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Rex Tillerson y los retos que tendrá en Medio Oriente

El secretario de Estado estadounidense se encuentra de gira por la región sin tener una política exterior coherente definida por el gobierno de Trump.
vie 16 febrero 2018 06:05 AM
Labor
Labor Rex Tillerson, secretario de Estado norteamericano ha tenido diferencias con el actuar del presidente Trump, lo que ha generado los rumores de una posible salida, aunque la Casa Blanca lo ha negado. (Foto: JOSHUA ROBERTS/REUTERS)

Si el presidente estadounidense, Donald Trump, quería a castigar a su secretario de Estado, Rex Tillerson, ya encontró cómo.

Tillerson se encuentra actualmente en una gira por Medio Oriente que ha sido más dividida, más mortífera y más peligrosa de lo que ha sido en décadas. Las guerras están desatadas en Siria, en Yemen, en Libia, en Egipto, y el potencial para una alucinante serie de otras guerras, pequeñas, medianas y grandes, regionales y globales, se cierne oscuramente en el horizonte. Todo esto en un momento en que Estados Unidos, hasta el cuello de las minucias de todo ello, está perdiendo el control.

El trabajo de tratar de resolver todo esto recayó en un ejecutivo petrolero sin experiencia diplomática que lidera un Departamento de Estado con una hemorragia de personal con experiencia, y en el yerno de 37 años del presidente, Jared Kushner, un neófito político bien versado en el turbio mundo de los bienes raíces de Manhattan, y no en mucho más.

El recorrido de Tillerson por la región lo lleva a Egipto, Kuwait, Jordania, Líbano y Turquía. Y si había alguna duda sobre la decreciente influencia estadounidense en la región, este torbellino lo está dejando muy claro.

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Egipto

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Su primera parada, Egipto, resaltó los cuestionables frutos del incipiente 'romance' entre el capitán general convertido en presidente Abdel Fatah Al-Sisi y el presidente Trump. El anfitrión de Tillerson ganó una elección presidencial con un dudoso 97% de los votos en 2014, y pronto volverá a postularse en otra elección en la que ya ha arrestado o intimidado a todos sus rivales significativos. Tillerson murmuró unas palabras sobre elecciones libres y justas mientras estuvo en El Cairo, pero se apresuró a respaldar la última ofensiva de Egipto contra los insurgentes islamistas en el Sinaí y en el Desierto Occidental.

En un momento en que la libertad de prensa y las libertades civiles se encuentran en dramático retroceso en Egipto, dejó en claro que la prioridad del gobierno de Trump es la guerra contra el terrorismo que lleva casi 18 años de duración y es aparentemente interminable.

Kuwait

Luego, Kuwait, donde asistió a una cumbre regional sobre la reconstrucción de Irak después de la derrota de ISIS. Bagdad estima que la reconstrucción costará 88,000 millones de dólares. Los participantes lograron recaudar más de 30,000 millones de dólares en compromisos.

Estados Unidos, para acuñar una frase del gobierno de Barack Obama, liderará desde la retaguardia, al apoquinar una línea de crédito de 3,000 millones de dólares.

Tillerson aprovechó la oportunidad para analizar la disputa continua entre Catar, por un lado, y una coalición de estados árabes liderada por Arabia Saudita, por el otro. El bloque liderado por Arabia Saudita acusa a Qatar de apoyar el terrorismo y extender la subversión en la región, y el verano pasado impuso un embargo al país. Irán y Turquía rápidamente se pusieron del lado de los cataríes, mientras que Estados Unidos envió un aluvión de señales mixtas: el presidente Trump tuiteó que los cataríes estaban financiando el terror, mientras que Estados Unidos mantiene y planea expandir su base aérea a las afueras de la capital, Doha, la mayor instalación militar estadounidense en el mundo árabe. El verano pasado, Tillerson intentó de mediar en la disputa, pero fracasó. Sus posibilidades de éxito esta vez no son mejores.

Jordania

Luego, el secretario vuela a Amán, Jordania, donde se encuentra con el rey Abdullah II, todavía descontento por la decisión del presidente Trump de reconocer a Jerusalén como la capital israelí. Tillerson, quien según los informes se opuso al movimiento, simplemente tuvo que aguantarse. El archivo de Israel-Palestina está en las inestables manos de Kushner.

Jordania ha sido durante mucho tiempo un fiel aliado de Estados Unidos, pero ahora es una alianza con un alto costo político, especialmente entre la mayoría de los jordanos que remontan sus raíces a la Palestina histórica. En los días que siguieron a la declaración de Jerusalén, las autoridades jordanas permitieron grandes y ruidosas protestas con la esperanza de que Washington escuchara, pero nadie escuchó.

En cuanto a los palestinos, han dejado en claro, al menos a los funcionarios en Ramallah, que en gran medida han renunciado a que Estados Unidos juegue el papel de intermediario honesto. El presidente palestino, Mahmoud Abbas, voló a Moscú el lunes con la esperanza de que el presidente Vladimir Putin pueda intervenir para llenar el vacío dejado por un gobierno estadounidense considerado como el más proisraelí en la historia.

