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Los autoabastos, Bartlett y porqué centran la disputa en la reforma eléctrica

El director de la estatal CFE comenzó un camino legal para declarar los autoabastos como ilegales hace casi dos décadas. Ahora, con la propuesta de reforma eléctrica, los vuelve a poner en la mesa.
lun 31 enero 2022 05:00 AM
(Retrato de Manuel Bartlett)
El director de la estatal CFE, Manuel Bartlett, comenzó una batalla contra los autoabastos desde al menos dos décadas.

El gobierno federal ha colocado en el centro de la disputa por la reforma eléctrica al autoabasto, una figura que data desde antes de la reforma de 2013. El presidente ha incluido en sus iniciativa de reforma la propuesta de cancelar todos los contratos de este tipo, una idea que ha arrastrado Manuel Bartlett, el director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y uno de los principales ideólogos del documento, desde que el panista Vicente Fox ocupaba la silla presidencial.

El camino para eliminar la figura de autoabasto fue iniciado por Bartlett desde hace más de 20 años, cuando presentó una denuncia ante la Auditoría Superior de la Federación (ASF) que después se convertiría en el antecedente de dos controversias constitucionales para intentar frenar este esquema, pero que nunca recibieron el respaldo de la Corte. En la denuncia, el exsenador aseguraba que el suministro de energía por parte de los permisionarios de cogeneración y autoabastecimiento constituía un fraude a la Ley. La ASF realizó auditorías a la Comisión Reguladora de Energía (CRE) e indagó sobre la legalidad de los permisos. Pero la Corte decidió que la Auditoría no tenía la facultad de cuestionar estos esquemas. Y la denuncia y las controversias solo se quedaron en intentos.

Ahora, su eliminación se ha puesto de nuevo sobre la mesa y la continuación de estos contratos, dicen los participantes del mercado consultados, se ha colocado como la moneda de cambio dentro de una negociación que se lleva a cabo entre los representantes del ejecutivo, el legislativo y la iniciativa privada.

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El TLCAN, la industrialización y el origen

Era 1992, México estaba negociando un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, se preparaba para recibir grandes inversiones que provenían de industrias como la automotriz y la maquila, y a nivel mundial la apertura de este mercado a la iniciativa privada ya había comenzado. Pero en el país, la estatal CFE tenía el monopolio del mercado y del servicio público de luz eléctrica. Su capital para invertir en nuevas centrales de generación era bajo y existía un alto riesgo de que no pudiera cubrir la demanda de las grandes compañías que se habían fijado a México como destino.

Un cambio a la ley del servicio público de energía eléctrica dio los primeros pasos para permitir la inversión privada. Entre otras modificaciones, las compañías distintas a la CFE no podrían brindar energía a la población, pero podrían construir plantas para su propio servicio y ahí nacieron los autoabastos. “Desde los 90 la CFE ya tenía muchos problemas financieros para construir infraestructura, ya desde entonces se veía que no tenía el dinero suficiente para poder invertir al ritmo de un país que iba creciendo como México. Estábamos en pleno crecimiento económico, venía el TLCAN y había que reformar muchas cosas en materia económica para lograr la integración con Estados Unidos”, explica un ex alto funcionario de la Comisión Reguladora de Energía que ha pedido el anonimato.

Pero la CFE tenía poca infraestructura y no contaba con redes de transmisión en muchos sitios en donde las centrales debían ser instaladas. Entonces se estableció un acuerdo: la iniciativa privada construiría la infraestructura necesaria para interconectar sus nuevas centrales con las subestaciones de la empresa estatal, las donaría al Estado y a cambio recibiría una tarifa preferencial de transmisión, suficiente para cubrir los costos de mantenimiento que debería desembolsar la CFE.

Y así quedó: los dueños de las nuevas centrales deberían pagar una tarifa fija indexada a la inflación por utilizar la red de transmisión de la compañía estatal. El pago se había hecho “por adelantado”, dicen los entrevistados. El precio preferencial se estableció porque las empresas ya habían desembolsado grandes cantidades de inversión y el Estado había aceptado el trato porque necesitaba crecer sus redes, no tenía capital para hacerlo por sí mismo y debía garantizar que las compañías tuvieran la electricidad que demandaban.

Y así se construyó un gran número de nuevas centrales. Al inicio fueron plantas que funcionaban con combustibles fósiles, como gas natural. Las tecnologías renovables vendrían unos años después.

