La llegada al AIFA
Más allá de la curiosidad inicial, los pasajeros que actualmente eligen volar desde el AIFA lo hacen motivados por una cuestión de conveniencia logística. Llegar desde Ecatepec, en el Estado de México, toma media hora, un ahorro de 15 minutos en comparación con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Sin embargo, desde una ubicación al sur de la ciudad, por ejemplo, tomaría entre 20 y 25 minutos llegar al AICM, y entre 45 minutos y una hora llegar al Felipe Ángeles.

Llegar en Uber desde Ecatepec cuesta 250 pesos. El conductor puede ingresar al AIFA para dejar pasajeros, pero no para recogerlos. Eso puede ser un inhibidor para los conductores, ya que corren el riesgo de regresar vacíos.
El tráfico no es un problema, pues las vías de comunicación estaban prácticamente descongestionadas, o al menos así fue en una tarde de jueves. Sin embargo, unas semanas antes, algunas personas quedaron varadas sobre el Circuito Exterior Mexiquense a causa de una manifestación. Algo que también ocurre a menudo con el AICM sobre el Circuito Interior, donde incluso la policía sube a los desesperados viajeros a sus patrullas para que puedan llegar a su vuelo.
Las dimensiones del lugar no dejan de sorprender; rodear el polígono de la obra toma alrededor de media hora en auto, y a pie no se ve el horizonte donde termina.
Las amplias vías de acceso aún conservan el grisáceo claro característico de un acceso de reciente construcción. El pasajero es recibido con una vista al Museo del Mamut, pero también a las instalaciones militares que se encuentran al interior del polígono, que, pese a incorporar también dos hoteles –un Holiday Inn que abrirá en diciembre, y otro militar–, una base aérea militar y hasta un hospital militar, luce sumamente extenso.
En el AIFA queda claro que las fuerzas armadas son las que mandan. En la inspección en los filtros de seguridad, la Guardia Nacional es quien quita a los pasajeros la botella de agua olvidada en la bolsa. Los pasillos y las bahías de llegada y de salida también son resguardados por militares, e incluso al recoger el equipaje se ve en grande el sello del Agrupamiento de Ingenieros “Santa Lucía”, con la consigna en mayúsculas: “Cumpliremos la misión”.

Los espacios comerciales
Dentro, el Salón VIP The Grand Lounge Elite luce lleno. Y para quienes no tienen ninguna membresía, la alternativa es un Starbucks –que también suele estar relativamente lleno– o un Krispy Kreme, con una menor afluencia.

El AIFA cuenta con 205 espacios comerciales, de los que hasta hace unas semanas, había 92 arrendados y 36 en funcionamiento. Entre los establecimientos antes de los filtros de seguridad hay algunas cafeterías y locales de los pastes Kiko's –que recuerda la cercanía del AIFA con Hidalgo–, mientras al interior hay varios Duty Free, tiendas de artículos deportivos y souvenirs, y un espacio de comida que tiene pequeños establecimientos de comida rápida, algunos en funcionamiento y otros en construcción, como una sucursal del restaurante Fogoncito. Además, al interior hay ocho cajeros automáticos de bancos como BBVA y Citibanamex.
A las 2 de la tarde de aquel jueves, la pantalla de salidas del AIFA tenía el registro de 13 vuelos, 12 a tiempo y una demora. Pese a ello, el tamaño del aeropuerto lo hace lucir vacío, lo que, a la vez, hace cómoda la espera, pues hay desde asientos regulares hasta algunos de estilo camastro con vista a las pistas, e incluso espacios de trabajo para conectar computadoras y celulares.

Las zonas de abordaje cuentan con un sistema de lectura de datos biométricos –similar al de aeropuertos europeos, donde no se tiene que mostrar ninguna documentación pasado el filtro de seguridad para agilizar el abordaje–, pero éstos aún no están en funcionamiento.
