muy necesario para una Casa Blanca que había perdido su dirección.
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“En la medida en que podamos hacer más y hacerlo más rápido de la manera disruptiva a la que estamos acostumbrados con Donald J. Trump, creo que tener las herramientas dispuestas es muy importante”, dijo Kellyanne Conway, consejera del presidente Trump, en Fox News Sunday.
Tal vez.
Kelly es, según todas las opiniones, un líder altamente disciplinado y organizado. La Casa Blanca de Trump necesita eso. También un militar altamente condecorado y alguien que Trump considera como un igual; Priebus no era ninguna de esas cosas. Kelly es el hombre que Trump quería. Priebus era el tipo que aceptó, en su opinión, como una concesión a un establishment republicano preocupado por el tipo de presidente que podría ser.
El problema con todos los comentarios de un “reinicio” en la Casa Blanca dirigida por Kelly es que Donald Trump sigue siendo el presidente. Priebus demostró ser ineficaz para gestionar la inestabilidad de Trump: saltar de asunto a asunto en un solo día, tuitear cosas que directamente contradicen la línea oficial de su Casa Blanca, fomentar la competencia entre los principales empleados en una especie de deporte sangriento.
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Esto es, literalmente, lo que es Trump. Ha vivido toda su vida adulta de cierta manera. A los 71 años, la idea de que cualquiera —incluido Kelly— pueda alterar fundamentalmente quién es Trump o quién está dispuesto a ser Trump para fines políticos parece muy exagerado.
Nadie, nunca, ha enfrentado a Trump durante un periodo prolongado. Claro, durante un día o incluso una semana durante sus primeros seis meses en el cargo, Trump evitó enviar un tuit incendiario o desviarse fuertemente del camino marcado por el teleprompter cuando pronunciaba un discurso. Pero nunca duró. Siempre volvía a lo que sabía: el provocador descarado y sin remordimientos que está tan interesado en causar una conmoción, así como en lograr que se hagan las cosas.
Trump no trajo a Kelly para paralizar su instinto natural. Y tampoco a Anthony Scaramucci, el nuevo director de comunicaciones de la Casa Blanca que pasó su primera semana en el puesto atacando salvajemente a Priebus (y al estratega en jefe Steve Bannon) y a Ryan Lizza del New Yorker. Trump trajo a ambos hombres porque los ve como iguales, como hombres que entienden quién es y trabajarán para poner en práctica sus deseos, en lugar de intentar encajarle en un marco político tradicional.
null“Lo que el General Kelly debería hacer no es intentar cambiar a Donald Trump”, dijo Corey Lewandowski, quien dirigió la campaña en las primarias de Trump de 2016, a Chuck Todd de NBC en Meet the Press, el domingo. “Yo digo que tienes que dejar que Trump sea Trump, eso es lo que lo ha hecho exitoso en los últimos 30 años, eso es lo que votó el pueblo estadounidense y cualquiera que piense que va a cambiar Donald Trump no conoce a Donald Trump”.
Esa última línea de Lewandowski es la más importante: “Cualquiera que piense que va a cambiar Donald Trump no conoce a Donald Trump”.
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Eso es 100% correcto. También es por eso que las posibilidades de que los próximos 193 días sean diferentes a los últimos 193 días son muy, muy pequeñas.
Trump no mira en retrospectiva a los últimos seis meses como un fracaso de su parte. Él lo ve como un fracaso del experimento que emprendió de ser agradable con la clase dirigente de Washington. Puso a Priebus y a los aliados de Priebus (Sean Spicer, Katie Walsh) en roles principales —justo junto a personajes como su hija Ivanka y su esposo, Jared Kushner— y ellos no funcionaron. Sus intentos por controlarlo lo enfurecieron; su incapacidad para girar los engranajes del Washington oficial para que funcionarán a su favor lo enfureció.
La lección que Trump aprendió de estos primeros seis meses en el puesto no es que él tuviera que cambiar. Era que tratar de convertirlo en una figura de Washington o en cualquier cosa cercana a un político tradicional no funcionaría. Y que aunque hubiera funcionado, él no quiere eso de todos modos.
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En cuanto a que Trump esté “empezando de nuevo” entonces, realmente, en su mente, es un retorno a sus raíces; a quien debería haber sido siempre desde el principio. Él ha creado un equipo —desde Kelly hasta Scaramucci y más abajo— que es mucho más probable que reafirme y amplíe sus instintos para “dejar a Trump ser Trump”, en lugar de bloquearlos.
Ese es el único reinicio que cualquiera que esté observando la Casa Blanca debería esperar. Trump no va a cambiar. En vez de ello, reforzará sus apuestas a ser exactamente quien siempre ha sido.
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