A principios del siglo XX, Prisciliano Pérez Buenrostro, originario de Jalpan, Querétaro, llegó a la Ciudad de México, pero no fundaría El Oso de inmediato; comenzó trabajando como fotógrafo en el Zoológico de Chapultepec, allí fue testigo de la llegada del primer oso polar al parque, detalle que, posteriormente, sería plasmado en el nombre e imagen de la marca.
Después trabajó en el ramo ferretero, como ayudante de almacén, donde forjó sus habilidades como comerciante.
En aquel tiempo, la elaboración de la grasa o betún se realizaba calentándola primero en cazos con leña. Prisciliano tuvo la inquietud de ofrecer un mejor producto y desarrollar su propia fórmula.
En 1918, fundó su fábrica -formalmente constituida el 6 de enero de 1922- en la Ciudad de México. Desde entonces, El Oso se dedica a la fabricación de productos para el cuidado del calzado.
“El nombre de nuestra empresa hace referencia al periodo en el que se entrelazaron las imágenes y los restos del México post revolucionario con la emoción y sorpresa con que las personas observan a aquel oso polar”, señala la compañía en su sitio oficial.