La barrera de los 100 dólares por barril de petróleo se ha roto. Las tensiones desatadas por la guerra entre Rusia y Ucrania han desatado el nerviosismo en los mercados y, pese al esfuerzo de unos cuantos, la racha alcista en el precio del crudo apunta a no ceder, al menos en el corto plazo.
Los efectos ya pueden enumerarse, pero el impacto real solo se medirá conforme el paso de los días, cuando se anuncien nuevas medidas para contener el precio y se descarte o se haga real el temor de los mercados respecto a una posible escasez de hidrocarburos en Europa. Rusia es uno de los principales productores de petróleo –con alrededor del 10% de la producción mundial– y la posibilidad de que cierre la llave a los clientes europeos o que las sanciones impuestas le eviten venderlo están detrás del temor de los mercados.
Regularmente el alza en el precio del petróleo resulta en un factor positivo para las economías productoras de crudo y en uno negativo para los grandes importadores. México es ambos. El país envía una gran cantidad de petróleo crudo, pero compra del exterior la mayoría de las gasolinas y el gas que consume.
El primer efecto del despunte de precios podría catalogarse como positivo, si se habla de él de manera aislada. Las arcas públicas obtendrán mayores recursos que los que inicialmente se tenían planeados. Hacienda estima en el presupuesto para este año una mezcla en torno a los 55 dólares por barril. El precio ya está prácticamente al doble. Ayer el crudo mexicano cerró en 105 dólares por unidad, un precio no visto desde febrero de 2013, según los registros.