La construcción de ese gasoducto fue defendida durante años por la exjefa del gobierno alemán Angela Merkel, pese a las presiones de Estados Unidos que lo veían como un medio del presidente ruso, Vladimir Putin, para ejercer un chantaje energético sobre la primera potencia económica europea.
Las maniobras de preparación de la invasión de Ucrania y su concreción, la semana pasada, sellaron finalmente la suerte de este ducto que estaba pronto para empezar a funcionar, con una capacidad de transporte de 55,000 millones de metros cúbicos anuales de gas.
Alemania anunció a inicios de la semana pasada la suspensión de esta obra faraónica con la que esperaba llevar a cabo su transición energética. Y el miércoles 23, cuando las tropas rusas se disponían claramente a atacar, el presidente estadounidense Joe Biden anunció que impondría sanciones al gasoducto y a sus administradores.
La casa matriz de Nord Stream es el gigante energético ruso Gazprom.
El ducto submarino, de 1,230 km, fue concluido a fines de 2021, con una inversión de 11,000 millones de dólares, pero aguardaba la certificación alemana para empezar a funcionar.
Este millonario proyecto ahora "no es más que un montón de acero, en el fondo del mar", dijo entonces el portavoz de la diplomacia estadounidense, Ned Price.