“Una de las razones para tener a gente en Shell en el tema de clima es para entender estas regulaciones y manejarlo”, explica David Hone, asesor principal de Cambio Climático de la petrolera.
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Las visiones que surgen de este departamento impactan, de manera directa, en los proyectos futuros de la compañía, porque dan una opinión acerca de qué tan viable y rentable puede ser construir, por ejemplo, una nueva refinería que deberá funcionar durante varias décadas. “En unos 10 años, la regulación puede hacer más costosas las emisiones y quizás eso te lleve a diseñarla distinto o ni siquiera seguir con el proyecto”, apunta Hones.
El equipo que dirige también debe pensar en las tecnologías del futuro y en las tendencias que tendrá el mercado, para así apoyar las decisiones sobre las inversiones de los siguientes años. “¿Dónde desea estar Shell en 20 años? Para contestar eso usamos escenarios para imaginar cómo cambiará el sistema energético”, agrega el directivo.
Hones confía en que, independientemente de cuál sea esta ruta, Shell puede llevar mucha ventaja. Las energías renovables que ahora están tomando más relevancia son la solar y la eólica. La petrolera cuenta con proyectos eólicos marinos, una tendencia en la que tiene experiencia porque sabe construir y dar servicio a instalaciones como a sus plataformas petroleras.
Pero la compañía ve hacia otras opciones. La generación de electricidad a través del hidrógeno por medio de la electrólisis en granjas solares también llama su atención. Y la empresa aprovecha, desde hace años, el hidrógeno de sus refinerías para generar electricidad. Otra opción que maneja es la captura de las emisiones de CO2 de sus procesos en el subsuelo, como ya hace en un proyecto ubicado en Qatar.
“El deseo de Shell para nuestros inversionistas es que nos mantengan como un caso de inversión global. (…) Y la única forma de hacerlo es si empezamos a cambiar”, apunta el especialista.