"Es una gran responsabilidad estar al timón del FMI en momentos en que el crecimiento económico mundial sigue decepcionando, persisten tensiones comerciales y la deuda está en niveles históricamente altos", dijo en una nota.
"Eso significa también lidiar con problemas como la inequidad, riesgos climáticos y rápidos cambios tecnológicos", afirmó.
La designación de Georgieva, segunda mujer que lidera el FMI, mantiene la norma no escrita que establece que la entidad debe estar a cargo de una persona europea.
Georgieva, de 66 años, hereda una institución criticada por el creciente populismo en economías avanzadas y el incremento de las peleas comerciales; la mayoría de ellas desatadas por Estados Unidos, el socio mayoritario del Fondo.
Georgieva, que estaba impulsada por París, superó reticencias en la dividida Unión Europea. Alemania respaldaba nominar al exministro holandés de Finanzas Jeroen Dijsselbloem.
Los países que impulsaron a Georgieva esgrimieron sus sólidos antecedentes en finanzas internacionales.
En el Banco Mundial, donde transcurrió la mayor parte de su carrera y llegó a ser directora general, ganó experiencia en el manejo del ambiente; especialmente en lo referente a desarrollo sostenible y cuestiones agrícolas.
Además trabajó en favor de las mujeres al instar a una mejor educación de las niñas, prohibir limitaciones al trabajo femenino y fomentar los emprendimientos de mujeres -especialmente en África.
En este punto, debería ser continuadora de Lagarde, quien expresó sin pausa su voluntad de defender la igualdad de géneros.