El economista político Greg Valliere llamó al acuerdo comercial “un salvavidas, justo a tiempo” para un presidente que enfrenta un juicio político y también una victoria para los inversionistas cansados de la guerra comercial. “La incertidumbre que plagó a las pequeñas empresas y a los agricultores estadounidenses disminuirá mientras Trump esté jactándose (de él) en su campaña durante los próximos meses”, señaló Valliere.
Pero este no es el acuerdo comercial que el presidente se propuso forjar hace dos años. Ni siquiera es el amplio pacto que se vino abajo en mayo.
Y aunque existen logros notables para Estados Unidos en protección de propiedad intelectual y una promesa sobre transferencias de tecnología forzadas, el gran compromiso sobre la agricultura básicamente corrige el daño causado por la guerra comercial.
Además, este acuerdo deja los mayores problemas para más tarde.
No aborda la ciberseguridad o el esquema masivo de subsidios industriales y empresas estatales de China. (Estados Unidos está ahora trabajando con Japón y la Unión Europea para abordar los subsidios chinos a través de la Organización Mundial del Comercio).
Mientras tanto, permanecen los aranceles sobre 370,000 millones de dólares (mdd) en productos hechos en China, la vasta mayoría de las importaciones estadounidenses. Al comienzo de la guerra comercial, los importadores y los minoristas absorbieron la mayor cantidad de aranceles que pudieron. Muchos economistas no creen que eso pueda durar y terminarán elevando los precios para los consumidores estadounidenses.
Los aranceles que permanecen tienen como objetivo hacer cumplir su palabra a los chinos y trabajar hacia otro acuerdo.
“Estaré de acuerdo en quitar esos aranceles si podemos lograr la fase dos”, dijo el presidente.
Pero hay mucho escepticismo sobre que un acuerdo significativo de fase dos se produzca pronto.
“Ahora que la tinta se ha secado en el acuerdo de fase uno, debería reflejarse completamente en los precios, y dudamos que suceda un acuerdo de Fase Dos que aborde las diferencias estructurales entre los dos países”, escribió Oliver Jones de Capital Economics en una nota para los clientes.