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El cambio a la ley establecía que una o más compañías podían construir una central solo para su propio consumo. La legislación no preveía que se pudiera comercializar la electricidad que producían, pero establecía que las empresas copropietarias de la central o que estuvieran dentro de la sociedad dueña del activo –sin importar cuántas– podrían ser acreedoras de la energía ahí generada.

Las nuevas centrales construidas por privados tenían costos más eficientes porque no tenían grandes pasivos ni un gran sindicato como la CFE, y muchas compañías que llegaron al país o que ya estaban en suelo mexicano vieron en estos activos una opción para bajar sus costos y ser más competitivas.

Estas empresas no podían comprarles electricidad a las nuevas plantas, pero podían comprar una o más acciones que automáticamente las podría colocar como receptoras de electricidad. Recibir energía de una de estas centrales no sería una compraventa, sino una transacción interna entre los accionistas del activo.

"Cuando una empresa hace un tipo de transacción con sus dueños, con sus accionistas, se considera desde el punto de vista jurídico que no está yendo al mercado, y eso se empezó a aplicar con todos los esquemas. Lo que más se puede criticar es que sí se estaba haciendo una interpretación creativa y audaz de la constitución, pero desde un punto de vista formal impecable”, dice un ex funcionario de la CFE. “Y sí empiezas a ver creatividad corporativa, donde empiezas a ver desarrollos muy potentes, con hasta 500 socios. Y la CFE se da cuenta que sus principales clientes se le empiezan a ir como hemorragia, porque los autoabastos existían simplemente porque eran más baratos que la CFE".

Los autoabastos y los mil socios

Los bajos costos de estas centrales, dicen las fuentes entrevistadas, se convirtieron en el mayor incentivo. La CFE acarreaba grandes costos: un gran pasivo laboral, un poderoso sindicato y una estructura que no fomentaba que esta se volviera más eficiente. Los privados tenían una estructura totalmente contraria, se volvieron más competitivos, y las tarifas que ofrecían eran menores. La compañía estatal dejó de firmar nuevos grandes contratos y perdió algunos de sus grandes consumidores, incluidos algunos gobiernos municipales.

La Secretaría de Energía asegura en su último Programa Sectorial de Energía que estos contratos “fueron utilizados para simular el concepto original, mediante ‘socios’ consumidores incorporados con acciones ínfimas de capital, que les ha permitido el acceso a tarifas subsidiadas de porteo, utilizando la infraestructura de transmisión y distribución de la CFE”.

La estatal ha acusado pérdidas por las tarifas fijas que pagan estas centrales. Pero los participantes del sector defienden que se trata de un modelo diseñado desde administraciones anteriores que ha permitido el desarrollo económico en algunas regiones del país en las que la empresa eléctrica hubiese tardado años en llegar.

“Se critica la figura, pero no se ha hecho una crítica interna para bajar costos y volver las tarifas de CFE atractivas”, dice otra exfuncionaria de la Comisión Reguladora de Energía que también ha pedido el anonimato. “La otra manera de ver esto es por qué los privados no quieren estar con CFE”. Las fuentes han pedido no ser citadas debido a la serie de acusaciones que la administración en turno ha hecho de manera frecuente.

Su exclusión de la reforma y las renovables

Y llegó 2008, los altos precios del petróleo –que trajo consigo grandes incrementos a las tarifas eléctricas, sobre todo de los industriales– y una ola cada vez más grande sobre el uso de centrales renovables dieron otro empuje a las sociedades de autoabasto.

La estatal CFE requería de nueva cuenta mayor capacidad de generación, para comenzar a desplazar sus viejas centrales y cumplir con algunas demandas de generación limpia, pero de nuevo no había capital para la construcción de las plantas y la red de transmisión en lugares con potencial eólico, como el Istmo de Tehuantepec. Y entonces el gobierno federal de ese momento, a cargo del panista Felipe Calderón, encontró en estas figuras la forma de incentivar la construcción de centrales, pero esta vez de tecnología renovable.

La fórmula era similar: los privados pondrían el capital para la construcción de centrales eólicas –las que eran factibles en ese momento–, construirían infraestructura para transportar la energía eléctrica a cambio, de nuevo, de una tarifa fija de transporte, conocida como porteo estampilla.

La construcción de estas plantas permitió un aumento de la capacidad eólica del país, en un momento en el que estas tecnologías aún no tenían costos asequibles, como los que tienen ahora.

