GINEBRA.- Johanna Hill no eludió el contexto. Frente a una sala repleta de periodistas, la directora general adjunta de la OMC reconoció que el comercio mundial atraviesa uno de sus momentos más delicados. Las tensiones por los aranceles unilaterales, la desconfianza entre socios estratégicos y el impacto de los cambios geopolíticos ponen a prueba el sistema multilateral.
El comercio, entre la incertidumbre y la esperanza digital de la IA

Sin embargo, Hill defendió que esta crisis ofrece una oportunidad para revisar lo que funciona, corregir lo que no y preparar al comercio internacional para la próxima década. “Tres cuartas partes de los bienes en el mundo siguen amparados por las reglas de la OMC, recordó. Esa es, dijo, la base sobre la que aún se sostiene el sistema.
En ese marco, el Informe Mundial sobre el Comercio 2025 eligió enfocarse en un fenómeno que redefine el intercambio de bienes y servicios: la Inteligencia Artificial (IA). La decisión responde a la urgencia de entender una transformación que avanza más rápido que la capacidad de regularla. Si el comercio vive tiempos turbulentos, la IA puede convertirse en el motor que ayude a estabilizar y, sobre todo, a hacerlo más inclusivo.
El informe profundiza el estudio que la OMC publicó en 2024 bajo el título Trading with Intelligence. Aquella investigación examinó cómo la IA puede reducir costos, aumentar la productividad y abrir el acceso a mercados globales. Ahora, el organismo va un paso más allá, pues analiza cómo se distribuyen los beneficios de esa revolución y qué políticas pueden garantizar que nadie quede fuera.
Nuevas simulaciones de la OMC estiman que el uso de IA puede incrementar en 40% los flujos transfronterizos de bienes y servicios para 2040, un hallazgo que los investigadores bautizaron “40 por 40”. Además, una encuesta realizada con la Cámara de Comercio Internacional mostró que 90% de las empresas que ya emplean IA reportan beneficios concretos en sus operaciones relacionadas con el comercio.
El impacto no se limita a las grandes corporaciones: las micro, pequeñas y medianas empresas expresan un optimismo mayor respecto a la posibilidad de que la IA les permita acceder a mercados internacionales.
El informe también aporta datos relevantes sobre los llamados bienes habilitadores de IA, desde minerales críticos hasta semiconductores, cuyo comercio alcanzó 2.3 billones de dólares en 2023. El acceso a esta infraestructura será decisivo para que las economías de ingreso bajo puedan reducir su brecha digital y participar en la nueva economía.
Si esos países logran cerrar la mitad de la brecha con las naciones de ingreso alto y adoptan masivamente la IA, podrían ver un aumento de 15% en sus ingresos, frente a 12% en los países ricos. Sin esa convergencia, el crecimiento de los países más rezagados se limitaría a 8%.
Pero el potencial de la IA no es automático. El informe advierte que las desigualdades en infraestructura digital, educación y capacitación pueden ampliar la brecha entre ganadores y perdedores. Por ello, la recomendación es invertir en conectividad, desarrollar políticas de ajuste laboral y mantener un entorno comercial abierto y previsible.
La OMC subraya que sus propios acuerdos —como el de Tecnología de la Información (ITA), el de Servicios (GATS), el de Obstáculos Técnicos al Comercio (TBT) y el de Propiedad Intelectual (TRIPS)— ya ofrecen un marco que favorece el despliegue de la IA. No obstante, propone ampliar la participación de los miembros en estos compromisos y actualizar normas que permitan abaratar el acceso a tecnologías y servicios digitales.
El documento incluye un nuevo Índice de Apertura de Políticas de IA que mide barreras en tres áreas: comercio de servicios, bienes habilitadores y flujos transfronterizos de datos. Con ello, la OMC busca dar a los gobiernos herramientas concretas para diseñar políticas que promuevan el crecimiento inclusivo.
La presentación cerró con un llamado a no postergar las decisiones. Hill advirtió que la velocidad con la que avanza la IA obliga a actuar ahora. “No podemos esperar”, insistió. Para la OMC, el desafío consiste en demostrar que, incluso en medio de tensiones comerciales y crisis políticas, el sistema multilateral puede adaptarse y dar respuestas a tiempo.