Georgieva dijo a Reuters que a los bancos centrales les resulta cada vez más difícil reducir la inflación sin provocar recesiones, debido a las crecientes presiones sobre los precios de la energía y los alimentos derivadas de la guerra en Ucrania, las políticas chinas de "cero-COVID", que han reducido la fabricación de manufacturas, y a la necesidad de reordenar las cadenas de oferta para hacerlas más resistentes.
Explicó que la fuerte demanda de Estados Unidos, las interrupciones de la cadena de suministro y los efectos de la guerra de Ucrania apuntan a una inflación más duradera.
El COVID es un riesgo latente
La pandemia de COVID-19 no ha terminado y podría haber otra crisis, añadió al margen de una reunión de ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del G7 en Alemania.
La política china de COVID, que ha provocado un confinamiento generalizado en las principales ciudades, es inviable debido a las variantes altamente contagiosas, pero Beijing se está "atrincherando" para resistirse a modificarla, dijo, y añadió que sus efectos se discutirían en la reunión.
Sostuvo que no está "demasiado preocupada" por la economía china porque Pekín tiene espacio de política fiscal y monetaria para apoyar el crecimiento.
Georgieva dijo que los esfuerzos de los países por cambiar sus cadenas de suministro para pasar de la máxima eficiencia a una mayor resiliencia, aumentarán algunos costos.
"Entonces, ¿se tratará de un choque de precios de una sola vez y luego no habrá más impacto en la inflación? O será una especie de cortarnos más las alas", dijo. "Tenemos que averiguarlo".