La industria manufacturera de Estados Unidos se concentra en una base de pequeñas empresas. Los datos indican que de 238,851 compañías en el sector, solo 3,920 superaban los 500 empleados.
En tanto, tres de cada cuatro contaban con menos de 20 trabajadores y 93.4% no rebasa los 100.
La NAM insiste en que una base manufacturera fuerte necesita políticas comerciales estables. Producir en Estados Unidos solo tiene sentido si los productos llegan a mercados globales.
El T-MEC cambió el mapa. Redujo la exposición a China y acercó insumos desde México y Canadá. Hoy, un tercio de los componentes clave proviene de estos socios. Pero la volatilidad política amenaza ese equilibrio.
Trump promete revertir la pérdida de 90,000 fábricas desde la firma del TLCAN, las acusaciones del robo de industrias y empleos se extienden a China. Ante esto propone una ofensiva arancelaria como motor del renacimiento industrial.
La idea de Trump desató una ola de sátiras en redes sociales. Usuarios recrearon, con inteligencia artificial, escenas distópicas de funcionarios y población estadounidenses esclavizados en fábricas.
El Instituto Fraser advierte que una oleada de inversión, sin el respaldo de fuerza laboral, puede colapsar bajo su propio peso.
Jock Finlayson, investigador principal del instituto, recuerda que gran parte del debate gira en torno al empleo. La industria manufacturera perdió dinamismo desde los años 90 y tocó fondo en 2010. Desde 2015, muestra una leve recuperación. Pero la comparación histórica revela la magnitud del retroceso: en los años 70, uno de cada tres trabajadores formaba parte del sector. Hoy, solo uno de cada 12.
Aún así, Estados Unidos es el segundo país en el mundo con mayor volumen de producción industrial, con una participación de 16.8%, solo por detrás de China, que tiene 28.7%, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial.
El secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, dice que el país se enfoca en un proceso mayor: la construcción de fábricas por valor de billones de dólares dentro y, aunque muchas serán automatizadas, lo esencial es quién las construye, quién las opera, quién garantiza su funcionamiento. La respuesta son los trabajadores estadounidenses.
No se trata de reemplazar millones de personas, sino de transformar su labor. Antes, millones de personas apretaban tornillos para ensamblar iPhones. Ese tipo de actividad regresa a Estados Unidos, pero con automatización.
El bono demográfico se desvanece
En 2023, la tasa de natalidad fue de 10.68 nacimientos por cada 1,000 habitantes, y la tasa de fertilidad fue de 1.617 nacimientos por mujer, un mínimo histórico.
El envejecimiento poblacional agrava la escasez de mano de obra. Para 2034, los mayores de 65 años superarán por primera vez a los menores de 18. Todos los baby boomers ingresarán a la tercera edad. Uno de cada cinco ciudadanos vivirá en edad de jubilación.
La industria busca reemplazos. La Alianza para la Manufactura Estadounidense (AAM) señala que el 27 % de la Generación Z está dispuesta a trabajar en el sector. Aunque baja, la cifra supera el interés registrado entre los millennials. Aun así, el reto persiste.
Según una encuesta de la NAM, siete de cada 10 fabricantes identifican la falta de talento como el principal freno para crecer. Las principales revistas del sector coinciden: la escasez de habilidades técnicas empeora mientras el gobierno anuncia un nuevo ciclo de inversión industrial.
Los migrantes, pieza clave en jaque
La inmigración ofrece un respiro. En marzo, el Instituto de Políticas Migratorias (MPI) reveló que, por primera vez en 175 años, el crecimiento de la población se explicó por completo a partir del ingreso de migrantes. Entre 2022 y 2023, el país no registró aumento neto por nacimientos.
Los migrantes ya suman 47.8 millones. Representan 14.3 % de la población, pero ocupan 18 % de los empleos. Su presencia compensa el envejecimiento laboral y sostiene sectores críticos.
El gobierno, sin embargo, endurece el control migratorio. Desde enero de 2025, las autoridades deportaron a más de 100,000 personas y arrestaron a 113,000 más. Todas esperan ser expulsadas.
Trump enfrenta una contradicción estructural: quiere más fábricas, pero cierra la puerta a quienes pueden operarlas.