Desde el inicio del año hasta septiembre, Pemex TRI vio una baja significativa en sus ventas. Sus ingresos se redujeron en 40%, o 283,474 millones de pesos, en comparación con el mismo periodo del año anterior.
Como ejemplo, durante lo que va del año el volumen de ventas de gasolinas acumula una caída de 21.6% y el de turbosina, combustible que también es producido en los complejos de refinación de Pemex, ha disminuido en 46.3%, de acuerdo con las estadísticas publicadas por la misma compañía.
Pero pese a la baja probabilidad de colocar su producto de manera ordinaria, Pemex no ha disminuido de manera significativa la producción de combustibles. Un claro ejemplo de ello es que el nivel de gasolinas en las refinerías sólo ha disminuido en 6.2%, pese al desplome de la demanda.
“El sector refinación es un sector que tiene márgenes variables en el tiempo, pero es un sector que requiere ser súper eficiente para poder generar ganancias y Pemex históricamente no ha generado ganancias. La empresa siempre ha tenido que subsidiar al sector de refinación y esa es la razón histórica por la cual la capacidad de refinación en México se fue degradando”, dice Francisco Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía del Instituto Baker de la Universidad Rice, en Texas.
El negocio de refinación de Pemex, que figuró en los estados financieros de la compañía hasta 2016, no generó utilidades a la petrolera durante al menos 12 años, antes de que fuera incluido en Pemex Transformación Industrial.
Hasta ahora, la compañía no ha anunciado modificaciones en sus metas de producción de petrolíferos. Incluso, como parte de la orden presidencial de aumentar la producción en las refinerías, durante este año –y ya en medio de la emergencia sanitaria– la administración de la petrolera nacional anunció un incremento en la inversión que sería destinada a Pemex TRI durante este año.
El monto autorizado para la subsidiaria en este año aumentó en 19%, de 58,200 millones de pesos a 69,500 millones de pesos. Esto como parte de un ajuste de inversión hecho por la compañía para afrontar los estragos generados por la pandemia de COVID-19 y que incluyó una reducción de 40,500 millones de pesos en las actividades de exploración y producción de crudo, las más rentables en la industria petrolera.
Los analistas coinciden en que, aunque los estragos de la pandemia han generado presión en las finanzas de la estatal, la subsidiaria ya arrastraba pérdidas millonarias debido a ineficiencias en los seis complejos de refinación, un alto costo de nómina y una producción de combustóleo en exceso, un subproducto de la refinación que cada vez es menos indispensable y más barato en el mercado.
A esto se suma la apertura del mercado de combustibles, que hasta antes de la reforma era exclusivo de Pemex, y en el cual las petroleras privadas han ganado más participación.
La administración federal ha sido incisiva en su plan de llevar al país a la autosuficiencia de gasolina, prometiendo que esto traerá precios más bajos en los combustibles a la población y que sería un buen negocio para la compañía. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público ya contempla que hacia 2024 sólo el 31% de la producción nacional de crudo tendrá como destino el mercado internacional.
Pero los analistas aún dudan de una de las metas principales del gobierno federal en materia energética y aseguran que esto solo podría generar más pérdidas a la petrolera estatal mermando su liquidez para cumplir sus compromisos en dólares.
“Las empresas estatales, con muy pocas excepciones no son buenas en el tema de refinación, es un negocio tan competido y México tiene además la particularidad de que tiene al lado al complejo refinador más grande del planeta (Estados Unidos)”, dice Monaldi.