El procedimiento reveló también las profundas divisiones dentro de la UE entre los países del Norte y los del Sur, que no eran partidarios de Dijsselbloem a causa de las polémicas declaraciones que hizo hace dos años, cuando acusó a los países mediterráneos de despilfarrar su dinero en "alcohol" y en "mujeres".
Además, Berlín apoyaba a Dijsselbloem y Francia a Georgieva, explicó una de las fuentes.
Al final, los europeos se decantaron por la candidata de los países del Este, que todavía no habían obtenido ningún puesto importante tras las elecciones europeas, pues Francia se quedó con la presidencia del BCE; Alemania, con la de la Comisión, e Italia, con la del Parlamento.
"Su candidatura no tiene el apoyo de todos y el consenso se obtuvo a la fuerza. Esto puede incitar a otros pretendientes a lanzarse", avisó una fuente consultada por la AFP.
Ésta citó al actual gobernador del Banco de Inglaterra (BoE), Mark Carney, que tiene la triple nacionalidad británica, canadiense e irlandesa, quien "cuenta con una buena red dentro del FMI" y cuyo nombre circulaba en un principio entre los candidatos.
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Desde su creación, en 1944, el FMI siempre ha tenido un director europeo, en tanto que un estadounidense siempre ha estado al frente del Banco Mundial.
No obstante, los países emergentes reclaman desde hace tiempo una mayor representación en las instituciones internacionales.
Según fuentes consultadas por la AFP, estos países podrían apoyar la candidatura del jefe del Banco de Pagos Internacionales (BPI), el mexicano Agustín Carstens, expresidente del Comité monetario y financiero del FMI o, inclusive, la de su sucesor, Lesetja Kganyago, gobernador del Banco Central sudafricano.