“Nuestros clientes son en un 80% empresas de otros países y para nosotras es muy importante la tarjeta de la honestidad como presentación”, explica Merced Velázquez, directora de Unidad de Investigación en Salud (UIS), una pyme chihuahuense dedicada la investigación clínica.
La empresa ya tenía un sistema de gestión de la calidad, pero no incluía el parámetro de la integridad. “Una declaración o una carta es una buena intención, no que la empresa esté segura de que se ponen en práctica medidas contra la corrupción”, agrega Rosalva Avena, subdirectora de UIS.
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Es lo que consiguieron con el programa, que está próximo a concluir su segunda edición y en enero lanzará una nueva convocatoria. “En los últimos años, los esfuerzos han ido para crear códigos y manuales, pero nos hemos dado cuenta de que necesitamos aterrizarlo; 98% de las empresas en México son pymes y, para las pymes, los manuales son complicados, necesitan a alguien que les lleve de la mano”, afirma Eugenia Castañeda, directora de Integridad empresarial en MCCI.
Las pequeñas y medianas empresas no suelen tener recursos para contratar un consultor. Y, del otro lado, las grandes empresas dedican mucho tiempo a sus programas de compliance y quieren ir más allá, explica Castañeda. En el primer año del programa, que no tiene costo, participaron cinco empresas mentoras y cinco aprendices, y para 2020 serán entre 12 y 13 pares de todos los sectores. “Buscamos que sean en un sector igual o parecido, para que sea un tema aspiracional para las pymes”, apunta Castañeda, que reconoce que una industria con la que aún no han logrado trabajar es la de energía, donde ha costado encontrar 'aprendices'.