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El gas ruso sacude a la pujante industria alemana a 100 días de la invasión

La principal potencia económica europea atraviesa por una crisis sin precedentes; se debate entre acelerar la transición energética y cortar las compras rusas con un impacto en su economía.
sáb 04 junio 2022 09:00 AM
El canciller de Alemania, Olaf Scholz, ofrece una conferencia de prensa con el primer ministro de Irlanda (que no aparece en la foto) después de su conversación en la cancillería en Berlín, Alemania.
El gobierno de Olaf Scholz ya ha comenzado a tomar medidas más tajantes para eliminar las importaciones rusas, pero todas tomarán tiempo.

Europa decidió poner todos sus huevos en una sola canasta y esa apuesta ya le ha cobrado una cara factura.

La Unión Europea, un escaso productor de petróleo y gas, mantuvo por años su estrategia de suministro de fuentes energéticas desde Rusia. El país que hoy mantiene una ofensiva contra Ucrania resultaba un gran aliado: tenía la cantidad suficiente de gas que Europa necesitaba y la ubicación geográfica facilitó por años el desarrollo de infraestructura para su transporte.

Los países europeos decidieron dar un adiós progresivo a las centrales carboeléctricas y nucleares. Por años han liderado el discurso a favor de las energías limpias y se han mantenido a la cabeza de la transición energética. Y en búsqueda de esto último eligieron al gas como combustible de transición –una opción natural por tratarse de un combustible fósil menos contaminante y hasta hace unos meses aún barato–. Pero Europa tiene muy poco gas y sus planes para completar un abandono a los combustibles fósiles tenía un alto precio: volverse dependientes.

Hoy Europa pende de las decisiones de Rusia, que podría cortar en cualquier momento los envíos de petróleo y gas. Aunque aún parece una posibilidad remota.

Y aquí hay algunos más vulnerables que otros: en este escenario la economía más grande de la Unión Europea se ha tornado el eslabón más débil. Alemania es el mayor comprador de gas ruso, cerca del 50% de su consumo de gas se abastece con los envíos del país hoy en guerra, según datos de la Agencia Internacional de Energía.

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Por años la relación fue beneficiosa. Las compras de gas desde Alemania –y otros países europeos– permitieron a Rusia crecer económicamente al tener en la producción de energéticos su principal fuente de divisas y a la nación que hoy dirige Olaf Scholz le permitió tener un fuerte crecimiento industrial que se contagió al resto de Europa.

Hoy el escenario es distinto, las compras europeas de energéticos rusos son una de las principales fuentes de financiación para el avance del conflicto armado. Alemania recibe cada vez más críticas de sus vecinos por no tomar decisiones drásticas para frenar las compras, pero el alto grado de dependencia ha dejado a los alemanes con las manos prácticamente atadas.

Cesar las compras de gas ruso traería consigo una ralentización de la recuperación en la economía alemana, que podría contagiarse al resto de la Unión Europea. Históricamente el desempeño económico alemán ha dependido de la industria química y de la manufactura. La primera tiene a los energéticos rusos como insumos y las fábricas que forman parte del segundo eslabón dependen del gas como combustible.

La industria ya ha comenzado a resentir el temor de un embargo a las exportaciones rusas y ha tomado medidas. Como ejemplo Volkswagen, que es el principal fabricante de autos en Europa, y ya se ha preparado para diversificar sus fuentes de combustible en sus plantas de Alemania. En una nota, Reuters dice que el fabricante de autos ha decidido mejorar sus centrales eléctricas para utilizar carbón en caso de que los temores se tornen reales.

Así, Alemania transita en ambivalencia: le ha prometido a Ucrania enviar armamento para su ejército, pero sus compras de gas y petróleo continúan beneficiando al gobierno ruso, sobre todo ante un entorno de altos precios que no cederá en el corto plazo. Los gobiernos alemanes se han pronunciado desde hace años para frenar las compras desde Rusia, pero la solidez de la relación comercial no había encontrado ningún elemento que la hiciera tambalearse.

