El financiamiento automotriz vive una tormenta perfecta. El encarecimiento de los autos nuevos, una disminución en la capacidad de pago de la clase media y la incertidumbre de una pandemia que no cede han llevado a los consumidores a prolongar su deuda a la hora de firmar un crédito en el mostrador de alguna agencia.
Al primer semestre del año, 58.3% de los vehículos ligeros nuevos a nivel nacional fueron comprados a través de un crédito otorgado por un banco o una financiera de marca, según un estudio elaborado por la la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores y las firmas de análisis del sector Jato y Urban Science.
Hace cinco años, la mitad de los créditos solicitados entraban en el rango de los 36 y 48 meses. Entonces aún había una decena de modelos cuyos precios estaban por debajo de los 200,000 pesos y la confianza del consumidor —un indicador de Inegi que refleja cuán seguros están los consumidores de comprar bienes durables– estaba alta: las personas se animaban por plazos cortos de financiamiento porque eran optimistas con su capacidad de pago.
Pero ahora la historia es diferente.