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Líbano

Tillerson realizará el breve vuelo a Beirut el jueves. Como parte del intento del gobierno de Trump de contrarrestar la creciente influencia de Irán en Medio Oriente, se espera que inste al primer ministro libanés, Saad Hariri, a distanciarse de Hezbolá, el principal aliado libanés de Irán. Pero Hezbolá es parte del gobierno de coalición de Hariri. Desempeñó un papel fundamental en aplastar los bolsillos de ISIS en Líbano, hombro con hombro con el ejército libanés apoyado por Estados Unidos Y le guste o no, muchos libaneses a través del espectro político y sectario dan crédito a Hezbolá por asegurarse de que el ISIS nunca haya logrado establecerse allí. Presionar a Hezbolá para que salga de las ecuaciones políticas sensibles del Líbano amenaza con el tipo de inestabilidad de la que la mayoría de los libaneses preferiría prescindir.

Una anécdota personal: la otra noche me senté en un bar del oeste de Beirut con un grupo mixto de cristianos y musulmanes. “¿Qué piensas de Nasrallah?”, me preguntó una mujer cristiana, refiriéndose al Secretario General de Hezbolá, Hassan Nasrallah. “¡A mí me encanta!”, exclamó antes de que yo pudiera responder, levantando su vaso de whisky a modo de brindis.

“Es el conductor designado de la política libanesa”, intervino otro en la mesa.

El papel de Nasrallah en calmar las agitadas aguas de la política libanesa se destacó en noviembre cuando Hariri dimitió repentinamente bajo lo que muchos creen que fue la presión de Arabia Saudita, enojado por el papel de Hezbolá en el gobierno de Hariri y su creencia de que Irán, a través de Hezbolá, estaba manipulando la política libanesa. Nasrallah dio una serie de discursos televisivos durante los tensos días después de la renuncia de Hariri, llamando a la calma. Muchos en el Líbano dan crédito a la postura de Nasrallah por prevenir un cisma profundo en el Líbano, tal vez incluso evitando el estallido de la violencia.

Líbano es un lugar complicado. ¿Entiende esto Tillerson o su jefe?

Turquía

Su destino final, y ciertamente el más difícil, es Turquía. El presidente Recep Tayyip Erdogan está furioso por el apoyo estadounidense a los combatientes kurdos en la guerra contra el ISIS en Siria. Turquía ve a los kurdos allí como una rama del Partido de los Trabajadores Kurdos, el PKK, que ha librado una guerra separatista contra el estado turco desde 1984.

El 20 de enero, Turquía lanzó una ofensiva contra los combatientes kurdos, muchos armados y entrenados por Estados Unidos, en torno a Afrin, una zona kurda en Siria a lo largo de la frontera con Turquía. Estados Unidos y Turquía son miembros de la OTAN, pero su alianza está hecha trizas y, de hecho, cerca de exhalar su último aliento.

“Los lazos con Estados Unidos se encuentran en un punto muy crítico”, dijo el lunes el canciller turco Mevlut Cavusoglu. “O arreglamos estas relaciones, o se romperán por completo. No hay otra opción aquí”.

No en el itinerario de Tillerson, sino en el centro de las preocupaciones regionales, está Siria. Los últimos 10 días han sido testigos de el derribe de un avión de combate ruso por rebeldes sirios, y de como fuerzas estadounidenses y kurdas en Siria mataron a unas 100 fuerzas sirias progubernamentales, incluidos a varios contratistas rusos, en la parte oriental del país. Un dron iraní fue derribado sobre Israel y las defensas aéreas sirias derribaron un F-16 israelí.

Nunca se habían involucrado tantas fuerzas diferentes y antagónicas en tanta actividad militar en un espacio geográfico tan limitado.

El potencial de confrontación catastrófica que involucra a las superpotencias globales y regionales es enorme. Y notablemente ausente en todo esto está un rol estadounidense. Después del incidente con el dron iraní, y el derribe del F-16 israelí y los ataques aéreos israelíes contra los objetivos sirios e iraníes que siguieron, Estados Unidos básicamente se ausentó. Podía hablar con los israelíes, pero no con los sirios, ni con los iraníes. Fueron los rusos, en contacto con todas las partes involucradas, quienes intervinieron y evitaron la guerra.

Según el diario israelí Ha'aretz, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, habló por teléfono con el presidente ruso, Vladimir Putin, mientras Israel se preparaba para un contraataque masivo. Putin advirtió a Netanyahu que no intensificara las hostilidades, y Netanyahu obedeció. El autor del artículo, Amos Harel, fue franco sobre lo que significó todo esto: “La tranquilidad después de la llamada de Netanyahu-Putin muestra una vez más quién es el verdadero jefe en Medio Oriente. Mientras Estados Unidos sigue siendo el 'ausente presente' de la región —aún sigue sin definirse una política exterior coherente por parte de Estados Unidos—, Rusia dictamina cómo van las cosas”.

Y eso lo resume todo. El Secretario de Estado Tillerson es, al final del día, el mensajero del presidente Donald Trump. Pero es un mensajero sin un mensaje.

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