“Nosotros siempre supimos como europeos, al menos desde 2014, que debíamos diversificar nuestras importaciones energéticas. Pero realmente no tomamos ninguna acción en ese momento y ahora estamos viendo las consecuencias de esto de una manera muy trágica”, dijo Annalena Baerbock, la ministra de relaciones exteriores de Alemania en un evento en Berlín durante abril pasado.

El gasoducto de 138 kilómetros

Hasta antes de la guerra en Ucrania, los planes no habían cambiado. El gasoducto Nord Stream 2 estaba siendo construído, pero el conflicto armado dejó el 6% –o 138 kilómetros– sin completar. El gasoducto más controvertido de los últimos tiempos atravesaba el mar Báltico y llevaría más gas ruso a territorio europeo.

El gobierno de Olaf Scholz ya ha comenzado a tomar medidas más tajantes para eliminar las importaciones rusas, pero todas tomarán tiempo. Los últimos anuncios indican que Alemania terminará con las importaciones de crudo ruso a finales de este año y con las compras de carbón en el siguiente otoño. El freno a las adquisiciones de gas tardarán un poco más y el escenario más optimista apunta a mediados de 2024.

Esto último tomará más tiempo toda vez que Alemania no había prestado gran atención a la construcción de infraestructura para abastecerse de gas de otras regiones. Toda la infraestructura de transporte del combustible tienen como principio la internación de gas desde Rusia y de manera inmediata no existe otro país que pueda surtirle de tales cantidades. El gobierno alemán ha comenzado a negociar con otros países un fortalecimiento de su comercio. Qatar, Azerbaiyán y Australia son fuertes candidatos para suplir las ventas rusas. Pero esto será en el mediano plazo.

Gasoducto Rusia Ucrania en quiebra
El gasoducto más controvertido de los últimos tiempos atravesaba el mar Báltico y llevaría más gas ruso a territorio europeo.

Hasta ahora, el gas licuado de petróleo se ha convertido en una opción más inmediata. Los países de Europa, incluido Alemania, han aumentado la compra de este combustible principalmente desde Estados Unidos, el mayor productor de gas del mundo. Europa y el país que preside Joe Biden han acordado aumentar el intercambio.

En una apuesta más larga, Alemania acelerará la inclusión de centrales renovables en su sistema y se ha puesto una meta muy ambiciosa: hacia 2030 duplicará la capacidad de generación de energía eólica terrestre y cuadruplicará para el mismo año su capacidad de producción de electricidad eólica marina y fotovoltaica. La invasión de Ucrania ha acelerado la transición energética. También ha dado un revés a un plan que había sido anunciado hace años: mantendrá encendidas sus centrales que funcionan a base de carbón en caso de un cese de los envíos de gas desde Rusia. Los alemanes habían tomado la decisión de cerrar sus carboeléctricas como parte de los esfuerzos para mitigar el cambio climático.

El hidrógeno verde también se ha colado en la conversación. El que se ha dominado como el combustible del futuro se coloca como uno de los elementos principales de la matriz alemana, pero de nuevo no será en el corto plazo. “Cuando hablamos de cómo el hidrógeno verde podría jugar una diferencia real, tenemos que saber que no es que el hidrógeno no va a ser competitivo, claro que será competitivo en un corto tiempo. Pero debemos pensar en él de la forma en que hablábamos de las renovables hace diez años”, dijo Francesco La Camera, el director de la Agencia Internacional de Energías Renovables, durante una conversación en la capital alemana.

Pero Alemania podría enfrentar de nueva cuenta un problema de dependencia. La gran economía europea no tiene hidrogeno en su territorio y ya mantiene negociaciones con Chile, Marruecos, Nambia y otras naciones africanas. Como sea, este horizonte aún es lejano.

Por ahora, el gobierno alemán ha optado por ahorrar cada kilowatt posible. Ha pedido a sus ciudadanos reducir su uso de electricidad y más recientemente los ha exhortado a hacer una reserva de alimentos si es que ocurre una emergencia y falta el suministro eléctrico. También ha elevado el subsidio al transporte público y ha quitado el gravamen a la energía renovable con la mira puesta ha reducir las facturas.

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