Y cinco años más tarde llegó la reforma, que quitaría el monopolio de generación a la estatal CFE. El cambio legislativo ya no incluiría la figura de autoabasto, ni tampoco la de Productor Independiente de Energía –que también ha sido uno de los blancos de críticas continuas–, pero respetaría los contratos. “Los contratos tenían una caducidad que no rebasaba los 20 años, no tenía caso no respetar el Estado de derecho por eliminar estos permisos que pronto iban a caducar”, dice una funcionaria cercana al diseño de la reforma de 2013.

El plan de la administración anterior se basaba en esperar a que los contratos caducaran, para que tras esto pudieran ser parte del mercado eléctrico, celebrar contratos bilaterales con industriales o participar en el mercado de corto plazo.

“Los autoabastos siempre han sido figuras imperfectas, pero la ley no se podía hacer retroactiva y por eso permiten que se queden. Claramente son una figura imperfecta, pero el chiste era ir perfeccionando el mercado para que todos los permisionarios fueran migrando poco a poco al mercado. Pero el mercado se creó en 2013, para 2018 ya estaba siendo destruido”, dice.

La reforma también creó, a través de la CFE, la figura de generador de intermediación. El ente que se encarga de administrar los contratos de autoabasto, representar a las centrales eléctricas y a los centros de carga.

CFE Generador de Intermediación es la figura que recibe los pagos de transporte, de servicio conexos, de potencia y se encarga de vender en el mercado de corto plazo los excedentes de los contratos de autoabasto. Pero esta filial de la CFE, que comenzó a funcionar en 2017, ha reportado anualmente balances financieros negativos, que el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) distribuye entre todos los participantes del mercado en proporción de sus compras físicas de energía, así que mayormente recaen en la estatal CFE, que es el jugador más grande del sector.

Las pérdidas del mercado se situaron en más 7,000 millones de pesos en 2018 –su cifra más alta desde su creación– y se redujeron a alrededor de 1,000 millones de pesos durante el 2020, posiblemente impulsados por los aumentos en las tarifas de porteo impuestos por el regulador durante ese año. A estas cifras es a las que la administración federal se estaría refiriendo de manera continua cuando se refiere a las pérdidas que le causarían estos contratos.

Pero aunque la mayoría del balance financiero negativo recae en la eléctrica nacional, esa cifra se toma en cuenta por la Comisión Reguladora de Energía dentro del cálculo de las tarifas a usuarios, dice un documento del Monitor Independiente del Mercado.

El mercado, dicen los especialistas del sector, tenía algunas imperfecciones que deberían ser ajustadas por el Cenace conforme avanzará la consolidación del mercado. Las fuentes coinciden en que las figuras de autoabasto deben de desaparecer de manera paulatina, integrarse al mercado en donde están el resto de participantes –incluida la CFE– y sumar a un proceso competitivo. “Yo me preguntó: ¿es necesario cambiar la Constitución por un modelo que representa el 12% del total de generación?”, dice la exfuncionaria de la CRE.

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La reforma en discusión y su desaparición

La iniciativa de reforma incluye como uno de sus principales objetivos la desaparición total de esta figura y la cancelación inmediata de los contratos. Pero eso, dicen los entrevistados, no resolvería de fondo la necesidad de tarifas más bajas para la población en general, el sector privado y los industriales.

Las fuentes señalan que para desaparecer esta figura no es necesario un cambio constitucional y que estos contratos solo se han usado de manera continúa en la discusión pública para evitar ahondar en otros temas incluidos en la reforma. Y algunas empresas con contratos de autoabasto no tienen ningún impedimento para migrar sus activos al mercado eléctrico, en donde puedan celebrar contratos bilaterales con otros privados, pero la administración federal ha pausado este proceso y algunas centrales con permisos con fechas próximas de vencimiento no están recibiendo el visto bueno del regulador para incorporarse al mercado.

"Creo que se está perdiendo el objetivo, que es generar energía a los mejores precios posibles. CFE es una forma de hacerlo, pero no debería generar un conflicto si hay otras formas. El objetivo no es que CFE sea la figura, CFE debería de estar en muchas áreas, pero al final el objetivo primordial sigue siendo que haya electricidad barata y accesible y eso no lo resuelve la reforma”, concluye Eleazar Castro, un especialista del mercado.

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