Con el COVID-19 y el confinamiento, la industria de la moda perdió la temporalidad. Ya no era necesario tener un outfit listo para verano u otoño cuando la mayor parte de la población optó por ropa cómoda para trabajar en casa. Con el cierre de centros comerciales y otros punto de venta, las empresas se quedaron con la ropa en los almacenes y esto ha llevado a evitar la llegada al mercado de colecciones de temporada.
Las marcas de fast fashion también metieron freno a las colecciones que lanzan en un año, que por lo menos sumaban 20 distintas y esto ha llevado al mercado a pensar una estrategia contraria: el slow fashion o moda lenta, que apremia las prendas de vestir atemporales y, también, más amigables con el medio ambiente.
La industria de la moda registró una disminución de 20% en los ingresos en 2019 y 2020, mientras que su flujo operativo disminuyó en 3.4 puntos porcentuales a 6.8%, de acuerdo con cifras del McKnsey Global Fashion Index (MGFI). El análisis detalla que alrededor del 7% de las empresas abandonaron el mercado por completo, por problemas económicos o porque fueron compradas por rivales.
Sara García, directora asociada en la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey Campus Toluca, doctora en Economía y Dirección de Empresas, comenta que esta tendencia trata de revertir la contaminación que se genera con la maquila de ropa, desde las emisiones de CO2, con una fabricación más artesanal, que también considera textiles y tintas,
“Con el slow fashion se trata de privilegiar una economía circular,de incentivar la ropa fabricada a mano, con telas más orgánicas y las empresas tienen que apegarse porque de alguna manera tienen que sacar todo el inventario que se ha quedado y que no han vendido por la pandemia”, declara.
Y en medio de estos cambios, para la especialista los ganadores de la industria en México, pueden ser los diseñadores mexicanos, cuyos conceptos desde su concepción integran muchas de estas características de sostenibilidad que ahora serán más solicitadas por los compradores. “Muchos de los diseñadores mexicanos tiene una oportunidad para alentar la venta de sus bolsas, zapatos, ropa, que pueden empatizar con el consumidor y que están muy orientados a la economía circular, a proteger al medio ambiente y también aportan a la inclusión al portar tejidos artesanales fabricados en comunidades indígenas”, añade.