El emprendimiento que da una oportunidad a mexicanos deportados
Ana Laura López es mexicana, pero durante 20 años vivió en Estados Unidos. Hasta que hace uno fue deportada y regresó a su natal Ciudad de México. Toda su familia, incluidos sus hijos, nacidos allá, se quedaron en el país vecino. Cuando volvió se encontró sola y sin recursos monetarios. En ese momento, no pensaba que emprender fuera una opción.
“Mi familia me quería mandar dinero, pero yo no podía retirarlo ya que no tenía ninguna identificación”, cuenta. Intentó apoyarse en el Instituto Nacional de Migración para buscar empleo, pero no tuvo éxito. “Es muy complicado encontrar trabajo sin documentos y nada que avale tu experiencia. Además, el salario que nos pagan aquí no alcanza para sobrevivir”, agrega.
Durante un tiempo, vendió dulces en la calle pero, seis meses después de su regreso, conoció a otras cinco personas deportadas en la misma condición de desempleo. Juntos, crearon un colectivo, Deportados Unidos, en el que se apoyan mutuamente.
Continuaron con la venta ambulante y agregaron otros artículos, entre ellos playeras estampadas. “Nos comenzaron a pedir más playeras que dulces, así que nos dimos cuenta que nuestro camino iba por ahí. Decidimos comenzar un negocio”, explica.
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El grupo contactó primero al primo de uno de ellos, que tenía un taller de serigrafía en la Ciudad de México. Con él aprendieron a estampar playeras e iniciaron su propio emprendimiento: Deportados Brand. Presentaron su proyecto al programa de Fomento al Autoempleo de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, a través del cual consiguieron el préstamo del equipo para poder comenzar.
Apenas llevan seis meses con el negocio, pero si lo realizan con éxito durante un año, el equipo se volverá suyo. “Debemos cumplir una cuota de 20,000 pesos mensuales en ventas para demostrar que estamos funcionando. Hasta la fecha no hemos fallado”, explica.
nullA través de su página de Facebook, familiares y amigos, además de otros migrantes, les hacen pedidos desde Estados Unidos. Para ellos realizan diseños de apoyo a dreamers y al programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) , lo que les ha hecho populares entre la comunidad migrante.
Fidel Castillejos, director general de Emex, incubadora y aceleradora de negocios, comenta que fue correcta su decisión de inclinarse por un producto demandado desde un inicio por los clientes. Además, apunta que fue un acierto acercarse a las instituciones que apoyan a los emprendedores de bajos recursos. “Cuando se tiene una buena idea de negocio hay que comunicarla a los diferentes centros de apoyo. Institutos para emprendedores estatales, federales, secretarías, e incluso hay programas de embajadas que buscan fomentar los microemprendimientos”, señala.
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La mayoría de los clientes de la marca viven en Estados Unidos. “Enviamos más playeras de las que vendemos en México, pero no ganamos mucho porque el costo de envío es caro. Además, debemos pagar impuestos más elevados y aranceles si queremos enviar muchos productos”, explica López.
Castillejos reconoce que a veces, los apoyos de las organizaciones se quedan en la parte productiva, y no en formar a los emprendedores para que puedan solventar retos como el de Depotados Brand. Por ello, recomienda invertir en cursos que mejoren estos conocimientos y ayuden al desarrollo del negocio. También aconseja pedir asesoría en compañías privadas que realicen un diagnóstico del negocio y ayuden a mejorarlo.
Deportados Brand se dirige a través de una participación equitativa. Todos diseñan, realizan los estampados y ayudan en la administración. Aunque poco a poco, después de seis meses de iniciar con el micronegocio, el puesto de cada uno ha ido definiendo por las preferencias y las habilidades que demuestran.
Más que un negocio
Las ganancias de Deportados Brand se dividen entre los cinco miembros del emprendimiento. Posteriormente, cada uno realiza aportaciones voluntarias para mantener su colectivo.
Asisten cada semana a recibir a uno de los tres aviones de personas deportadas y les dan mochilas pequeñas. “Cuando los devuelven a México les entregan sus pertenencias en costales. Me parece indigno y realmente poco útil. Se les caen sus cosas y se rompen”, explica López. También los ayudan a encontrar direcciones, los guían al metro y si no tienen familiares, dejan que se queden en su taller de serigrafía hasta que encuentran un lugar para vivir.
“Somos más que un negocio. Somos un proyecto de reintegración familiar. Nuestro objetivo es poder traer a nuestras familias, por lo menos de visita. Pero para eso necesitamos un lugar digno en donde puedan llegar. Vamos a seguir trabajando y preparándonos para poder hacer crecer el negocio”, comenta la emprendedora.
Ella ya consiguió su identificación, pero prefiere continuar con su emprendimiento porque cree que tienen posibilidades de crecer.